“El Renolito tiene aguante”, eligieron dejar todo, salir a la ruta en su R12 y vivir locos por viajar

Con su Renault 12, Guillermo Montenegro, de 41 años, y Analía Kasprzyk de 37 decidieron cambiar de vida y ser viajeros perpetuos. Lo hicieron sin respaldo económico, con mucha fe y con el gran Renolito, que los enamoró.

Locos por viajar: Guillermo Montenegro, de 41 años, y Analía Kasprzyk llevan dos años de viaje.

El Renault 12 llegó a sus vidas en un momento de profunda frustración. Analía y Guille, de Locos por Viajar, habían pasado años planificando un cambio de vida, un escape hacia una existencia distinta, más libre. Pero cuando estaban a punto de partir, el Rastrojero en el que habían depositado todas sus ilusiones, dinero y esfuerzo se rompió. “Fue un momento difícil”, recuerda Guille, “siempre decimos que el viaje comienza cuando tomás la decisión, y la decisión de vender la camioneta que habíamos preparado durante dos años fue muy dura”.

Pero el destino les tenía preparada una sorpresa. En medio de esa desilusión, del viaje que se ponía en suspenso, comenzaron a aparecer autos en venta y un consejo de un hermano mecánico, marcó el rumbo: “El R12 es un auto fiel, duro y económico, justo lo que necesitan”, les dijo. Y así fue como buscaron y encontraron al Renault 12, un auto al que bautizaron cariñosamente el “Renolito”.

Se enamoraron al instante. “Nos dio muchas satisfacciones y alegrías. En dos años de viaje que llevamos, casi no nos trajo problemas. Subió y bajó montañas, recorrió caminos complicados, y siempre se portó como un fierrazo. Si algún día puedo, compraré otro vehículo, pero este no lo vendo más”, afirma Guille con determinación.


Juntos y de viaje


La historia de Guillermo Montenegro, de 41 años, y Analia Kasprzyk, de 39, comenzó hace 15 años, cuando se conocieron en el estudio de televisión de una iglesia evangélica en Mar del Plata, donde ambos trabajaban. Después de un año de noviazgo, se casaron, y desde el primer día compartieron un sueño: viajar y conocer Argentina. Primero lo hicieron en las vacaciones, pero pronto entendieron que querían algo más. Guille, incluso construyó una mini rodante.

En 2018, se mudaron a Tandil y decidieron que era hora de emprender un viaje sin retorno. Compraron la rastrojera que restauraron con esmero durante dos años, invirtiendo todo lo que tenían en ella.
Cuando finalmente estuvo lista, vendieron muebles y todo lo que tenían y en 2021 partieron hacia Mar del Plata. Pero la rastrojera no aguantó y se rompió a los 15 kilómetros de haber salido.

La decepción los hizo regresar a Mar del Plata, donde viven sus familiares. Pasaron un año preparando el Renault 12. Finalmente, en julio de 2022, salieron definitivamente a recorrer el país. El primer año viajaron por la provincia de Buenos Aires y Córdoba, luego pasaron el verano en Mar del Plata, y continuaron hacia Entre Ríos, Corrientes y Misiones.

“Queríamos una vida más tranquila, quince días de vacaciones no alcanzaban para conocer lo que queríamos, así que volvimos a intentarlo”, cuenta Ana. Vivir en la ruta es como vivir la vida misma. “Siempre hay cosas que solucionar, ahora estamos parados en Gualeguay para arreglar el auto. Pero no estás estresado como en la ciudad, aunque tiene sus inconvenientes, como la vida. Solo que cada día nos despertamos en un lugar diferente”, reflexiona Guille.


El camino ofrece todo


Las anécdotas que recogen en el camino son infinitas. No tienen un lugar favorito; para ellos, lo más valioso es el contacto con la gente. “Lo más lindo que te llevás es el trato con las personas. Te invitan a su casa, a un cumpleaños. Te vas haciendo de amistades sanas, nadie quiere sacarle nada a nadie. Es compartir”, cuenta Ana. Cuando el auto falla, siempre hay alguien dispuesto a ayudar, algo que ellos atribuyen a su fe en Dios y a la bondad de las personas que encuentran en su camino.

Salieron sin herencias, sin ayuda, ni ingresos fijos, con apenas 14 mil pesos y un tanque lleno y sus amigos y familiares pensaban que no durarían ni un mes. “Y mirá, hace dos años que estamos viajando y el camino siempre nos sorprende. Nos da todo lo que necesitamos. No volvimos y no pensamos volver”, afirma Guille con una sonrisa.

En el mundo de los viajeros, hay un dicho: “El viaje empieza cuando se termina el dinero”. Es ahí donde la creatividad y la capacidad de reinventarse se ponen a prueba. “Eso los argentinos lo conocemos bien. Solo se trata de tomar la decisión de asumir los riesgos y pagar el precio”, dice Guille. Y suma que esa decisión no solo aplica al viaje, sino a cualquier aspecto de la vida: casarse, tener hijos, iniciar un negocio o ir a la universidad.

Antes de salir, tuvieron muchas dudas. Guille quería esperar a juntar más dinero, pero Analía lo convenció: “En este país, esperar para juntar plata, es complicado. Salgamos ahora o no salimos más”, decía ella y así lo hicieron, afortunadamente.

El comienzo fue difícil. Para solventar el viaje hacen as artesanías y no se vendían. Un día, antes de llegar a Venado Tuerto, les quedaban 400 pesos y pensaron en vender el auto, dejar el sueño de lado y quedarse a trabajar ahí. Pero Guille contactó a unos viajeros que conocía, y ellos les sugirieron hacer pulseras. “Empezamos a vender y nos fue bien. Lo que pasa es que viajamos lento. Paramos, trabajamos y juntamos para el combustible y la comida. Lo que más hicimos de un tirón fue 300 kilómetros, si no, avanzamos en trayectos cortos”, explica.

Juran que lo peor que te puede pasar en la ruta es que se rompa el motor o surja un problema de salud. Todo lo demás se puede solucionar. Sus problemas diarios son simples: dónde estacionar, trabajar, o cocinar dentro del auto cuando hace frío. También han aprendido a convivir como pareja en un espacio reducido, las 24 horas del día. “Es un desafío, pero a nosotros nos gusta mucho estar juntos”, dice Guille.

Siempre están dispuestos a compartir sus experiencias y consejos con quienes los contactan por redes sociales, aunque advierten que cada experiencia es única. Para ellos, el viaje es un aprendizaje constante. “Lo que tengas en tu corazón para hacer, hacelo, porque el camino te da todo. A veces estás tan metido en el lavarropas que es el sistema que no ves las opciones. Nosotros pudimos vivir más tranquilos”, concluyen y aceleran.


Su auto es su casa, un refugio que han adaptado con creatividad, transformándolo según las necesidades del viaje. Para sostenerse, venden artesanías, principalmente pulseras, y aunque el dinero es escaso, nunca les ha faltado lo necesario. Las redes en las que comparten el viaje son Facebook y Instagram @locosporviajar. Y para todos los que quieran colaborar el alias es guillo.locoxviajar.


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