Viaje en bici rumbo al paraíso de la Patagonia donde se filmó la gloriosa escena de Caballos salvajes
"¡La puta que vale la pena esta vivo!" es una de las frases más recordadas del cine nacional. La escena la protagonizó el gran Héctor Alterio a 17 km de Puerto Madryn. Un grupo de ciclistas llegó a ese lugar de película para maravillarse con esta joya de la naturaleza.
Es un día de sol 17 kilómetros al sur de Puerto Madryn y el grupo de ciclistas pedalea por un sendero concentrado en los cambios: hay curvas, subidas y bajadas. Juan, el guía de la expedición, marca qué conviene en cada tramo con una seña que imita el que viene atrás y así toda la fila. Según la arena, los pozos y el declive, a veces conviene hacia la izquierda y a veces a la derecha. Adelante aparece ese mar azul que encandila, el cerro Avanzado emerge a unos 500 metros a la izquierda como un inmenso faro de la Patagonia agreste con su paleta del blanco al ocre. Para el otro lado, brilla un horizonte de estepa y océano. Tienta mirar a ver si justo aparece una ballena dando un salto como la que filmó Maxi Jonas mientras esperaba que el semáforo pasara del rojo al verde en la ciudad, pero no conviene hacerse el cazador de imágenes y desconcentrarse porque el porrazo es una amenaza agazapada, sobre todo para los novatos del mountain bike. Es mejor recordar las indicaciones previas: solo hay que accionar el freno trasero, nunca el delantero. Y para los cambios, con el pulgar se aliviana la marcha y con el índice se vuelve más pesada, ideal para cuando se agarra velocidad.
De pronto hay una subida a la derecha, larga, linda sin demasiada pendiente. Ahí está Juan, el experto ciclista que atravesó la frontera de la calza y se mueve con naturalidad. El resto, todos de largos, menos un par de audaces con bermudas que ya saben lo que es rozar las espinas de los alpatacos. Entonces, Juan tira la sorpresa que tenía reservada.
-Acá se filmó la famosa escena de Alterio en Caballos Salvajes -dice. Los más grandes se miran. No tenían ni idea, se sorprenden. Vieron la película en los 90′, cuando un millón de espectadores llenaron las salas de los cines para vibrar con las aventuras de José (Héctor Alterio), el veterano de mil batallas dispuesto a arriesgarlo todo por la causa más justa, que arrastra con su pasión a Pedro (Leonardo Sbaraglia) y Ana (Cecilia Dopazo), que apenas pasaron los 20 y mientras la road movie de Marcelo Piñeyro avanza por los caminos despoblados del sur se alejan, desencantados, de la frivolidad. Eligen la utopía.
En el punto más alto de la película, Alterio, ese crack que protagonizó la escena legendaria, que ya tiene 93 y aun le piden que la recree, ahí, en ese mismo montecito, con el Golfo Nuevo a sus espaldas, metido en su piloto, bailó con su gracia única el vals de Strauss, banda de sonido a la altura de esa magia, de esos movimientos, de esas palabras.
-¡La puta que vale la pena estar vivo! -exclamó y sería un pecado spoilear el motivo si aun no viste la película, disponible en Youtube y Netflix por estos días. La frase se ganó su lugar entre las más recordadas del cine nacional. Tanto, que cuando el actor volvía a Buenos Aires se la gritaban en las calles y desde los colectivos cuando lo detectaban, inconfundible. Y él se reía, divertido también porque a veces venía medio deformada, adaptada al recreador, pero sin perder nunca su esencia.
La frase se la había pasado por teléfono la guionista Aída Bortnik al director Marcelo Piñeyro cuando la llamó para consultarle cómo rematar una secuencia.
-¿Y cómo lo tengo que decir? -preguntó Alterio al enterarse.
Minutos después encontró la grandiosa manera. «Y lo hice ahí, cuando me quedo solo ahí en el medio del monte. Por lo simple, la frase repercutió mucho. La gente se asomaba de los colectivos y me la gritaba. Estaba todo el mundo entusiasmado y cada uno la decía de acuerdo al estado de ánimo que tenía. Fue muy divertido y muy gratificante a su vez. No me imaginé que iba a pegar así, han pasado muchísimos años y siempre que voy a Buenos Aires me gritan en la calle. Y, aunque yo no los veo, los escucho, pero se equivocan y dicen ‘La pucha que vale la pena estar vivo’, dicen cualquier cosa», relató divertido en una entrevista con Radio Nacional.
Del casco de una estancia al mar
El paseo comienza en el casco de la estancia San Guillermo, de 2.700 hectáreas, pasando cerro Avanzado, donde hay cría de ovejas y un galpón de esquila y podés pasar un día de campo o alojarte en sus cinco habitaciones. También es el escenario de los viajes nocturnos a las estrellas, con el relato de Nani Pegoraro sobre los secretos del cielo patagónico.
En el caso del mountain bike, es el punto de partida de una aventura para pedalear por senderos que te acercan al mar y regalan espectaculares vistas de este tesoro de la Patagonia. Antes de salir, Juan da la charla técnica y explica el funcionamiento de las bicis mientras Lucas entrega los cascos. Después, se sube a la camioneta de apoyo a la excursión, con una bicicleta adicional en la caja por si hay algún problema. Además de la recordada escena de Alterio, se filmó otra impresionante de esa misma película cuando los caballos galopan en libertad.
Después de una bajada inolvidable, el recorrido continúa por la arena y vuelve al ripio hasta llegar a un apostadero de lobos marinos, Punta Loma, a 10 km del punto de partida.
Todo termina después de unas tres horas de aventuras, con unos mates, café o té y unos snacks en la playa, de cara al mar. ¿El precio?: 40.000 pesos. También podés ir en bici desde Puerto Madryn o llegar al lugar en auto por el camino de tierra que corre paralelo a la costa. Hay que estacionar cerca de cerro Avanzado y caminar unos 500 metros hasta llegar al punto de la famosa escena.
Contacto: multiaventuramadryn/ Más info: madryn.travel/
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