Desde Bariloche a Seatle, otro patagónico por el mundo: Javier, el viajero incansable que siente que nunca se fue 

Javier Wasserzug, tiene 59 años y reside en Seattle, Estados Unidos. Bariloche y la Patagonia son parte de su identidad y a donde no descarta volver.

Javier Wasserzug. La primera foto es de 1992, cuando era guía en un catamarán en el Nahuel Huapi. La de la derecha, en el mismo lugar en 2023, cuando fue a hacer la excursión como turista. Foto gentileza.

Al momento de hacer la entrevista, eran las 9:25 de la mañana en Tailandia y Javier estaba de vacaciones. Lo primero que hizo fue pedir disculpas por adelantado por si respondía las preguntas después de varias horas. “Yo no miro mucho el teléfono”, aclaró. Lo segundo fue dudar de ser realmente patagónico. Nació en Buenos Aires, se fue de chiquito y vivió 15 años en Bariloche.  

«Si me preguntan de dónde soy, yo digo Bariloche»: Javier, de la Patagonia a Seattle


¿Qué es ser patagónico y quién lo define? ¿Hay una identidad patagónica más allá del DNI? ¿Es una simple variable cualitativa, un sentimiento, una decisión? “Tal vez lo que me haga más patagónico es que cuando me preguntan de dónde soy, yo digo Bariloche. Era el lugar donde yo pensé que iba a pasar el resto de mi vida y es el lugar, la Patagonia, con el que más me identifico”, respondió.  

Javier Wasserzug fue guía de catamarán en Bariloche. Foto gentileza.

Javier Wasserzug, tiene 59 años y dos hermanos menores que residen en Argentina. Desde hace 18 años vive en Seattle, en la punta noroeste de Estados Unidos. Trabaja en el hospital pediátrico “Seattle Children’s Hospital” como intérprete y traductor médico, una profesión bastante común en países con sociedades diversas y con un fuerte componente migratorio. 

Su trabajo es facilitar la comunicación entre un paciente y un médico, enfermero o especialista, cuando ambos no comparten el mismo idioma. Desarrolla una tarea fundamental para que la información de salud se transmita de manera clara y precisa, y ambas partes puedan entenderse.  

Javier había llegado a Bariloche a fines de la década del 80 para estudiar acuicultura en la Universidad Nacional del Comahue, carrera que no terminó y luego cambió por otra, llamada por entonces “guía de los parques nacionales de la Patagonia”.  

De su vida en la ciudad recuerda que vivía «al fondo de la calle Mitre, en un residencial que alquilaba la Universidad para los estudiantes”. Trabajó en un bar, en un restaurante, y en un hotel como maletero donde conoció el trabajo de los guías con los turistas y quiso ser uno de ellos. Había aprendido inglés en la escuela primaria, tenía buena base pero como no alcanzaba para hablarlo con fluidez, tomó clases.  

En el año 90 empezó a trabajar como guía para extranjeros. “Los llevaba en una combi a hacer caminatas, a disfrutar de la naturaleza, no eran esas excursiones que miras todo desde una ventanilla”, evocó. Con el tiempo fue consiguiendo mejores trabajos.  

Javier trabajaba en un catamarán en el lago Nahuel Huapi cuando un hecho casual llamó a su puerta y le cambió la vida. “Conocí a un gringo que había ido a dar un curso a Bariloche para parques nacionales y era jefe del distrito norte del Parque Nacional Yellowstone. Cuando ya estamos volviendo de la excursión, dijo que le parecía que era muy buen guía, que hablaba bien en inglés, y me ofreció ir a trabajar por un verano en Houston. Por supuesto, que acepté. En el ‘93 me fui todo un verano allá y fue una experiencia bárbara”, calificó.  

Javier Wasserzug en el Parque Natural Los Nevados, Colombia. Fue guardaparque voluntario por tres meses. Foto gentileza.

Ese fue el primero de muchos viajes en los que siempre volvía a Bariloche a trabajar. “Un año me fui Brasil, otro a Colombia donde trabajé en un parque nacional por dos o tres meses. Después estuve en Ecuador, en una reserva natural, otros dos o tres meses”, repasó. Fue allí donde conoció a «una gringa que trabajaba en una escuela de montaña en Estados Unidos”. Al año siguiente se volvieron a encontrar y decidió irse con ella al país del norte, con la mira puesta en aprender más cosas de la montaña. 

Por qué y cómo llegó a Estados Unidos: Javier, desde Bariloche a Seatle


Hubo más idas y vueltas hasta que en medio de la crisis del 2001, en el gobierno de De la Rúa, “ese verano me dijeron que iba a ganar en dólares un tercio de lo que siempre ganaba y ahí fue que ya no volví más a Bariloche, por lo menos a trabajar. Sí volví de visita en estos últimos 20 años, cuando mi hermano vivió allí y ahora que está en Cipolletti».  

Javier Wasserzug en 1993, un verano como guardaparque naturalista en Yellowstone. Foto gentileza.

Antes había aprovechado para recorrer la Patagonia con amigos. Anduvo por el Calafate, la carretera austral en Chile, el Parque Nacional Perito Moreno, el Parque Nacional Los Glaciares, y varios caminos de la mítica Ruta 40 cuando todavía eran de ripio.  

Para él no hubo un momento puntual en el que tomó la decisión de irse. “No cumplo con ese argentino inmigrante que decidió irse y se fue. Nos instalamos en Seattle, nos casamos y por eso me pude quedar en Estados. Unidos. Después de unos años de residencia, saqué la nacionalidad”, contó. Un año después, su pareja se fue a estudiar a otra ciudad y sus caminos se separaron.   

Por el momento, Seattle es su hogar. Lo que más le gusta es que la gente es “muy respetuosa”, que el clima es “bastante amable” y que todo es “muy verde, con montañas por todos lados, lagos, ríos y mucha naturaleza”. 

Javier Wasserzug guió grupos de caminatas y campamentos por la Patagonia. Dos semanas recorriendo El Bolsón, Parque Los Alerces y Parque Lanín, entre otros. Foto gentileza.  

“No sé si podría vivir en otro lugar de Estados Unidos”, piensa, “se parece más a Canadá, o incluso a Europa. La gente no es nada conservadora, está en contra de la guerra, es amigable con el inmigrante y hay menos racismo que en el resto del país. Por ejemplo, ni Trump ni ningún otro republicano ganan en Seattle”.  

“Obviamente que aquí viven millonarios”, aclara, “pero son los que piensan que hay que dar más derechos a los trabajadores, que hay que pagar más impuestos para que el gobierno de más servicios, que hay que tener más transporte público. Todas cosas más parecidas a Europa que a Estados Unidos”.  

No todo es paz y tranquilidad. Su mirada atenta ofrece una postal de la realidad social del país que no se muestra con frecuencia. “Cada vez hay más crimen, más droga, se ven más pobres en las ciudades. En mayo, me persiguió un tipo en la calle, me hablaba como si me conociera y me empezó a empujar. Eso cada vez está pasando más en Seattle con el tema de la locura y la droga”, relató. 

Javier Wasserzug en una de sus caminatas por la Patagonia. Foto gentileza.

Javier, desde Bariloche a Seatle: “En Estados Unidos es todo muy planeado»


Javier camina la ciudad, las rutas y las montañas como si fuera parte del paisaje. Habla muy bien el idioma, pero nunca perdió lo que más distingue a los argentinos por el mundo: el acento, casi el único rasgo que lo delata extranjero.  

Por supuesto que la tierra de uno se extraña siempre; los amigos y los asados, en primer lugar. “En Estados Unidos es todo muy planeado, no hay espontaneidad, no hay naturalidad. Eso de organizar un asado de un día para otro no existe. La gente planea su vida una semana antes», indicó.  

A veces Javier aprovecha sus vacaciones para volver al país a visitar a la familia. Esos días transcurren con normalidad. “Veo a mis amigos de la infancia y es como si nos viéramos todos los días”, expresó, “cuando vuelvo a Argentina siento que nunca me fui”. Dentro de unos años piensa en jubilarse y no descarta la idea de volver a Bariloche a trabajar de guía como cuando todo comenzó.  

Javier Wasserzug cuando era niño junto a su hermano que viven en Cipolletti. Foto gentileza.

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