Vivir en Las Grutas también es pasear: el mejor lugar, en los ojos de una vecina
Teresa Fleitas, amante de la ciudad balnearia rionegrina hace muchos años, celebra con este texto las playas en las que ve el amanecer cada día. La ciudad reflejada en sus palabras y en las imágenes del fotógrafo Martín Brunella.
Vivir en una ciudad turística y vivir para el turismo generalmente hace que uno no esté vacacionando cuando todos lo están. Pero optar por vivir allí y tener la posibilidad de disfrutar al ver llegar a los turistas con la alegría y las ilusiones de unos días de vacaciones, es gratificante.
En las mañanas, cuando llegan con sus autos cargados de equipaje, muchos hacen una parada para ver el mar y sacarse fotos, quizás antes de ir al lugar donde se hospedan.
Los vemos cuando quieren extender el día de playa desde temprano y hasta última hora, porque son escasos o falta poco para irse.
Hay quienes se molesten por la cantidad de gente dando vuelta, por las colas que hay que hacer para conseguir una mesa en un restaurante.
Pero como revive la ciudad con niños corriendo, con parejas paseando de la mano, con grupos caminando descalzos por la playa desde muy temprano. Los disfrutamos, porque cuando se termina la temporada se extraña el bullicio.
Y en algún momento también pasamos a ser turistas y nos mezclamos paseando por la peatonal o yendo a los artesanos para ver sus productos.
Las Grutas es una ciudad balnearia atlántica, ubicada en San Antonio Oeste, Rio Negro. Fui turista por mucho tiempo y ahora soy residente.
Mi ciudad no es ni mejor ni peor que otra ciudad balnearia turística, es esta ciudad, con las bondades que tiene y con todo lo que hay para hacer.
Para quienes llegan, la ruta de entrada se hace larga y cuesta ver el mar por los médanos, pero cuando aparece, se ve tan azul que no se sabe con qué compararlo.
Sol, mareas, playa, caracoles, loros, mar, bajadas, sombrillas, olas, cielo, tejos, grutas, heladeros, noche, luna, caminatas, risas, alegría, acantilados, restingas, vacaciones, mallas, artesanías, panchos, pizzas, mariscos, aventuras, viento, música y paredones blancos.
Y cuando ya casi no vienen turistas, la ciudad es la misma, pero es otra.
Convivimos con los reales vecinos, tenemos más estacionamientos, caminamos por calles vacías y nos visitamos con amigos. Algunos nos prometemos poder hacer algo para que se hagan arreglos para la próxima temporada.
Si ya viniste, seguramente nos cruzamos en algún lugar, y si no viniste nunca, animate aunque sea una vez.
Autora del texto: Teresa Fleitas
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