De Puerto Madryn a la cordillera, el viaje de las maravillas de otoño en la Patagonia
A Luis lo convencieron de viajar desde el mar a la montaña. Vio por primera vez pájaros carpinteros en el bosque de Villa La Angostura, manejó en la nevada rumbo a Chapelco, se deslumbró con los colores de otoño y la Línea Sur rionegrina. Acá comparte el relato, el video y las postales. Te va a dar ganar de ir. Mirá...
Es difícil moverlo del mar a Fotero Patagónico. Así encontrás en las redes a Luis Pereyra, el hombre que desde que se jubiló tiene más tiempo para hacer lo que más le gusta: fotografiar la salvaje belleza del sur y compartirlo con quienes no pudieron estar ahí en el instante del clic o la filmación. Y a juzgar por cómo crecen sus seguidores en las redes, cada vez son más los que lo disfrutan y agradecen. Medio en broma, medio en serio, suele decir que las montañas son hermosas pero están quietas y el océano se mueve. Y que él elige el movimiento, las piruetas de los delfines, las ballenas que lo hipnotizan, las orcas que varan para cazar, la luna que se refleja en ese horizonte infinito y encrespado, las aves que vuelan al atardecer, las caminatas por la playa. Así y todo, justo cuando nevó y los árboles viran del verde al rojo y el ocre, la semana pasada lo convencieron y se fue con la familia a la cordillera en otoño. «Y tengo que reconocer que me sorprendió lo que vi, vale la pena«, dice y larga su risa campechana y contagiosa.
De Entre Ríos a Puerto Madryn
La suya, como la de tantos en la Argentina, es la historia de alguien que debió pelear duro para encontrar su lugar en el mundo.
Nació en Viale, un pequeño pueblo de Entre Ríos a 50 km de Paraná. Eran ocho hermanos, padres separados, la comida no sobraba. Después de terminar la colimba, como se le decía al servicio militar obligatorio, en 1982 lo reincorporaron al Ejército por la Guerra de las Malvinas.
No le tocó ir a combatir y cuando le dieron la baja volvió a su pago chico, de 8.000 habitantes, pero pronto pensó que debía irse para ganarse la vida. Vendió huevos en Rosario, hizo changas, fue peón y un día se fue a vivir con su hermana recién casada a Buenos Aires. Pero la casa era chiquita, no conseguía trabajo, se sintió una molestia y decidió irse otra vez.
Una mañana le comentó a una vecina que quería probar suerte en el sur. Ella le dijo que conocía a alguien en Puerto Madryn y le escribió una carta. Así, hace 38 años, llegó con su bolsito y sus ganas de construirse un futuro.
Pronto consiguió trabajo en el canal de cable, único empleado a cargo de treparse a los postes para instalar el servicio y también de poner en la casetera los videos de la programación. Conoció a Claudia, que había llegado desde Maquinchao, en la Línea Sur de Río Negro, también con la ilusión de construir un futuro en ese destino que empezaba a despegar. Llegaron los cuatro hijos: la mayor, el varón, las mellizas.
Y empezó a salir con la cámara, a darle aire a su pasión. Primero con las de rollo que había que revelar. “Pero era caro”, recuerda. Después con una pequeña Sony digital hasta que en casa le regalaron una de esas Nikon con las que soñaba. Ahora, ya retirado después de tantos años de trabajo, no lo para nadie.
De Puerto Madryn a la cordillera pasando por la Línea Sur
Así relata su escapada a la Cordillera de los Andes. «Fuimos con mi señora, dos de mis hijas, mi nietita. Anduvimos por Maquinchao en la Región Sur rionegrina para llegara a Neuquén a San Martín de los Andes, Villa La Angostura, Junín de los Andes. Los colores de otoño en la montaña son muy lindos», cuenta.
«Lo que más me impactó fue ver a un pájaro carpintero con su cría en el bosque en Villa La Angostura. Íbamos caminando y empecé a sentir el ruido: tac-tac-tac», agrega.
«Me dio curiosidad y el sonido me fue guiando hasta que los encontré. Una belleza verlos por primera vez en mi vida, parecía que el más grande le enseñaba al más chico y sacaba unos gusanitos con el pico y le daba de comer», continúa.
«Otra cosa que me impresionó mucho: manejar en la nieve. Era como que patinaba el auto cuando íbamos para Chapelco en San Martín de los Andes. De vuelta, no sabés la nieve que había en la Región Sur de Río Negro. Paramos a dormir en Maquinchao y nos esperaban con chivito, qué grande los parientes«, cuenta.
En el camino, aprovechó para tomar fotos de la bandera argentina que flameaba cerca de Dina Huapi yendo para Jacobacci y del molino en la puesta puesta de sol en el campo donde saborearon el asadito.
Ya en Madryn, mientras le contaba a Voy la aventura, la pregunta fue si seguía pensando lo mismo sobre el océano y las montañas. La respuesta: «En la cordillera es todo muy bonito, pero a a mi no me saquen del mar», dijo y se despidió con una sonrisa.
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