Cuatro amigos, una travesía, 120 km por 14 montañas nevadas y el paraíso
Esquiaron 9 días desde el centro de Villa la Angostura, hasta San Martín de los Andes en una aventura que requirió planificación, adaptarse día a día a diferentes situaciones y un gran esfuerzo físico y mental.
En verano Joaquín y Facundo Pessacg, Eduardo Raemdonck y Diego Meier estaban en El Chaltén. Esperaban una ventana de buen tiempo para salir a escalar y una idea se colgó de sus cabezas. “No podíamos mover el cuerpo y se filtraban ideas locas que después volvieron y tomaron forma”, dice Diego y recuerda cómo nació esta travesía, con la que por 9 días, recorrieron la ruta de los 7 Lagos, desde Villa La Angostura, hasta San Martín de los Andes.
Nombraron al proyecto 7 Lagos y 14 montañas. Recorrieron unos 120 km por una línea de sur a norte, en un itinerario que los mantuvo el mayor tiempo en la parte alta de las montañas. La planificaron en detalle y se impusieron un propósito, dejar en la naturaleza, solo las huellas de los esquíes en la nieve y nada más. Lo hicieron y enseñaron.
“Usamos la esencia del esquí de travesía. Escalamos poco, o sea, la bajada que uno se imagina, mucho no la pudimos hacer. Íbamos con mochilas de 20 kilos en la espalda y por muchas horas”, cuenta Diego.
Hacían ocho o diez horas por jornada de subidas, bajadas y usaban los esquíes para trasladarse. Tenían planificado hacerlo en 15 días, pero un clima adverso con lluvias, nevadas, viento fuerte y nubes cambió los planes.
Vieron el pronóstico de la tormenta. Forzaron la marcha para llegar a un lugar, casi en la mitad, que es el lago Falkner. “Ahí dijimos que no tenía sentido. Decidimos evacuar hasta que pasara un poco. Entendemos cuáles son los riesgos y no fue una decisión tensa, la montaña nos ofrecía esto y nos adaptamos. El clima no se ajustó a nuestra idea y los cuerpos estaban cansados”, destaca el montañista.
Cuando pasó la tormenta retomaron donde habían dejado. La montaña los recibió con sol, frío y nieve fresca. A lo largo del recorrido ascendieron cumbres y largos filos nevados, aunque lo más complejo fue bajar y subir profundos valles de origen glaciar donde crece el bosque y los “casi” impasables cañaverales, que con la nieve se aplastan y entrecruzan.
“Nunca nos pusimos tan contentos como cuando se terminaban y aparecían los nevados y abiertos bosques de lenga, para andar por donde queríamos. Aunque, no la teníamos tan simple, al ser un año poco nevador, tuvimos que cruzar innumerables cañadones con arroyos, algunos con puentes de nieve, no siempre estables y otros directamente sacándonos los esquíes”, recuerdan los cuatro amigos.
El segundo tramo tuvo mejor clima. «Era subir y encontrar un paisaje en 360 grados, de montañas y más montañas. Llegar a un lugar de campamento y decir llevamos diez horas, pero lo dimos todo y acá estamos derritiendo nieve para unos mates», dice Diego.
Los cuatro se conocen mucho, y aunque fue una salida con exigencias, sobre todo fue compartir. «Reírse del que se caía, si no pasaba nada”, recuerdan.
Casi al final, cuando estaban cerca del centro de esquí Chapelco en San Martín de los Andes, colaboraron en un rescate. Una esquiadora se había accidentado y al final fue trasladada en helicóptero. Luego del rescate y con un gran atardecer, por última vez, cambiaron de planes.
Bajaron con el resto de los esquiadores de montaña que participaron del rescate, y a pesar de las 14 horas de actividad y el cansancio acumulado, festejaron en el centro de San Martín con pizza, cerveza y una cama para dormir.
La vida en la montaña
Son de Villa Angostura y uno de los chicos ahora vive en Bariloche. «Yo y Eduardo nacimos acá, y los otros dos chicos son hermanos mellizos, que viven acá hace como 10 años. Cuando sos un nacido y criado en los pueblos de la cordillera, las montañas son el patio en el que se juega” dice Diego.
Desde niños, a través del Club Andino de la Angostura, aprendieron sobre el esquí, primero en la escuela y después haciendo salidas.
“Naturalmente te vas apasionando. Hay una escuela que no es tan formal. Estás en el pueblo y te vas metiendo en el paisaje, en la nieve. La motivación siempre te lleva a que vayas un poquito más, es un camino largo, te esforzás. Haces un curso, otro”, cuenta Diego.
Hoy, a diez días de la vuelta, subrayan que querían promover la responsabilidad que cada uno debe tener en la montaña y en casa. «Generar el mínimo impacto posible, siendo conscientes de nuestras decisiones y eligiendo las que dejen la menor huella permanente”, juran los cuatro mientras las ideas locas invitan a subir volcanes en Chile, volver a El Chaltén, seguir por las cumbres, el hielo y las aventuras.
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