Con 67 años recorrió la ruta 40 en bicicleta: en 4 meses pedaleó 5080 kilómetros
Hace 4 meses, el 7 de julio, Gabriel Leone, salió desde La Quiaca en bicicleta con el objetivo de llegar a Cabo Vírgenes y recorrer 5080 km. Por estos días llegó al fin del mundo y así lo celebró.
Se bajó en ese punto de la bicicleta, buscó el celular y llamó a la familia. “Se lo dedico a mis nietos”, dijo Gabriel Leone mientras giraba y la cámara mostraba las imágenes del faro, del cartel, de la Patagonia más profunda. Entre el frío, el cansancio y la soledad, la emoción se le metió en la voz para quebrarla de golpe. Lo había logrado.
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Era 30 de octubre a las 10 de la mañana, estaba justo enfrente del cartel que dice km0 de Cabo Vírgenes, en el punto más austral del continente americano. Venía de 3 meses y 2 días de recorrer la ruta 40 de norte a sur, de atravesar el país de manera completa, de pedalear contra el viento, el frío y el sol.
Gabriel es de La Pampa, está hace unos años jubilado, tiene 67, pero el 1 de diciembre cumplirá 68 años y demostró que no hay edad para cumplir lo que se desea de corazón. El 7 de julio salí de La Pampa en un Motorhome hacia el norte con su bicicleta. El 8 de julio comenzó a pedalear desde Tucumán en un periodo de adaptación a la altura. Y el 28 de julio salió de La Quiaca que es donde está el km 5080.
Así arrancaba la aventura
Esperó una vida este viaje. Gabriel Leone soñó mil veces que subía a su moto y recorría la ruta 40 de norte a sur. Que atravesaba pueblos, conocía gente, descubría paisajes. Pero el trabajo, la crianza de los hijos, el tiempo breve e insuficiente de vacaciones que da un contrato laboral, postergaron las cosas.
Nació en Morón provincia de Buenos Aires pero a los dos años ya estaba en General Pico, La Pampa. Se considera un verdadero pampeano porque “vale más el lugar que uno eligió para quedarse, que en el que nació”, confesaba.
“Cuando tenía 10 o 15 días de vacaciones salía con mi esposa, y a ella no le gustaba una travesía semejante. Se fue postergando. Fui carpintero y después comencé como viajante. Trabajé 38 años de viajante, me fue bien, llegué a supervisor de zona y cuando me jubilé dije ‘¿Por qué no hacer la ruta 40 en bicicleta y pedaleando en solitario?’”.
Venía haciendo algo de ciclismo. Salía alrededor de la ciudad por los caminos vecinales. De a poco, comenzó a rendir más, primero llegó a hacer 20, 30, 50 kilómetros, alcanzó los 100 y en las charlas con otros ciclistas escuchaba de aventuras como las que él soñaba hacer.
Decidió salir de Tucumán. Lo llevó un amigo en un motorhome, que iba de vacaciones al norte. El 8 de julio a la mañana comenzó a rodar su misión: llegar a La Quiaca, para hacer un recorrido de 5.080 por la Ruta 40.
“La estoy haciendo descendiendo. Algunos salen por Cafayate para no hacer el ripio o esquivar la Puna. Yo llegué al pueblo que más al norte está de Argentina, que es Santa Catalina y de ahí voy bajando”, decía desde el sur, a poco de cruzar la mitad del camino.
La rutina era hacer un promedio de 40 a 50 kilómetros por día. Hay días que por ahí llegaba a 90 o 100, según la distancia que haya entre los pueblos.
Viajaba con una carpa, cosas para cocinar, ropa, alimentos, el calentador y repuestos para la bicicleta. La bicicleta con carga pesaba 68 kilos, más su peso son 150 kilos.
«Podés parar en hoteles, pero yo soy jubilado y el costo en zonas turísticas es carísimo. Lo que busco siempre es un camping municipal, y si no, a veces paro en el medio de la nada y armo la carpa. Pero por ahí me ve alguien entrar en una ciudad en bicicleta y me dice ‘¿Querés venir para casa?’. Tengo invitaciones en San Martín, en Villa La Angostura. En Bariloche tengo la casa de una prima de mi señora y se van dando cosas», contaba por esos días.
Los desafíos más grandes de hacer la ruta 40
El camino recorrido, tiene diferentes dificultades y atractivos. Hay cuestas muy famosas que lo dejaron sin aire. Por ejemplo saliendo de Humahuaca, la de Los Chorrillos dice que le costó muchísimo.
Los días de viento también marcaron una gran dificultad, y cuando entró a la Patagonia se hizo setir. «Pero lo más duro creo que es no poder respirar, en el norte no me apunté en ningún momento, pero notás la falta de oxígeno, eso es duro, caminaba, hacía diez, quince metros y tenía que descansar para que bajen las pulsaciones».
No estaba adaptado y subía y subía. «Dicen que cuando subís más de 500 metros un día lo ideal es quedarse otro día más tranquilo descansando. La cuesta entre la Quiaca y Cieneguillas y el Abra del Acay con 5000 metros de altura, es el techo de la ruta 40. Caminé 7 horas, con la bicicleta a la par para subirlo, no había forma de pedalearlo. Vienen del mundo a hacer esa ruta. Es la segunda ruta nacional más alta del mundo», relataba.
La bicicleta no es la mejor para esos caminos, pero es lo que había. Una de las cosas que no olvidará de los caminos pedaleados es a la gente del norte, con la que se cruzó.
«Es buenísima, muy bondadosa, muy abierta. Vas a preguntar algo o que te expliquen y se toman el tiempo. Después los lugares hermosos, los paisajes, la Cuesta de Miranda, hay tantos lugares lindos…»
Por la Patagonia
«De a poco, la estepa se comienza a sentir, se van achatando las matas, todo el paisaje se vuelve más desolador. Las distancias entre los pueblos se hacen más grandes, de 200 o 300 kilómetros y el camino se hizo más duro, difícil. Pero también acercarse al objetivo hace que saques fuerza de donde no tenés», contaba hace unos días mientras volvía a casa ansioso por ver a los suyos.
Atravesó la Patagonia perseguido por una gran tormenta de nieve y tuvo suerte en ese sentido, pero le tocaron vientos muy fuertes. Un día, entre Puente Blanco y 28 de noviembre, el viento soplaba tan fuerte que se cayó 5 veces de la bicicleta. «Estás ahí, y hay que seguir porque hay que llegar. No te podés quedar en medio de la nada. Llegué y en el puesto de Vialidad se largó a llover, ahí me ayudaron» relataba.
En el sur las distancias largas y el frío hicieron que se necesite el doble de esfuerzo. Confiesa que «sin la ayuda que fui recibiendo en el camino hubiera sido muy difícil. Desde Río Gallegos, al kilómetro 0, avancé por trepadas, subidas, esa parte fue realmente muy dura«, destaca Gabriel.
Al llegar a General Pico los amigos, la familia y los vecinos lo esperaron para entrar en una gran caravana, acompañado de bocinazos. El orgullo de los que lo conocen a flor de piel por su logro, por su perseverancia.
Y ahora que está en casa puede pensar en lo que vendrá. Mientras esperaba que lo busquen, decía que tal vez vuelva a algunos lugares, por los que pasó y lo enamoraron, pero quiere hacerlo en auto y compartirlo con su mujer.
Estos días disfruta de los suyos. «Ya pedalee, ahora quiero estar con la familia, contarles, son cuatro meses sin verlos. Se lo dediqué mis nietos, a Ulises, Lautaro, Álvaro, Salvador, Julia y Amadeo, que tienen desde 12 a 1 año y medio”, dice y se emociona de nuevo al nombrarlos.
Gabriel Leone comparte su aventura en Instagram: @gabrielleone7477 y Facebook: Gabriel A. Leone.
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