Ya puede salir a caminar en Andorra, pero no volver a Neuquén
La historia del angosturense Alejandro Ocampo. En el primer viaje a Andorra, hace seis años, conoció a Messi. En el último, se quedó varado. Tras un mes de cuarentena, desde el viernes sale una hora día por medio. Pero no puede regresar al país, como otros 2200 argentinos, entre ellos 89 neuquinos.
Cada invierno de la Patagonia, Alejandro Ocampo es pistero socorrista en el cerro Bayo de Villa La Angostura. Y desde hace seis años, cuando el frío llega a Europa, vuela a Andorra, la meca del esquí de Los Pirineos, para hacer la temporada allá como tantos otros argentinos.
En su caso, todo empezó cuando su padre, que sabe bien que para llegar a fin de mes hay que pelearla y que hay que aprovechar las oportunidades, le regaló el primer pasaje. Le dijo que lo acompañara a Bariloche para comprar un celular y lo sorprendió con aquel ticket aéreo. «Vio un futuro acá y puso sus ahorros en ese pasaje», recuerda Alejandro.
Y se fue. Consiguió trabajo en tres días en un pequeño centro invernal y a los tres meses estuvo 15 minutos con Messi esa mañana de febrero de 2015 que Leo salió del hotel y solo estaba él afuera, con el termo y el mate.
Jugó al fútbol en clubes del principado de extremo izquierdo hasta que se rompió los ligamentos, pero se recuperó a tiempo para trabajar desde fines del 2019 en el centro invernal más grande, el Grandvalira.
“El viernes salí por primera vez en 34 días, lo autorizó el gobierno de Andorra. ¿Qué sensación tuve? La de libertad. Volver a ver paisajes, caminar, respirar aire puro. Esas cosas que no solemos valorar»
Alejandro Ocampo
Cada día, verificó el estado de las pistas, las señalizó y socorrió a los que estaban en problemas, hasta que el 13 de marzo le informaron por mail que se quedaba sin trabajo a partir de ese instante por la pandemia.
Pronto supo que su vuelo para el 8 de mayo estaba cancelado: era uno más entre los 2200 argentinos varados en el estado de apenas 70.000 habitantes. Entre ellos, hay 89 nequinos, en especial de San Martín de los Andes y Villa La Angostura. Entre los rionegrinos, son mayoría los de Bariloche.
Ese mismo 13 de marzo, Alejandro Ocampo dejó el departamento que alquilaba, cerró trato en buenos términos con la inmobiliaria, se fue a lo de su novia, recibió la liquidación (marzo completo, proporcional de las vacaciones y todo lo que indica la ley) y desde hace 35 días está en cuarentena con la gran novedad de que desde el viernes puede salir a caminar una hora los días impares en un radio menor a dos km. Los edificios están numerados y él vive en el 13; los que habitan en pares salen el día siguiente.
Su rutina puertas adentro incluye esperar con ansiedad los partes oficiales del mediodía y la noche, seguir por la web las noticias de la Argentina, escuchar cada vez que habla a Alberto Fernández y mantener en forma las piernas en el elíptico.
Como los vecinos, sale al balcón a las 20 para aplaudir al ejército de héroes anónimos que velan por la salud de todos en ese enclave de de 476 km2 entre España y Francia, dos de los países más sacudidos por la pandemia, donde las balas invisibles del virus pican cerca, con 695 contagiados y 35 muertos. Se mantiene conectado, por Zoom, por las redes o por WhatsApp con muchos de los argentinos que están cerca o los que intentan ayudar desde lejos, para dar una mano en lo que pueda: sabe que la mayoría no tuvieron su suerte.
Entre esos 2.200 argentinos calcula que un 60 por ciento estaba en los centros de esquí y un 40 por ciento en restaurantes, bares y hoteles. Muchos aun pagan alquiler (un monoambiente sale 650 euros, un sueldo base es de 1100, con horas extras 1300) no saben aún si tienen que renovar en mayo o no, cobraron solo hasta el último día que trabajaron, le cancelaron su vuelo, 400 pagaron 300 euros por la mitad de otro pasaje (iban a ir en micro Toulouse y regresar desde ahí por Air France pero el gobierno argentino no lo autorizó dos días antes de la partida, el gobierno de Andorra y los centros de esquí ponían los otros 300 euros). Quieren volver, no pueden, se les van agotando las reservas.
Hay casos como el de Marina López, que atraviesa un embarazo de riesgo y por eso en el grupo Argentinos varados en Andorra la ubicaron como regreso prioritario. En un relevamiento con 634 encuestados al 17 de abril, hay otros dos embarazos, 45 personas con necesidad de medicación especial, 90 con otras enfermedades y trastornos psicológicos y 326 sin dinero ni hospedaje.
La sensación extendida entre los varados es que las autoridades argentinas creen que si les permiten volver llevarán con ellos el virus porque están entre dos focos de la pandemia en Europa: España y Francia.
“Es entendible. Y aunque valoramos el manejo en la Argentina, que evitó muchas muertes, el problema para nosotros es que nos deja desamparados. Queremos volver y no podemos, no tenemos respuestas. Yo puedo aguantar, porque cobré todo marzo y tengo alojamiento, pero hay muchos que no están así”, explica.
Y agrega que las centros de esquí grandes permitieron a sus empleados quedarse en sus hoteles, que las comunas ayudan con comida y hospedaje. “Se portaron muy bien con nosotros acá”, señala.
Ahora, como todos, espera el test que Andorra hará a la población. “Con los certificados de que no tenemos el virus, tenemos la esperanza de poder regresar” dice y se despide para ir a preparar los afiches que el grupo publican en las redes, esos que dicen “¿Y a nosotros nos dejan volver a casa?”
A partir del viernes 17, los 70.000 habitantes están habilitados a salir una hora por día en un radio menor a dos km. Como los edificios están numerados, los que viven en impar salen los días impares y los otros en los pares. De 6 a 9 y de 19 a 21 para ejercicios físicos; pasear y comprar de 9 a 11 y 14 a 19. De 11 a 14 está reservado para personas vulnerables y mayores de 70 años. Quienes salen solo pueden ser acompañadas por sus convivientes, hasta cinco.
“¿Que sensación tuve? La de libertad. Volver a ver paisajes, caminar, respirar aire puro. Esas cosas que no solemos valorar”, cuenta Alejandro.
Andorra es un destino elegido por muchos argentinos que van a hacer la temporada invernal. Por eso son 2.200 los varados en el pequeño estado de 70.000 habitantes, un 3 % de la población. El gobierno andorrano pidió a la cancillería que los repatrie, que recuerde sus derechos y no los olvide, que tomé esa obligación con sus ciudadanos, pero no hay vuelos autorizados hasta ahora desde Europa por la Argentina.
Mientras tanto, Andorra extendió el permiso de residencia y seguridad social hasta el 3 de mayo y las comunas brindan alojamiento y comida, como la Cruz Roja. “Estamos agradecidos por todo lo que el gobierno de Andorra hace por nosotros. Y esperamos una pronta respuesta de nuestro gobierno, para no tener tanta incertidumbre. Pero también felicitamos las medidas que tomó para afrontar lo que se está viviendo. Exceptuando la de dejar a sus habitantes fuera de Argentina, claro”, dice Alejandro.
Fue en el 2015, cuando Alejandro llevaba tres meses en Andorra y trabajaban en un pequeño centro de esquí con hotel. Una mañana estaba en su puesto tomando mate cuando Lionel Messi salió con su hijo mayor, Thiago. No había nadie cerca y pensó qué decirle para ir a saludarlo, pero le dio vergüenza. Leo relojeó el mate y se acercó. “Me puse nervioso y me dio charla él. Me preguntó cómo me llamaba, qué hacía ahí. ‘Raro que no haya nadie, tuviste suerte’, le dije. ‘Sí, me gusta la nieve asi’, me contestó. Thiago miraba la moto de nieve y quería subirse. Así que lo llevé a dar una vuelta».
«Apenas pude fui rajando al departamento a buscar la réplica de la camiseta de la Argentina con el escudo de la bicicletería Tacuarí de Villa La Angostura. Después de almorzar me la firmó. ‘¿Y esta de qué equipo es?’ decía, me miraba y se reía’.
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