«Él no va a morir»: Turistas brasileños rescataron a un guanaco enganchado en el alambrado de un campo en la Patagonia
Fernando, Gabriela y Valdecir ya habían visto guanacos sin vida enganchados en los alambrados a la vera de la Ruta 3. Y cuando ella detectó a uno atrapado que trataba de zafar entre los hilos de alambre y la nieve, pararon y lo liberaron. Acá cuentan la historia, la alegría de verlo correr libre y comparten un video inolvidable.
Ocurrió el lunes pasado en un campo a la vera de la Ruta Nacional 3 en la Patagonia. Al volante, Fernando, guía de turismo brasileño radicado hace ocho años en la Argentina, primero en Ushuaia y desde hace cuatro meses en El Calafate, ese tesoro de Santa Cruz. Copiloto, Valdecir Torma. Atrás, su hija Gabriela. Viven en Porto Alegre, pasaron el bajón de las inundaciones y Fernando los invitó a pasar unos días en el sur. «Ellos me trataron como un rey cuando fui allá, me tocaba a mi recibir así a mis amigos», explica a Río Negro. Avanzaban por el camino rodeado de nieve cuando vieron a una manada de guanacos a la izquierda. Tres se animaron a saltar el alambrado del campo. Fernando levantó el pie del acelerador para no atropellarlos si cruzaban la ruta. Nunca imaginaron lo que pasaría después.
«Los guanacos bajaban de la montaña y empezaban a cruzar la ruta»
El plan de Fernando era ir a Los Antiguos y cruzar a Chile para que conocieran las Capillas de Mármol. «Infelizmente las condiciones del clima nos retrasaron muchísimo -relata-. El lunes salimos en dirección a Río gallegos y de ahí subiríamos por la RN3 hasta Los Antiguos».
Pronto, una escena de película los sorprendió: «La cantidad de guanacos que bajaban la montaña y empezaban a cruzar la ruta. Hasta intenté espantarlos para que no ocurriera ningún accidente. Del otro lado de la sierra nos llamó la atención la cantidad de nieve comparado con la altura de los animales«, continúa.
Mientras avanzaban observaron esqueletos de guanacos que hallaron una muerte agónica y cruel al quedar enganchados en los alambrados. Optaron por no sacar fotos. «Les llegué a comentar a Gabi y Vavá que tal vez pudiéramos salvar alguno», recuerda Fernando.
Enseguida, Gabriela noto a la derecha de la ruta que había uno enganchado. Frenaron.
«Primero el guanaco tiro patadas, después creo que entendió que queríamos ayudarlo»
Gabriela y Fernando bajaron para ayudarlo. Como ella tuvo un accidente de moto y tiene chapas y clavos en la clavícula no podía hacer fuerza, le tocó a él tomar la posta.
El guanaco, puro instinto salvaje, le tiró dos patadas cuando se acercó. «Yo no tenía ningún tipo de herramientas entonces tratamos de calmarlo para que no me pateara por tercera vez», cuenta Fernando.
En el video quedó registrada cada reacción. La de Fernando, la de Gabriela, la del guanaco.
Nando, como le dicen, intentaba calmar al animal, lo mismo que Gabi, que chistaba suave.
-Vamos que se puede -decía él. Gabi intentó bajar un hilo de alambre pero Fernando le dijo que se iba a lastimar. Ella advirtió que como estaba colgado no tenía apoyo en las patas delanteras.
-Pobrecito -dijo. Fernando logró liberar una de las patas traseras.
«Luego de un tiempo, creo que entendió que queríamos ayudar entonces me dejó que sacara su pierna que estaba como entrelazada en el alambre. Se notaba que estaba muy cansado y casi sin fuerza -explica ahora él.
-Una ya fue. Calma bichito -dijo entonces ella. Segundos después, él le soltó la otra. El guanaco corrió por la huella que había dejado el que había saltado antes. Segundos después estaban juntos de nuevo.
Fernando levantó los brazos, feliz. Escuchó la palabra más linda: «Felicitaciones«, dijo Gabi.
«Saber que el guanaco no tendría el mismo destino fue maravilloso»
«La sensación de saber que ese guanaco no tendría el mismo triste destino de los demás que habíamos visto antes fue maravillosa. Gritábamos ‘¡Hoy no!’. En portugués, claro», recuerda Fernando.
«Tuve un amigo en 2020 que paso lo mismo. Y siempre me imaginé pasando por eso«, agrega.
Gabriela y el papá ya están en Porto Alegre. Fernando sigue con sus salidas en Santa Cruz. «Mi compañero de aventuras y la persona más dulce del mundo», dice él. Los tres ya tienen algo más en común: compartir el recuerdo de un rescate en la Patagonia que no olvidarán.
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