Video | Mágico encuentro en Puerto Madryn: la ballena y sus piruetas, el lobito marino juguetón y el zorrito curioso

Suele suceder en Puerto Madryn. Mejor dicho, a 15 kilómetros en la playa Las Canteras del Área Natural Protegida El Doradillo, que hoy son unos 50 km porque como están pavimentando hay que dar un rodeo. ¿Vale la pena ir a esta ciudad de la costa de Chubut si tu plan es ver ballenas? ¿Vale la pena hacer esos kilómetros de más? Si te inspira, acá te compartimos lo que vivió el jueves Luis Pereyra (Fotero Patagónico en las redes) en esa playa de aguas profundas y calmas. Como sabemos que te vas a tentar, te adelantamos un consejo: llevá la reposera, el mate, el café y la campera. Y no vienen mal unos sandwichitos porque no te vas a querer ir: te espera el más extraordinario espectáculo natural de la Patagonia.

«¿Vamos a ver si llegaron las ballenas?»

En la mañana del jueves Luis le propuso a Claudia, su mujer, ir a ver si llegaron las ballenas, Por si faltara un argumento, ese solcito de otoño también invitaba. Viven a cuatro cuadras de la costa de Puerto Madryn y están cancheros en eso de salir rápido a ir a disfrutar del encanto de los alrededores de la ciudad.

Llegaron estacionaron, caminaron, las vieron.

«Había como veinte ballenas. Algunas estaban con sus crías, qué lindo verlas», dice Luis.

Ya habían tenido el primer contacto dos semanas atrás, en la cercana la playa Bañuls, que tiene un sector habilitado para hacer asaditos. Habían ido con una pareja amiga y preparaban todo para un almuerzo bajo el sol de otoño cuando Gisella, que estaba de frente al mar, notó un salto gigante en el horizonte. Entonces, dijo la palabra clave para dos cazadores de imágenes perfectas en este paraíso de la costa de Chubut.

-¡Ballenas!

Luis y su amigo Roberto corrieron a registrar su paso con fotos y videos. Fue eso, un paso, porque hizo unas piruetas, unos saltos y siguió viaje.

El lobito marino que quería jugar y el zorrito curioso

Enseguida le llamó la atención que un lobito marino se acercaba a una de las ballenas. «Era como que quería jugar. Son como perritos, como cachorritos de mar. La ballena se movía, se sumergía, ella no se si quería jugar, pero el lobito parecía que sí, la seguía, estaba atenta a sus movimientos», dice Luis.

Otro detalle los sorprendió. Había un cachorrito de zorro en la playa, ya medio confianzudo para acercarse a pedir comida.

Luis siempre le pide a todos que no le den, porque tiene que procurarse su propia comida, pero algunos no resisten y le dan.

Se quedaron un buen rato. Había unas 50 personas disfrutando de esa maravilla. Se sentaron al solcito, tomaron unos mates con vista a las ballenas. Algunas saltaban, otras iban cerca de sus crías. Después atardeció en el paraíso, tiempo de volver a casa.