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Weretilneck mira más allá de este año


El senador se transformó en un político capaz de construir una estrategia a muy largo plazo. Y sueña con ser el fundador de una especie de MPN rionegrino.


A casi dos años de haber terminado su gobierno, el senador Alberto Weretilneck sigue siendo el político más gravitante de Río Negro, no sólo porque es el que toma las decisiones en el partido provincial que él mismo creó y llevó al poder sino además porque, en general, esas decisiones son acompañadas por los rionegrinos. Su sucesora, Arabela Carreras, el candidato a diputado nacional Agustín Domingo, los miembros del Superior Tribunal de Justicia y más de un intendente son, en los puestos que ocupan, creaciones suyas.

Weretilneck es un líder personalista pero tiene siempre una mirada que va más allá de él. Si es cierto que alguna vez fue rústico, cuando dejó las operaciones y pasó a la superficie debió adaptarse. Supo limarse y pulirse sin perder esa imagen campechana que lo hace accesible.

Ha perdido algo de esa pasión que mostraba cuando, con Rudy Salto, llegaron a la intendencia de Cipolletti en 1987. Vive la política con cierto profesionalismo: todo está calculado y pocas cosas merecen análisis viscerales. No porque sí volvió a contratar a Mario Riorda, el especialista en comunicación política, para esta campaña.

El resultado de las elecciones primarias del 12 de septiembre puso un color distinto en la silueta de la provincia dibujada sobre el mapa argentino. Juntos Somos Río Negro, su partido, se impuso sobre la grieta con un resultado que, a juzgar por las peleas en la alianza Juntos por el Cambio, podría ser más holgado en las generales de noviembre porque difícilmente los y las radicales, como Lorena Matzen, que ya se rebelan contra el ganador de la interna, Aníbal Tortoriello, vayan a votar a la kirchnerista Ana Marks.

El empresario cipoleño le ganó el duelo chico a Weretilneck. En la ciudad que ambos gobernaron el partido provincial salió segundo. El senador se mostró contrariado y relacionó el resultado con una falta de apoyo al intendente de su partido Claudio di Tella.


Le parece natural que sea él el candidato a gobernador en 2023, pero es capaz de resignar ese espacio con tal de que su creación adquiera vida propia.


Tortoriello se impuso en el barrio El Manzanar, donde vive la clase media-alta de la ciudad, pero también en el Luis Piedrabuena, que es todo lo contrario.

Es también la ciudad del ministro de Gobierno provincial, Rodrigo Buteler, sobre quien también cayó el reproche. El funcionario hace un equilibrio admirable entre su jefa y su mentor.

En el cortísimo plazo, Weretilneck se puso como desafío revertir el resultado en Cipolletti y dejar a Tortoriello en tercer lugar en la provincia.

Tiene la mirada puesta en 2027 más que en 2023, pero ya está viendo cómo salir a apoyar a los intendentes que tienen elecciones municipales de medio término el 31 de octubre. Le pondrá el cuerpo a la campaña con la convicción de que su imagen sumará muchos más votos que ese 34% que en Juntos ya consideran como el núcleo duro de sus adhesiones.

Volverá a ser candidato a gobernador en dos años, pero primero debe transitar 2022 y 2023, en los que su voto en el Senado podría tener el valor que no le puede sacar ahora, cuando el peronismo controla quórum y mayoría.

No va a romper con la gobernadora, a la que le reconoce voz de mando e iniciativa para manejar la provincia. En parte Carreras mostró ambas cosas el viernes, cuando envió a la Policía a asistir a un grupo de fiscales para desactivar una ocupación mapuche en Cuesta del Ternero. En el gobierno provincial lo muestran como la contracara de la inacción del Estado en el conflicto de Villa Mascardi, que le atañe al gobierno nacional (dicho sea de paso, el anuncio del ministro de Ambiente, Juan Cabandié, de un comanejo en ese sitio es de un desconocimiento asombroso), cuya participación no ha tenido matices: luego de la represión de 2017, en la que fue asesinado Rafael Nahuel, se retiró del lugar y dejó a los encapuchados en situación ideal para avanzar.

Weretilneck se pone por delante el desafío de hacer de su partido provincial el dueño de una estirpe política que dure tanto en el poder como el MPN en Neuquén. No tiene la cultura y el roce de Jorge Sapag sí algo de esa mano dulce como el hierro con la que Felipe Sapag ganó cinco elecciones.


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