Los Bolillos: así se ve el santuario de tótems naturales del norte neuquino cubierto de nieve

Las maravillosas formaciones de fragmentos volcánicos atraen turistas todo el año. Son formaciones rocosas de mediana altura, moldeadas por el viento y la arena que resaltan en la nieve.

Así se ven estas maravillas del norte neuquino cubiertas de nieve.

Al final de un camino de tierra que serpentea entre puestos de invernada y piedras, Los Bolillos invitan a un mágico viaje en el tiempo. El escenario es de película: el santuario de tótems naturales del norte neuquino esculpido durante miles y miles de años por el gran orfebre, el viento y su soplido como banda épica banda de sonido.

Días atrás, durante una de sus recorridas, pasó por esta joya Martín Muñoz, fotógrafo y guardafauna, nacido y criado cerca de allí. Captó el vuelo de un cóndor sobre este tesoro de la naturaleza y registró los arreos de los crianceros en la nieve, en busca de pasturas para sus chivas y ovejas. Para ellos, son días complicados para mantener su ganado.

En el acceso, desde una loma, la vista es estremecedora: una sucesión de rocas con forma de agujas, conos y domos que viran del rojo al ocre en los tramos que la nieve dejar ver. Detrás, los campos de los arrieros y los álamos y pinos que protegen los puestos en el valle del río Varvarco. Más allá, entre las nubes, se recortan los picos nevados de la cordillera bajo el cielo puro de la Patagonia.

Para llegar a ese territorio donde cayeron fragmentos de erupciones volcánicas hay que hacer unos 15 kilómetros desde Varvarco por la ruta provincial 43, a esa altura un camino de ripio que zigzaguea entre montañas. Y desviarse donde indica el cartel unos cuatro kilómetros hacia la izquierda. Ya cerca del final de invierno, según el día puede haber nieve, hielo o barro y hay que portar cadenas. Lo recomendable es chequear el pronóstico y el estado de las rutas, señala Martín.


Con siete mulas y un caballo


No había señalizaciones ni autos en 1903, cuando el sacerdote Lino del Valle Carvajal partió de Chos Malal con siete mulas y un caballo acompañado por el vecino Olegario Ocampo y sus dos ayudantes, Gumersindo D. Carbajal y Santiago Foggiarini.

Rocas con forma de agujas, conos y domos que viran del rojo al ocre dónde la nieve dejar ver. Fotos: Martín Muñóz.

Asombrado por Los Bolillos, en su deliciosa crónica del primer ascenso al Domuyo, los describía así: “Hora 5.50 P.M. Hemos girado un codo del Varvarco hacia el NE y a nuestra derecha hemos divisado un valle encantador y extraño, donde se levantan torres rosadas de diferente grueso y altura. Enderezamos al galope hacia ellas”, señala en el texto que se puede leer completo en Neuteuca, la imprescindible biblioteca digital del historiador Isidro Belver, otro apasionado por el norte neuquino desde su pago chico, Huinganco.

Así están Los Bolillos tras las nevadas. El vuelo del cóndor los vuelve aún más espectaculares. Fotos: Martín Muñoz

“Cuando llegamos al primer grupo, compuesto de veinte conos perfectos, entre grandes y chicos, observo que están formados por cenizas rosadas y moradas, con fragmentos de brekes y carbones volcánicos. Los más altos tienen 15 metros y tres los más bajos. El diámetro del mayor, a la base, es de dos metros. Algunas torres tienen la cúspide del cono emblanquecida por el guano de los ñancos y otras rapaces. Hay otros conos truncados, más bajos, y como si estuvieran cubiertos por un velo blancuzco”, continúa el sacerdote.

“El número de los conos romos pasa de quinientos y se extienden en una superficie de cuatro a cinco hectáreas. Su aspecto es el de un cementerio israelítico del cual se levantaran los muertos envueltos en sus blancos sudarios”, agrega.

“El sol bañándolos con sus rayos murientes concurre a llenarlos de un aire sepulcral y bíblico, que me recuerda la visión de Ezequiel sobre el Juicio Final. Ocampo dice que parecen almas petrificadas”. Así cierra su brillante relato el sacerdote: supo estar a la altura de la belleza que lo deslumbró.


120 años después


Ahora el que se deslumbra es Martín, orgulloso hijo de esta tierra. Allí, a Los Bolillos, va con su cámara al hombro, cada vez que puede, en especial si cayeron copos blancos: sabe que las postales son de otro mundo y le gusta asomarse a esa espectáculo sobrenatural, con esos conos que se alzan al cielo rodeados de nieve.

A una de las formaciones se la conoce como Los Monjes, gigantes de unos 15 metros de altura que se ganaron su mote por la semejanza con un grupo de religiosos parados con capucha y sotana. “Es una sensación única en un lugar increíble. De niño lo veía como unas rocas en medio de un manto blanco, no sabía la maravilla que tenía delante de mis ojos”, cuenta Martín.

“Volver a Los Bolillos cuando hay nieve es una sensación diferente. En otras épocas del año los turistas nos dicen ‘cómo será este lugar en invierno’. Bueno, es así de lindo”, agrega. “Cada vez que está nevado me doy ese tiempo de ir a quedarme un rato a mirar, a disfrutar de la vista, el silencio y el vuelo de los cóndores”, continúa.


Las cruces y los espíritus


Por si faltaran detalles, entre Los Monjes hay nueve cruces de madera. Los testimonios vinculan el cementerio a “la fiebre y la peste”, alrededor de 1930. En el mismo lugar fueron enterrados Clara Sotomayor y Zapata, la cautiva que se enamoró del bandolero que la raptó en Chile y la llevó al campamento de los temibles hermanos Pincheira que robaban y mataban en nombre del rey de España, como relata el historiador Isidro Belver.

La historia de las primeras tumbas se hace leyenda para contar que los espíritus de Clarisa Sotomayor y Zapata, la cautiva que se casó con el bandolero que la raptó tras asesinar a su padre en Chile, salen a pasear al atardecer entre las rocas, iluminados luego en la penumbra por las estrellas y la luna que brillan en la noche del norte de la Patagonia.


Hosterías del Norte Neuquino


En el norte neuquino las Hosterías Los Miches, Huinganco, Varvarco y Las Ovejas siempre son una buena opción para hospedarse. Tienen habitaciones dobles y simples y los precios son $25.000 y $22.000 respectivamente.


Cómo llegar a Los Bolillos


Si tomamos como referencia Neuquén capital, hay que ir por la ruta nacional 22 hasta Zapala, empalmar con la mítica ruta nacional 40 hasta Chos Malal (podés cargar combustible) y ahí tomar la espectacular ruta provincial 43, pasar por Andacollo (también podés cargar combustible), Villa Nahueve y Las Ovejas, donde termina el asfalto. Seguís por el ripio y unos 18 km más adelante, la 43 dobla a la derecha hacia Varvarco y cruzás el río Neuquén por un puente. Desde el pueblo son 15 km más por la misma ruta 43, hasta empalmar con el camino de 4 km hasta Los Bolillos indicado por un cartel.

De momento, las lluvias redujeron el manto blanco de hace dos semanas a unos cinco centímetros.
“Después de las nevadas se podía llegar, pero después de las tormentas se complicó. Estos días, por ejemplo, no se podía. Esto cambia día a día”, dice Martín.

“Los arroyos están crecidos y cortan el camino. Por muchos años no tuvimos tantos días de lluvia como ahora en la zona y las rutas estas con barro y muy complicadas. Por eso antes de venir hay que chequear el pronóstico y el estado de las rutas”, recomienda.


5 imperdibles del Norte Neuquino


1- Chos Malal es la puerta de entrada a la zona norte, su paso es obligado y constituye un punto medio de la mítica Ruta Nacional N°40.

2- El Área Natural Protegida (A.N.P.P.) Sistema Domuyo; un lugar cerca de la localidad de Varvarco.

3- El A.N.P.P. Lagunas de Epulauquen, cerca de Las Ovejas. La belleza de su naturaleza es sorprendente.

4- Cascada La Fragua, una impresionante caída de agua de 40 mts. Se llega por la Ruta Provincial N° 54 a 4 kilómetros de Manzano Amargo.

5- Si te gusta la pesca las lagunas Huaraco, Varvarco Campos y Tapia.


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