San Martín de los Andes: un arreo de invernada por la Ruta 40
La cita era las 7.30 de la mañana en la Ruta 40 a la altura del aeropuerto de San Martín de los Andes. Llegué puntal, sonriendo, pero algo dormido. El sol comenzaba a insinuar su amanecer, y los “camperos” ya estaban más que listos para arrancar. Solo faltaba ajustar algunas cinchas y que los jinetes monten para sacar a las vacas a la ruta y empezar el andar.
Algo menos que un centenar de vacunos iniciaron la marcha, el objetivo era llevarlos hasta un campo amigo, a unos 6 kilómetros de distancia, algo habitual en esta época, ya que a medida que se termina el verano, hay que salir a buscar mejores pasturas para que los animales se alimenten.
Los jinetes recios, fuertes, enérgicos, aparecieron cada lado y por detrás del ganado, para mi sorpresa, dos chicas jóvenes, con sus boinas coloridas y regios corceles, los acompañaban, con la misma fiereza y firmeza que los fuertes “gauchos” para tal ocasión.
El trayecto se cursó con un andar firme, sin prisa, pero sin pausas, a la vera de la ruta 40, sobre “la colectora”, una calle de pasto, rodeada de pinares, y columnas de tendido eléctrico entre de Junín de los Andes y San Martín, a mano derecha.
Una muestra de destrezas, y sabiduría me esperaban para ser registrados con mi cámara, apenas un animal amagaba a salirse del rebaño, los movimientos, chiflidos y algún que otro grito ponían orden en el andar de las vacas que parecían desfilar como granaderos.
El transitar fue entre campos y un pequeño poblado, unas 50 casas de un barrio cerrado, siempre a la vera de la 40. Al transcurrir una hora y media de firme caminar de los bovinos y caballos, llegó el momento del cruce.
Un móvil de la Policía, rápidamente, entre conos y silbatos, detuvo al tránsito vehicular, que ya era intenso en el diario trajín, y el rebaño se alisto para cruzar la ruta, como cuando lo hacen los niños del colegio. En pocos minutos, todos los animales ya estaban dentro del campo vecino, listos para pastar apaciblemente.
Trashumancia, pastoreo en continuo movimiento
Se acerca el otoño, que es una de las épocas donde se produce las trashumancia en Neuquén. Puntualmente la invernada, los crianceros llevan sus animales hacia lugares en los que se pueda garantizar su supervivencia.
Desde fines de marzo y durante todo abril es usual ver a lo largo de toda la cordillera neuquina cómo cientos de animales son arriados campo abajo. Tan importante es el movimiento, que incluso desde Vialidad provincial alertan sobre las medidas de precaución y también se asiste y acompaña a los crianceros.
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