Washington D. C. quiere ser un estado
EDUARDO TEMPONE*
Hoy es una entidad administrativa diferente a los 50 estados que integran el país y de acuerdo con la Constitución depende directamente del Gobierno federal.
Es común que en los Estados Unidos las patentes de los automóviles incluyan un símbolo, color o lema asociado a alguna particularidad del estado al que pertenecen: el sol en Florida, los jardines en Nueva Jersey, el encanto de Nueva México o la última frontera en Alaska.
En Washington DC, la capital estadounidense, la patente se identifica con un reclamo. En vez de llevar la imagen, por ejemplo, de alguno de los ciervos de cola blanca que viven en el parque del Rock Creek -una vasta zona verde enclavada en corazón de la ciudad-, todos los autos mantienen en sus placas un eslogan que persiste desde mediados del siglo XVIII: “No hay impuestos sin representación”.
Esa frase era el lema que las trece colonias americanas emplearon en el siglo XVIII para expresar su oposición a las políticas de la metrópoli que, a pesar de recaudar impuestos de sus súbditos, les negaba representación política en el Parlamento británico.
En la ciudad vive más gente que en los estados de Wyoming o Vermont, pagan impuestos federales más elevados que en cualquier otro lugar, y su presupuesto es mayor que en 12 estados del país.
Para los 700.000 residentes de la ciudad ese eslogan no es una alegoría histórica que recuerda el proceso de independencia. Es, concretamente, una forma de protesta y una exigencia ciudadana para convertir al Distrito de Columbia en el estado 51 de la Unión y de esa forma remediar la falta de representación política plena en el Congreso nacional.
Más allá de las complejidades legales y políticas que esto envuelve, el Distrito de Columbia tiene un solo representante sin voto en la Cámara Baja del parlamento. Sin embargo, en la ciudad vive más gente que en los estados de Wyoming o Vermont, pagan impuestos federales más elevados que en cualquier otro lugar, y su presupuesto es mayor que en 12 estados del país.
El Distrito se estableció como capital permanente de la nación en 1790, en un territorio a lo largo del río Potomac, cedido por los estados vecinos de Maryland y Virginia. Es una entidad administrativa diferente a los 50 estados que integran el país y de acuerdo con la Constitución depende directamente del Gobierno federal.
Los partidarios de este reclamo buscan también resolver un problema de derechos civiles de larga data. A pesar de que más del 45% de sus residentes son afrodescendientes, esa participación no se refleja en el Senado, donde cada estado tiene dos bancas.
Estos argumentos parecen convincentes para los residentes de la ciudad, aunque en las encuestas realizadas por Gallup el año pasado el 64% los ciudadanos de otros estados consultados tuvieron una opinión contraria para admitir a la ciudad como un nuevo estado, y solo el 29 % se expresó a favor.
El 26 de junio, sin embargo, la Cámara de Representantes aprobó un proyecto de ley para dirimir este asunto, algo que no se consideraba desde 1993. De ser aprobada también por el Senado redefiniría el estatus jurídico de la ciudad.
La capital propiamente dicha se reduciría a una porción de terreno que ocupan la Casa Blanca, el Capitolio, el National Mall, la Corte Suprema y varios edificios federales, y el resto de la ciudad se convertiría en el estado 51.
El nuevo estado se llamaría Washington Douglass Commonwealth (Washington DC), manteniendo el nombre del primer presidente de la nación, George Washington, y el prominente abolicionista y reformista afrodescendiente del siglo XIX Frederick Douglass.
Es poco probable que este proyecto prospere en el Senado en medio de un año complejo donde todavía se libra la batalla contra el coronavirus, y cuando la campaña electoral para las elecciones presidenciales comenzará a ponerse más efervescente en las próximas semanas.
Mientras tanto, y hasta que esta propuesta vuelva a considerarse, los capitalinos seguirán ostentando en sus patentes el lema que adoptaron hace 20 años: no a los impuestos sin representación.
Quizás, dentro de un tiempo, los residentes de la ciudad puedan exhibir en la patente de sus autos algunas de las especies naturales que abundan en el Rock Creek.
*Diplomático
Hoy es una entidad administrativa diferente a los 50 estados que integran el país y de acuerdo con la Constitución depende directamente del Gobierno federal.
Es común que en los Estados Unidos las patentes de los automóviles incluyan un símbolo, color o lema asociado a alguna particularidad del estado al que pertenecen: el sol en Florida, los jardines en Nueva Jersey, el encanto de Nueva México o la última frontera en Alaska.
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