La historia de Natalia, de Neuquén a Australia: “No me siento extranjera, lo que más extraño es mi gente” 

Natalia Verolin nació en Neuquén. Es abogada y vive en Sidney desde 2015. Un día comenzó su aventura de viajar y le cambió la vida. Conocé esta historia de una patagónica por el mundo.

Son las 20:25 en Sidney (7:25 de la mañana en Argentina) y Natalia está en su casa cerrando el día y respondiendo preguntas por teléfono. Repasa su vida, hace balances y recuerda decisiones, paisajes, la gente más querida y la que más extraña. ¿Cómo fue que una “nacida y criada” en Neuquén, patagónica por el mundo, llegó a no sentirse extranjera en Australia? ¿Cómo es que un día comienza tu aventura de viajar y te cambia la vida? 

Natalia Verolin, tiene 38 años, nació y vivió en Neuquén. Hizo la primaria en la escuela pública y el secundario, en el Jean Piaget. Por entonces, los límites de su mundo eran “el barrio (Jardines del Rey), el centro, la avenida Argentina y la Perito Moreno, que a las 3 de la tarde ya no había nadie”. Después se fue a vivir a Buenos Aires, estudió primero sociología, después dirección y producción de cine, y terminó recibiéndose de abogada en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Reconoce que tuvo suerte, “buenos laburos” y que a los 28 años ya estaba un poco agotada. Debía tomar decisiones y cambiar de rumbos.  

Cuenta que su vida en Argentina era “un poco aburrida y desolada”. La mayoría de sus amigas de toda la vida (con las que aún sigue en contacto, el núcleo duro) estaban en pareja. Ella se había separado de una relación “no muy felíz”, tenía “algunos problemas de salud, con base emocional”, tenía un trabajo que “amaba con pasión” pero “las horas eran largas, a veces trabajaba los fines de semana, una vida muy al palo”, sintetiza. Estaba necesitando ver otro mundo, otra cosa. Sumado a que se animó a viajar sola, se dijo: “este es el momento, si no lo hago ahora no lo hago más”.  

Natalia Verolin en su oficina. Un amanecer sin filtro en su barrio. Fotos gentileza.

Natalia, de Neuquén a Australia: «Llegué y no entendía nada” 


En uno de los viajes a Neuquén a visitar a la familia conoció a una chica en el aeropuerto con la que se puso a charlar y que estaba haciendo los trámites de la Visa para Australia. “Cuando uno se abre a lo nuevo, las oportunidades me fueron apareciendo en la puerta”, cuenta al recordar a esa otra viajera neuquina, como ella, que le explicó en detalle todo el papelerío que tenía que hacer. 

“Me fui a Estados Unidos y volví enchufada con seguir viajando y conocer gente”, por lo que rápidamente hizo los trámites y “de un momento para el otro” logró una Visa work and holiday (trabajo y vacaciones), y sacó un pasaje de avión con seis meses de anticipación. Era junio del 2015 y había organizado su vida para irse por un año y volver. 

“Llegué a Sidney con los horarios cambiados, todo dado vuelta, no entendía nada. Venía muy embalada con viajar y en el hostel ya me asusté un poco, empecé a ver otra realidad: la mayoría de la gente era más joven que yo, entre 19 y 20 años. Claro, en los países europeos cuando terminan la secundaria se toman un año de recorrer el mundo y después van a la universidad. Por ahí si yo hubiera podido hacer eso me hubiera evitado el cambio de carrera tres veces”, piensa. 

Natalia Verolin junto a su pareja en Bondy, Australia, un día de caminata. Foto gentileza.

Viajó un tiempo por el norte del país, volvió, se fue a vivir a un departamento compartido, aunque con un cuarto propio. Sin trabajo ni universidad su vida social estaba muy limitada, se sentía sola y no sabía para dónde disparar. Consiguió trabajo en un estudio jurídico que hacía derecho de inmigración, pero el dueño, “un chanta”, no le quiso pagar. Se fue. Trabajó para una organización de caridad. Pasó muchas horas parada en un shopping tratando de convencer a la gente para que aporten fondos. “Era duro, trabajaba solo por comisión y si bien tenía ahorros veía que mi cuenta se iba achicando”, confiesa.  

“El segundo capítulo de mi vida: empezar de nuevo”: Natalia, de Neuquén a Australia 


A punto de tocar fondo, comenzó lo que llama “el segundo capítulo de su vida”. “Dije lo único que amo hacer, y sé hacer, es ser abogada”, dice, “así que me propuse encontrar un trabajo como asistente o administrativa. Fui muy tenaz, cara rota como la mejor y sin miedo al rechazo. Aunque su inglés era limitado, conseguió trabajo en un estudio jurídico. 

“Al principio no entendía nada de lo que estaba haciendo, iba como una campeona de lunes a viernes, leía 35 mil veces las cosas para tratar de entender, pero me quería quedar a vivir en Sidney, trabajaba muy duro. Como mi salario era muy bajo me ofrecieron pagarme la Universidad. Lo hice, me recibí después de estudiar de nuevo, no todo porque conseguí un montón de excepciones por la experiencia que ya tenía”, reconoce.  

Natalia Verolin hace yoga todas las mañanas en la playa, a unas cuadras de su casa. Foto gentileza.

Hoy, trabaja como abogada para una empresa del estado australiano que tiene su a cargo el ferrocarril. Todas las mañanas, se levanta temprano, a las 5.30, camina hasta la playa, hace yoga, va a la oficina solo tres veces por semana y el resto, home office. Esos días que tiene más tiempo aprovecha para meterse en el mar y nadar un kilómetro, sin traje, sin frío porque “una vez que te metes no parás de nadar y el cuerpo se te anestesia y todo lo más lindo del mundo te pasa en ese momento”. Lo adora, le encanta.   

Los fines de semana se va de camping con su pareja o se ve con amigas, pero mantiene la rutina de ir a la mañana a la playa a hacer yoga, todos los días. “A veces con mi novio caminamos por la costa hasta Bondy. La vida acá es toda al aire libre, no importa si hace frío. El clima es bastante amable, aunque llueva voy a la playa, y trato de hacer mi vida antes de empezar a trabajar. Eso me llena el alma y me hace felíz”, reconoce.  

Natalia Verolin junto a su pareja en Bondy, Australia, un día de caminata. Foto gentileza.

Lo que más se extraña: Natalia, de Neuquén a Australia 


Después de casi 10 años allí, Natalia ya no se siente extranjera en Australia. Dice estar integrada a su comunidad y adaptada completamente a la cultura del país. Lo que aún le sorprende es la falta de integración entre los diferentes pueblos originarios y el resto de la población, por ejemplo, o el “altísimo consumo de alcohol en los adultos, no tanto en jóvenes». 

Hay algo no acepta, aunque no se rebela, y es el “individualismo” al momento de salir a comer con amigos: «Cada uno paga lo suyo en vez de sumar el total y repartir. Con mis amigas latinas dividimos todo igual. No lo voy a aceptar nunca como es acá. Cuando vienen amigos a casa, yo invito, eso no se discute, a lo sumo traé una botella de vino”.  

Natalia Verolin, de Neuquén a Australia. «La vida acá es al aire libre». Foto gentileza.

“¿Qué es lo que más extraño?”, se pregunta, responde y deja salir la emoción al otro lado del teléfono: “Lo que más extraño es mi gente, mis amigos, mi familia, mis sobrinos, los amigos argentinos, no tengo palabras… Te cuento esto y me dan ganas de llorar. No hay vínculos como los que establecemos en Argentina. También extraño la montaña, los lagos, los paisajes de la cordillera, cuando íbamos de camping con mis amigas, y la pasábamos tan bien. ¡¡Y el río en Neuquén! ¡Si habré ido al río!”, se acuerda, “pero más que nada extraño los amigos”.  

Natalia se siente “australiana y argentina 100%”, en todo momento. Salvo para el mundial en que la proporción no fue 50 y 50, tal vez. El día del partido contra Australia, estaba con tres amigas argentinas, en un lugar con pantalla gigante, rodeadas de australianos: “Cuando la pelota entró al arco, me salió del alma, estaba sentada en el piso, me levanté, y grité GOOOOLLLLL. Delante de todo el mundo. Con la garganta. Como nunca. No me miraron con mucho cariño, pero no me dijeron nada. Yo siempre voy a ser argentina, lo llevo en la sangre y en el corazón”.  


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