Mi experiencia en la Patagonia: así fue mi primer invierno en Villa Pehuenia Moquehue
Nos gusta escuchar las historias de quienes habitan el Sur. Esta vez, invitamos a Ariadna Boggero a contar la suya en la cordillera neuquina. De Merlo (Buenos Aires), 36 años, es contadora y profe de yoga. Este es su inspirador relato.
Vine para probar cómo es vivir en la montaña. Obvio que estoy acá porque lo conocí a Nico, pero igualmente vine a probar. Imaginate que vengo de la ciudad de la furia y pasar de cuidarte en extremo por miedo a que te roben, a tener el vecino más próximo a un km es un gran cambio.
Lo mas hermoso de estar acá es que realmente te metés de lleno con la naturaleza, en las cuatro estaciones. Vivís con su pulso, sentís realmente como cada estación te invita a experiencias muy distintas.
Por otra parte soy friolenta, o sea que eso era algo también a experimentar. Ya este lugar me había convencido en todas las demás estaciones: lo primero que amé es la gama de colores en otoño en el medio del bosque, el sol, muelle y lago en verano y ahora que todo se tiñe de un color blanco silencioso, (inventando un color nuevo a esa gama) es increíble.
Estoy escribiendo esto y se me viene a la mente el ruido de los pasos en la nieve, los perros jugando.
Hoy salimos otra vez un rato y ya me dan ganas de ir y probar mil veces más.
Tan distinto a Buenos Aires
Mis días acá son muy distintos a lo que era en Buenos aires, allá vivía casi todo el tiempo en respuesta al ritmo de la sociedad, el querer hacer mil cosas, no perderse de nada, los horarios, las corridas, la gente, el caos, los ruidos, la inseguridad. Y lo lindo era obviamente el amor cercano de la familia y amigos.
Y ese día que salí y vimos la cantidad de nieve que había caído, me sentía Anne con e, no sé si vieron esa serie, pero todo me asombraba y me maravillaba. Cuenta la historia de una nena que tiene una mirada poética de todo. Es como que toda la serie en sí se torna una poesía. Tiene hermosos paisajes, diálogos y fotografías.
Amé las texturas distintas, las formas, los árboles. Y como tengo a mi lado al mejor profe de esquí eso me hizo muy directo el camino a disfrutar de la nieve. Yo no sabía esquiar, Nico tiene toooda la paciencia para explicar y acompañar el proceso a la perfección.
Acá no es todo cual cuento de Anne (o sí, depende como lo mires y lo tomes), hay días en los que extraño a mi familia, mis gatas (que se quedaron estos meses con mi mamá y mi papá), mis amigos, y también hay cosas que no son fáciles al estar lejos de la ciudad, más en invierno, pero la tranquilidad, las puertas abiertas, el silencio y el dormir bien, el salir a una montaña diferente cada día, el oxigeno, el darme cuenta que el estrés no es una respuesta habitual de mi cuerpo, todo eso lo vale!
En el día a día cuando me levanto, generalmente Nico trae el medio limón y mates a la cama (sí, es un amor!). Ese es nuestro inicio de cada día, “la sobrecama”, meditamos y después arrancamos el día.
Si hay sol a veces me propongo salir a dar un paseíto (porque si no voy en ese horario después me engancho trabajando, o puede nublarse y me quedo con las ganas).
El trabajo contable lo hago de manera virtual y la mayoría de las clases de yoga también. Lo que más cuesta de una “no rutina” es la autoorganización, poder encontrar el equilibrio entre trabajar y generarse tiempo libre para salir, conocer, y demás.
De a poco empiezo a conectar con Moquehue, y se empiezan a abrir puertas, y tengo algunas actividades.
A mí me gustan las actividades con el cuerpo, soy un poco manija. Soy profe de yoga, y desde ahí siempre estuve a pleno observando mi cuerpo y mis emociones con varias disciplinas, sin darme la de gurú ni nada por el estilo, simplemente estoy como en esa de autoconocerme un poco más, observar mis mecanismos, pensar que es mío, que es impuesto por la sociedad y demás (que quizás sea un poco en la que estamos todos hoy).
Estoy dando unas clases presenciales de yoga, también ya está abierta la inscripción a un retiro de yoga que vamos a hacer en noviembre y diciembre, y otra propuesta hermosa que estamos craneando con Nico es un evento de invierno con actividades en la naturaleza relacionadas a la nieve, como esquí, snow, caminatas con raquetas, juegos y otras sorpresas. Así que viendo de que manera podemos expandir lo que amamos hacer, con la frutillita del postre que es el paraíso en el que estamos, con el lago, las montañas y las araucarias milenarias de fondo.
También doy clases de Acroyoga, en dónde trabajamos de una manera más terapéutica, pero también lúdica la conexión con un otro. Y bueno, me faltaba esto, nunca había estado tan en contacto con la naturaleza como desde que estoy acá.
Todas estas son prácticas que a mí entender tenés que experimentarlas para conocer lo que te genera, porque no se pueden expresar con palabras, a cada uno/a le toca una fibra distinta.
A mí me pasó con yoga, que es una práctica personal, re intro. Acroyoga, es una práctica para volver a ser niños y reobservar cómo nos expresarnos con el otro y en este caso vivir acá y estos deportes, es como hacerte parte de la majestuosidad de lo natural.
Cuando nieva en la Patagonia
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Cuando nieva particularmente (lo hablamos con Nico siempre) es como que el mundo entra en una pausa. Todo se hace más lento y silencioso. Mirar los copos de nieve caer es como una meditación contemplativa cada vez que abrimos la cortina a la mañana, tomando mates en la cama.
Realmente estoy muy agradecida: primero con Nico, es alto compañero. Y también conmigo por permitirme estar acá con experiencias tan cercanas a lo inmenso que nos rodea. Que a veces lo naturalizo, (y me hago acordar a un cuento de «Las ciudades invisibles») y otras veces me detengo a pensarlo y realmente me conmuevo con cada detalle que me regalo presenciar.
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