Estudiaron juntos en la universidad y 30 años después viajaron para revivir la amistad

Estudiaron juntos en la Facultad de Ingeniería hace más de 30 años y se reencontraron para ir hasta Machu Pichu. Recorrieron 6.500 kilómetros entre viejas y nuevas anécdotas.

Redacción

Por Redacción

Viajar es para muchas personas la forma de descubrir el mundo, pero hacerlo con amigos es sin dudas la manera de vivirlo con más alegría. Por eso, este grupo de diez amigos se lanzó a recorrer 6500 kilómetros durante 16 días. Todos tienen entre 57 y 60 años, en su juventud hicieron viajes juntos y hace unos meses se reencontraron para volver a vivir Latinoamérica.

Rubén Fernández Seppi, cuenta que salió de Neuquén y pasó por Córdoba a buscar a esos compañeros con los que hizo la carrera de Ingeniería Civil. Marcelo, Danilo, Gerardo, Daniel, Leonardo, Alejandro, Alcides, Rubén y Luis María se propusieron llegar juntos a Machu Pichu. Ocho fueron por tierra y dos se sumaron por avión una vez que estaban en Cusco.

Los diez posaron en la meta, cuando llegaron a Machu Pichu.

Los que tomaron el camino largo se subieron en dos camionetas y partieron. En la largada se vivieron momentos emotivos y a todo motor, entre risas y anécdotas, llegaron a Tilcara , Jujuy.

Pasaron por las Salinas Grandes camino al paso internacional de Jama y llegaron a Atacama, subieron hasta los 4.200 metros de altura, en el norte de Chile, el desierto más seco y alto del planeta.

El tercer día visitaron los geysers del Tatio, los campos geotérmicos más grandes de Latinoamérica y los terceros en el mundo. En el camino se encontraron con los fuera de ruta en pleno traslado y su alma de ingenieros no los dejó avanzar, sin antes sacarse una foto junto a las inmensas ruedas de las máquinas viales.

Geysers del Tatio, los campos geotérmicos más grandes de Latinoamérica

El día 4 desembarcaron en Iquique y caminaron descalzos por las playas del Océano Pacífico. A la noche cenaron frutos del mar, ceviche y vieron como la noche se fundía con el fondo del Pacífico. Estaban cansados pero sacrificaron horas de sueño para ver esa maravilla.

Casi todos los integrantes de este grupo se conocieron en la universidad. Por los años 80 iban juntos a las peñas, armaban guitarreadas, hablaban de los destinos del país, de las nuevas democracias nacientes y también pasaban días de esfuerzo estudiando para aprobar los exámenes. Cuando llegaron los diplomas, muchos se fueron a vivir lejos y se desconectaron.

Las redes sociales hicieron que los encuentros sean más frecuentes, pero hubo años en los que un poco perdieron el rastro de sus vidas. En este viaje, con tantas horas y kilómetros compartidos, se reencontraron y las anécdotas de los años juntos, se cruzaron con los relatos de las vidas después de la universidad.

“Eso te lleva a comprender situaciones por las que cada uno fue pasando y a lo mejor no todos estábamos al tanto. Redescubrimos la amistad y pudimos afianzarla, después de tantos años. A nivel humano es una experiencia muy linda”, dice Rubén.

El grupo recorrió varias ciudades de Argentina, Bolivia, Chile y Perú.

Cuando llegaron a Arequipa Perú recorrieron el centro y la imponente catedral en la Plaza de Armas. En las ruinas de Sacsayhuamán , los ingenieros revisaron con asombro los muros de juntas perfectas.

Recorrieron Cusco, admirándose con Qoricancha o Santo Domingo. Rubén había pasado por allí hacía 34 años y volver con otros ojos fue un regalo.
“Ver cómo ha progresado Cusco en el mantenimiento del patrimonio de sus bellezas fue una sorpresa agradable. Cuando fui era un área muy chica en torno de la Plaza de Armas, con algunos negocios y hoy se extendió unas 10 o 15 cuadras a la redonda. Todavía hay zonas con casas muy viejas, que con el paso del tiempo seguro se van recuperando”, dice.

Una estrella humana, casi de ingeniería.

El día 11 fueron a Machu Pichu, el gran objetivo del viaje. “Quizás por la edad, o por los amigos, fue un momento muy especial, cargado de emociones y recuerdos”, decía en esos días en sus redes sociales.

Allí se encontró en Aguas Calientes, el poblado que está abajo de Machu Pichu y recordaba como un pequeño lugar, ahora, transformado en una villa turística. “Hay mucho turismo internacional, antes eran unas casitas muy rústicas y ahora es muy linda, hay restaurantes y unas termas que son más que recomendables, con piletas y un complejo muy lindo”, relata Rubén.

El regreso fue por Lago Titicaca, Bolivia y el norte de Argentina. Pasaron por Copacabana y fueron en una excursión en barco a la Isla del Sol. Ese paisaje se quedó en sus retinas. “Esta es una de las cosas que hay que hacer cuando vas ahí”, dice Rubén ahora, ya incorporado a la rutina de su trabajo en Neuquén. También recomienda pasar por La Paz y el salar de Uyuni.

Salto en alto para tres de los integrantes. Una postal del Salar de Uyuni.

“En Uyuni contratamos una excursión, fuimos en dos camionetas. Yo pensé, es un salar y no imaginaba que me iba a impactar tanto. Fuimos a una laguna con flamencos. Lo característico de ahí son 26 islas. Es algo muy lindo para ver”, dice.

No fue la primera vez que viajaron juntos. Con un par de esos amigos Rubén había ido a India de joven y en este viaje revivieron lo que les pasó cuando llegaron al país y sin manejar mucho el inglés, solo dejaron pasar a uno del grupo, y los otro debieron volver.

“Surgían charlas que no habíamos tenido de manera tan profunda. Empezás a ver por qué te pasaron cosas y lo que te perdiste de la historia”, dice a la distancia y recomienda viajar, ya que para Rubén en la vida hay actores activos y pasivos.

El lago Titicaca en Bolivia.

“Podemos ver imágenes de Venecia en TV, pero no es lo mismo estar en el lugar. No solo por estar viendo el paisaje, sino por sentir el viento, el frío y compartirlo con la gente. En las conversaciones se van marcando las cosas que no dimensionás. Por ahí decís, que lindo el lago pero no sabés que pasa con la gente que vive ahí. Te enriqueces con cada viaje y eso es lo lindo”, concluye Rubén.

Pasaron por las Salinas Grandes camino al paso internacional de Jama y llegaron a Atacama, subieron hasta los 4.200 metros de altura, en el norte de Chile, el desierto más seco y alto del planeta.

El tercer día visitaron los geysers del Tatio, los campos geotérmicos más grandes de Latinoamérica y los terceros en el mundo. En el camino se encontraron con los fuera de ruta en pleno traslado y su alma de ingenieros no los dejó avanzar, sin antes sacarse una foto junto a las inmensas ruedas de las máquinas viales.

Los fuera de ruta en el camino

El día 4 desembarcaron en Iquique y caminaron descalzos por las playas del Océano Pacífico. A la noche cenaron frutos del mar, ceviche y vieron como la noche se fundía con el fondo del Pacífico. Estaban cansados pero sacrificaron horas de sueño para ver esa maravilla.

Casi todos los integrantes de este grupo se conocieron en la universidad. Por los años 80 iban juntos a las peñas, armaban guitarreadas, hablaban de los destinos del país, de las nuevas democracias nacientes y también pasaban días de esfuerzo estudiando para aprobar los exámenes. Cuando llegaron los diplomas, muchos se fueron a vivir lejos y se desconectaron.

Las redes sociales hicieron que los encuentros sean más frecuentes, pero hubo años en los que un poco perdieron el rastro de sus vidas. En este viaje, con tantas horas y kilómetros compartidos, se reencontraron y las anécdotas de los años juntos, se cruzaron con los relatos de las vidas después de la universidad.

Camino a Machu Pichu

“Eso te lleva a comprender situaciones por las que cada uno fue pasando y a lo mejor no todos estábamos al tanto. Redescubrimos la amistad y pudimos afianzarla, después de tantos años. A nivel humano es una experiencia muy linda”, dice Rubén.

Cuando llegaron a Arequipa Perú recorrieron el centro y la imponente catedral en la Plaza de Armas. En las ruinas de Sacsayhuamán , los ingenieros revisaron con asombro los muros de juntas perfectas.

Recorrieron Cusco, admirándose con Qoricancha o Santo Domingo. Rubén había pasado por allí hacía 34 años y volver con otros ojos fue un regalo.
“Ver cómo ha progresado Cusco en el mantenimiento del patrimonio de sus bellezas fue una sorpresa agradable. Cuando fui era un área muy chica en torno de la Plaza de Armas, con algunos negocios y hoy se extendió unas 10 o 15 cuadras a la redonda. Todavía hay zonas con casas muy viejas, que con el paso del tiempo seguro se van recuperando”, dice.

El día 11 fueron a Machu Pichu, el gran objetivo del viaje. “Quizás por la edad, o por los amigos, fue un momento muy especial, cargado de emociones y recuerdos”, decía en esos días en sus redes sociales.

Hicieron una excursión en barco a la Isla del Sol.

Allí se encontró en Aguas Calientes, el poblado que está abajo de Machu Pichu y recordaba como un pequeño lugar, ahora, transformado en una villa turística. “Hay mucho turismo internacional, antes eran unas casitas muy rústicas y ahora es muy linda, hay restaurantes y unas termas que son más que recomendables, con piletas y un complejo muy lindo”, relata Rubén.

El regreso fue por Lago Titicaca, Bolivia y el norte de Argentina. Pasaron por Copacabana y fueron en una excursión en barco a la Isla del Sol. Ese paisaje se quedó en sus retinas. “Esta es una de las cosas que hay que hacer cuando vas ahí”, dice Rubén ahora, ya incorporado a la rutina de su trabajo en Neuquén. También recomienda pasar por La Paz y el salar de Uyuni.

“Redescubrimos la amistad y pudimos afianzarla, después de tantos años. A nivel humano es una experiencia muy linda”.

Rubén Fernández Seppi, uno de los integrantes del grupo.

“En Uyuni contratamos una excursión, fuimos en dos camionetas. Yo pensé, es un salar y no imaginaba que me iba a impactar tanto. Fuimos a una laguna con flamencos. Lo característico de ahí son 26 islas. Es algo muy lindo para ver”, dice.

No fue la primera vez que viajaron juntos. Con un par de esos amigos Rubén había ido a India de joven y en este viaje revivieron lo que les pasó cuando llegaron al país y sin manejar mucho el inglés, solo dejaron pasar a uno del grupo, y los otro debieron volver.

Todos juntos

“Surgían charlas que no habíamos tenido de manera tan profunda. Empezás a ver por qué te pasaron cosas y lo que te perdiste de la historia”, dice a la distancia y recomienda viajar, ya que para Rubén en la vida hay actores activos y pasivos.

“Podemos ver imágenes de Venecia en TV, pero no es lo mismo estar en el lugar. No solo por estar viendo el paisaje, sino por sentir el viento, el frío y compartirlo con la gente. En las conversaciones se van marcando las cosas que no dimensionás. Por ahí decís, que lindo el lago pero no sabés que pasa con la gente que vive ahí. Te enriqueces con cada viaje y eso es lo lindo”, concluye Rubén.


Hace 34 años Rubén Fernández Seppi hizo un viaje a dedo por toda Sudamérica. En ese momento lo compartió con un amigo periodista. Estaba en el último año de la universidad y escribió tres cuadernos de viaje. Este año los encontró y retomó un viejo deseo de escribir un libro con ellos.ç

Lo empezó a hacer y se lo mostró a su madre que es escritora. Hablaron con la editorial que le publica a ella y planean que el libro salga a la calle para marzo. El título que tiene pensado es “Viaje por América. Relatos de un joven estudiante. Porque la mirada es esa.

“Era el 85, a fines del 83 habíamos descubierto la democracia y con jóvenes de otros lugares íbamos compartiendo esos pensamientos”, dice Rubén. En el nuevo viaje volvieron sobre muchos de esos pasos y fue viendo como las sociedades cambian, comparando el recuerdo que ahí con lo que vio ahora.


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