Wojtek, el oso soldado que acompañó a combatientes en la II Guerra Mundial
Convertido en mascota, acompañó a los soldados salidos de la URSS en su periplo a través de Irak, Siria, Palestina, Egipto, Italia y Escocia. La historia de este plantígrado llegará en una película de animación en 2020 y recreará la increíble vida de un oso huérfano recogido en Irán por el ejército de Anders.
Wojtek, el oso soldado que acompañó a combatientes en la II Guerra Mundial
Durante la Segunda Guerra Mundial, Wojciech Narebski y otros soldados de la 22ª compañía polaca de artillería tenían que transportar unas pesadas cajas de municiones. Afortunadamente, uno de ellos, el cabo Wojtek, era muy fuerte… pues era un oso pardo de Siria.
“Cuando vio que nos costaba levantar las cajas, nos quiso ayudar. Se acercó a nosotros, agarró una caja y la llevó al camión”, cuenta Narebski, de 93 años. “Por supuesto, recibió su recompensa: miel y mermelada, sus dulces preferidos”, recuerda este veterano, que pasó dos años y medio con el amistoso plantígrado, que para él era “como un hermano”.
Al oso Wojtek, de 1,80 m y 220 kilos, también le gustaba beber cerveza y fumar (o, más bien, comer) cigarrillos, darse duchas, hacer mimos a su amo y luchar de forma amistosa contra otros soldados. Cuando su adversario perdía, le lamía la cara a modo de disculpa.
Wojtek probablemente no visitó las esfinges de Egipto, los nazis no lo identificaron, ni lo tomaron como blanco, ni bombardearon sus posiciones… Lo que sí es cierto es que el animal fue un verdadero soldado. Recibía un salario, raciones alimenticias y grados militares, y alcanzó el estatuto oficial necesario para poder montar a bordo del barco que lo llevó con los soldados de la 22ª compañía de Egipto a Italia.
“Las autoridades del puerto son estrictas y rigurosas respecto al oso y el mono”, contaba un soldado en una crónica de la 22ª compañía en 1944. “Las autoridades del puerto solo autorizan a los animales a montar a bordo tras una intervención del alto comando británico en El Cairo.
Porque sí, también había un mono y cientos de animales de compañía durante la guerra, cuenta Krystyna Ivell, una refugiada de guerra polaca que reside en Reino Unido y que entonces tenía un camaleón.
“Cuando no tienes ni madre, ni hermana, ni padre y estás totalmente solo, se puede morir, así que claro, se busca algo que se pueda querer”, explica esta mujer de 83 años, que preparó una exposición en Londres sobre la historia del cabo Wojtek.
Lo que diferenciaba a Wojtek, según Narebski -quien compartía primer nombre con el oso- es que creía que era humano. “Este oso pasó toda su vida entre hombres”, cuenta Narebski, a quien llamaban el pequeño Wojtek, en oposición al oso, el gran Wojtek. Recuerda que una vez, en la costa adriática italiana, el oso logró escaparse y salió corriendo hacia el agua, asustando a todos los bañistas que había en la playa. “Él ni los miró. Hacía calor y nadó un rato, se sacudió el pelaje y regresó hacia nosotros”.
Tras la guerra, se instaló a Wojtek en un zoo de Edimburgo donde murió con 21 años, en 1963.
Entonces, la BBC anunció “con pesar, la muerte de un conocido soldado polaco”.
Fuente: AFP
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