Volver desde el borroso fondo de la memoria

La artista plástica y escritora neuquina, lanzó a la vida su último libro "Los límites del paraíso". Es una compilación de historias, vivencias y recuerdos que la autora atesora de su vida en el Delta del Paraná; un rescate emotivo de aquellas pequeñas cosas que suceden en la infancia y adolescencia y que luego pujan por salir en la adultez, como una manera de mantener vivo el pasado. El libro fue presentado en Bogotá el mes pasado.

NEUQUEN (AN).- Nadie pudo explicarlo mejor, de una manera tan simple y clara como el escritor colombiano Germán Florez Franco cuando le preguntaron sobre las razones de escribir un libro sobre vivencias personales. «Rescatar del naufragio de la memoria lo venturoso y grato de nuestros mejores años, es un retorno para transitar los caminos de la felicidad», dijo. Así de simple la tarea, pero a la vez doblemente enriquecedora para el espíritu.

La artista plástica y escritora neuquina, residente en Bogotá, Ana Unhold, compró pasaje con destino a su pasado, citó a sus recuerdos y experiencias más entrañables y luego, como esas cosas de la vida que inevitablemente y sin razones aparentes deben suceder, las plasmó en su último libro. Lo bautizó «Los límites del paraíso» y lo lanzó a la vida para que llegue a todos los rincones de su tierra.

«Los límites del paraíso», el Delta del Paraná para Unhold, es una compilación de relatos cálidos y muy visuales que recrean la vida allá en el Tigre, en Buenos Aires, a la orilla del río; en un lugar sin demasiadas comodidades pero plagado de experiencias «mágicas y paradisíacas».

–¿Cómo surgió la idea de este libro?

–Eso te lo puedo responder con un párrafo del mismo: sabemos que en la infancia se graban en forma indeleble gustos y disgustos, amores y rencores, recuerdos imborrables que en la juventud pueden pasar inadvertidos. En la madurez van surgiendo y suben como burbujas a la superficie. Desde el borroso fondo de nuestra memoria, ascienden y estallan removiendo detalles que creíamos olvidados, asociando recuerdos que parecían inconexos y poniendo en claro hechos confusos. En este juego de asociaciones de recuerdos, gratos en su mayoría, surgieron los relatos, como si hubieran estado mucho tiempo esperando para ver la luz. Surgían como un índice exquisito del transcurso del pasado, cual reliquias visuales, auditivas, de olores y sabores atesoradas celosamente por muchos años.

–¿Cómo fueron llegando las vivencias al libro? ¿LLegaron solas o las empujaste a entrar?

– De todos los relatos que he escrito, seleccioné aquellos en que, intuitivamente encontré coherencia interna. Seguramente aparecerán otros que vayan completando, como las piezas de un rompecabezas, una vida llena de imágenes inalterables. Esas imágenes pertenecen a seres queridos con quienes compartí muchos años, y a la naturaleza de quien soy ferviente admiradora, sobre todo, los árboles y el río. Entre ellos, en el libro me refiero a don Juan, el sauce álamo plantado por mi madre y cuya sombra protectora sobre la casa semejaba el manto de cuidados y ternura que nos brindaban nuestros padres. Los personajes surgieron espontáneamente; cada uno con la definición de aquello que ha sido enfocado, bien observado o específicamente imaginado; cada uno con identidad e indepen

dencia. Traté de pintarlos con todos los matices posibles y con la mayor vivacidad de los detalles. Hoy transitan con autonomía por las páginas de la obra.

–¿El escritor siente que queda muy expuesto, vulnerable al publicar sus vivencias privadas, o lo utiliza como catarsis?

– Otras expresiones del arte, tales como la escultura y la pintura, me han enseñado que el acto de creación o recreación artística enfrenta a una sociedad consigo misma. El arte saca las cosas a la luz, ilumina la oscuridad de los rincones. Por tanto no me produce miedo o vergüenza exponer el fruto de mi trabajo. Ahí está el compartir. Publicar un libro es exponerse miles de veces; es un misterioso viaje que no sabemos dónde y con quién terminará y qué clase de compañero será el que comparta aquellos que hemos escrito. Comentando las sensaciones que me produjo este alumbramiento, le decía a mi editor, el escritor colombiano Nelson Osorio, que sentía como si hubiera agitado un almohadón de plumas desde una torre. ¿Adónde irán a parar?

– ¿Cuáles son los límites de tu paraíso?

– Cada uno vive en el universo que es capaz de imaginar. En este bosque en el Delta del Paraná no necesitaba imaginar nada. Todo estaba ahí. Así termina uno de los relatos: siento que aún no me he despedido de aquella casa y del bosque encantado que eran algo así como los límites del paraíso. Me pareció el nombre más apropiado, ya que todos los personajes son como duendes juguetones que aparecen en mi memoria bregando por salir. El narrar sobre ellos es liberarlos y compartirlos con los demás.


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