Son amigas desde niñas, viajaron a Salta a visitar la Virgen del Cerro y descubrieron este milagro

Se conocieron en primer año de secundaria y no se separaron. Una de ellas enfermó de cáncer y les pidió que viajen con ella a Salta, allí pasaron una semana en la que descubrieron que para su amistad el tiempo no pasó.

Reír, bailar y meditar, tres cosas tiene que hacer Silvina Concetti cada día para sanar. Ella hace 12 años lucha contra un cáncer de mamas y necesitaba ir a Salta a la Virgen del cerro a agradecer. Por años, les insistió a sus amigas de toda la vida, Mariana Zárraga, Sabrina Toscan, Gabriela Franco, Valeria Maida y Andrea Marrazzo, que la acompañaran. Desde el viaje de egresados no salían juntas, y hace unos meses aceptaron. Entre montañas de colores, gente amable y aroma a flores, rieron y bailaron por demás y descubrieron un milagro: que el tiempo no pasó para su amistad.

El primer encuentro de estas mujeres fue cuando eran niñas. Cuatro se conocieron en la primaria y a los 13 años, dos más se sumaron en la Secundaria N°1 de General Roca para pasar “el resto de la vida juntas”. Casamientos, hijos, separaciones, atravesaron todo. En 2011 cuando a Silvina le diagnostican cáncer de mamas, tenía 40 años, dos hijos chiquitos y el mundo se les vino encima.

“Ahí empiezo un camino que, todos van a decir que estoy loca, pero que agradezco. Me di cuenta que la vida es otra cosa. Ojalá la gente pudiera verlo sin pasar por esto”, dice Silvina para arrancar a desandar este viaje lleno de enseñanzas.

Seis amigas: Silvina, Mariana, Sabrina, Gabriela, Valeria y Andrea

Se puso en campaña para hacer de la vida algo lindo, sin importar lo larga que sea, para que cada día cuenta como el último y que mejor que hacerlo con amigas. “Es una frase hecha, pero cuando atravesás algo así te das cuenta que todo tiene apuro. Pasás una etapa que no lo podés saborear, pero quizás no hacíamos este viaje si no pasaba por esto”, dice.

No era muy religiosa, pero se aferró a la virgen, caminó a Luján, fue a las del Rosario y siempre quiso ir a la de Salta. Les insistía a sus amigas, pero todas estaban ocupadas y nunca se podía concretar. Después de diez años, Mariana le aseguró: “vamos a ir a Salta”. Le contó al resto del grupo que en mayo del 2024 salían para allá.

Era septiembre del 2023, y Andrea y Mariana a la tarde buscaban pasajes. Sil decía “ayúdenme que soy de madera”, desde el consultorio otra respondía “sáquenme el pasaje a mi también”. Sacaron seis aéreos, ida y vuelta. Lo principal ya estaba hecho y así, a más de 30 años del viaje de egresados, empezaron uno nuevo.


A la virgen de Cerro del Salta


La Virgen del Cerro está en una ermita que María Livia Galliano le construyó. Esa mujer, desde 1990 dice que ve y escucha a la virgen. Alrededor de sus relatos nació y fue creciendo la llegada de peregrinos al barrio Los Tres Cerritos, a unos 10 minutos del centro de Salta. El día que la fueron a visitar, las seis amigas desayunaron y a las 10 de la mañana comenzaron a caminar.

Silvina deja un rosario en el cerro de la virgen.

El paisaje verde las abrazaba y de a poco se metieron en la selva. En la base un cartel les decía que quedaban 2,8 kilómetros. Siguieron y otro cartel les anunciaban que faltaban 2 kilómetros más. Los letreros les pedían silencio, anunciaban que era un lugar de meditación.

Silvina relataba que le habían comentado que al subir, se sentía olor a flores. Andre pensaba “no me jodas con eso, sinceramente lo hacía para acompañarla pero no creo”, cuenta ahora y Silvina confiesa que tampoco lo creía. “Soy creyente pero desconfiada. Me decían lo del olor a rosas y pensaba que por ahí salía de los rosarios y los olía”. Lo cierto es que en el camino, aunque no había una sola flor, todas sentían el olor.

En Jujuy caminar juntas y disfrutar.

Llegaron al altar y ahí sí, había flores, era un lugar lindo. “Había bancos para sentarse, confesionarios, todo era muy humilde pero precioso”, dice Andy. Algo las llevaba a participar. En un momento, mientras bromeaban si era necesario subirla tan arriba, miraron a Sil y estaba quebrada en llanto.

“Quizás en ese lugar hay algo especial, estoy casi segura. A medida que subía sentí como algo increíble, no se si le pasa a mucha gente o a mi, por lo que vengo viviendo. Se juntaban muchas cosas, íbamos con las chicas. Son las amigas hermanas, si me pasa algo las llamo a ellas. Tanto había costado juntarnos en un viaje, fue algo increíble”, recuerda.

Después bajaron juntas y de a poco ella volvió a reír. “Gracias a todas”, decía sin parar.


Destino Salta: el ideal


Los paisajes de Salta son bellísimos, los pueblos están como detenidos en el tiempo aunque por sus calles hay turistas de todo el mundo, y el atractivo que todas resaltan es su gente. “Nadie se quejaba, no escuché hablar de política, te dan, te ayudan, sonríen. Es como otro mundo, viven distinto”, dice Sil y Andy suma: «Son amables por demás y en los pueblos mucho más, es muy acogedor”.

El primer destino al que fueron fue Tilcara. Habían reservado cuatro noches, así que resolvieron llegar en el avión y se tomaron dos taxis. En dos horas estaban ahí. Después fue charlar con la lugareños para ver qué conocer. Lo único que habían reservado anticipado era el Tren del las Nubes.

La señora del hotel les dijo que primero estén allí, para aclimatarse. Salieron a conocer Garganta del Diablo, una caminata inolvidable, volvieron, bajaron al parque de los cactus y después al hotel, al sauna, a relajar y charlar. “Hicimos mucha catarsis, sobre temas de nuestras vidas, apoyándonos unas a las otras, poniéndonos al día y recordando lo que vivíamos de chicas”, recuerdan.

Fueron a El Hornocal, a Humahuaca. En Purmamarca compararon ropa y en el Tren de las Nubes, se emocionaron cuando izaron la bandera con la música de Aurora y un grito de “viva la patria”, sonó entre las nubes y les erizó la piel.

Los precios eran muy económicos, cenaban con vino, entrada, postres, y les salía 7 mil pesos por persona. Los taxis también eran baratos, conocieron a Samuel, que fue su taxista de cabecera, y terminó siendo parte del viaje. En las peñas cantaron y bailaron, todas las noches, sin parar.

Fueron a museos, a conocer a las momias. Salieron manijas y terminaron y viendo documentales. “Esa noche no salimos. Nos volvimos a encontrar todas en pijama, acostadas en una misma cama mirando tele, y volvimos a ser chicas. El viaje nos cargó de pilas, de ganas de hacer cosas”, dicen y reconocen que fue como una inyección de energía, y es por eso, comenzaron a planificar el próximo, tal vez Perú, nadie lo sabe, pero juntas.

Cuando a Sil le detectaron cáncer cambió su chip de vida, hoy lucha, acompaña a otras que la pasan mal (ver aparte) y reflexiona que todos deberían probar la experiencia de crearse un tiempo para encontrarse con amigos. Mira a su alrededor, tanta gente que corre preocupada y pregunta al aire: “¿A donde vas tan apurado?”.

“Como parte de un tratamiento tengo que reír todos los días un minuto, bailar 10 y meditar. Parece una pavada pero no es fácil y las chicas se ocuparon de que se cumpla”.

Silvina

«Se puede vivir bien, no importa lo largo, importa lo bueno”


Silvina sostiene que la peor parte de la enfermedad se vive cuando dan el diagnóstico. “Cuando te dicen cáncer, sentís la sentencia de muerte, y no es así. Por eso digo, que si saben de alguien me llamen si quieren hablar, porque está bueno cuando alguien que lo vivió te puede contar que se puede estar bien, no es necesario ser una estadística».

Cuando me enfermé era de las que pensaba que mis hijos no podían estar sin mi un segundo. Me enfermé tuve que irme a hacer tratamientos y ellos se quedaron y nada pasó.
Integra el grupo Rosas del Valle,
que se juntan en el río a remar en el bote dragón, para drenar. Algo que era impensado que hiciera si no le pasaba esto.

“Me costó acercarme a ellas, porque decía ‘otra vez vincularme con la enfermedad’, y encontré un grupo de mujeres con una fuerza tremenda”, cuenta.

Ellas hacen campañas de prevención y también ayudan a las personas que, por ejemplo, tienen que hacerse una mamografía y por alguna razón no pueden acceder. Otro de los mensaje que quiere dejar es que se hagan los controles. “Hice quimio, rayos, pero siempre me dieron buenos pronósticos porque fui hincha por los controles y cuando me detectaron estaba a tiempo”, destaca.


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