La banda solidaria se disfraza por un sueño en Villa Regina

Más de 100 vecinos caracterizados como los personajes de Disney cerraron a puro baile la 10° edición de las "24 hs pedaleando por un sueño" que recaudó $ 1.000.000 a beneficio del hospital. Después siguieron compartiendo su alegría allí donde héroes anónimos hacen mejor la vida de la comunidad.

¿Por qué se abrazan emocionados Barney, Pluto y Tigger? ¿Qué impulsa a esos tres hombres a cantar y bailar disfrazados bajo un sol impiadoso en la Plaza de los Próceres en Villa Regina, mientras suena la batucada que llegó desde Neuquén y otras 100 almas solidarias se mueven al ritmo de la música? 

Aquí, en el último bastión de las chacras de manzanas y peras que se resisten a ser loteo en el norte de la Patagonia, donde late el corazón chacarero de inmigrantes y criollos que convirtieron a esta ciudad rionegrina en la Perla del Valle, son cada vez más quienes extienden su mano para ayudar a quienes lo necesitan.

El 21 de noviembre, caracterizadas como famosos personajes de las películas, los dibujitos animados y las series de Disney, más de 100 almas solidarias estuvieron en el inolvidable cierre de la décima edición de un clásico como las 24 horas de pedaleando por un sueño que recaudó un millón de pesos destinados a la compra de equipos para el Hospital.

Preparados para salir a bailar.

Llevaron luego su alegría al Centro Amuchen donde chicas y chicos desarrollan sus capacidades especiales en los talleres y pasaron después a pura cumbia en Navidad por el Hospital tirando pasos con pacientes, enfermeros y médicos. Y se llevaron postales de esas que no se olvidan nunca, como cuando una chica ciega tomó la mano de Pluto, la acarició sentada en la silla, se paró y bailó sin soltarlo mientras aquí y allá todos seguían el ritmo a pura emoción.

Barney, Pluto y Tigger eran el Ruso, el Negro y Ale. O Julio César Schwallier, Gabriel Cabeza y Alejandro Cuello. Esta es su historia. Y la de tantos otros.


Fue Julio el que arrancó con la movida solidaria de pedalear con fines solidarios allá por 1998, cuando le preguntó al policía retirado Félix Paillalef, que repartiría regalos en la bajada con soga de los Reyes Magos en las bardas, si podía sumarse a la convocatoria para que donaran juguetes, en su caso con el plan de andar en bici 24 horas sin parar en la plaza. Unas 20 personas se unieron aquella vez.

La primera convocatoria.

Para la segunda esperó hasta el 2012, cuando leyó en La Comuna la historia de Emanuel Inostroza, el chico que padecía una enfermedad denominada piel de cristal, vivía con su madre en una casa de plan y entre muchas otras cosas necesitaba una bañera, otro tipo de iluminación y un ventilador.


Eso dijo Julio y propuso habilitar urnas donde se pudieran donar 10 centavos. “Parece poco, pero sumados por miles, es un montón.  Todo gesto suma. Y es distinto a una rifa o un bingo. Es otra cosa”, argumentó.

Gabriel se prendió. Conocía el caso y a Emanuel por su trabajo en Obras Públicas en la Municipalidad y le dijo que lo llevaba a verlo. Y Alejandro, gerente de La Cooperativa, también se sumó y comentó que iba habilitar el redondeo del vuelto en las cajas. 

Julio recuerda que Emanuel, todo vendado, al principio los miraba del otro lado de la persiana y no quería saber nada. Pero al final accedió y su madre les contó la historia y lo que les hacía falta.


La convocatoria fue un éxito y el chico completó su recuperación en el Hospital Garrahan en Buenos Aires, donde Julio fue a visitarlo y le llevó de regalo una camiseta de fútbol.

Ya de regreso, con el tiempo Emanuel trabajó en la bicicletería del Ruso y se integró a la movida solidaria. “Lo que se vivió aquella vez fue algo tan lindo”, recuerda Julio y le brilla la mirada.

Para aquella campaña, era necesaria una institución con personería jurídica para depositar los fondos y Amuchen ofreció la suya. Y luego, fue la elegida como destinataria para la siguiente colecta de las 24 horas pedaleando por un sueño, la del 2013. Neonatología y Pediatría del Hospital recibieron los fondos recaudados en la maratón del 2014.

A partir del 2015, el Club de Leones tomó la organización de un evento que no paraba de crecer. “Se me hacía difícil sostenerlo”, recuerda Julio. En cada edición nunca se dejó de pedalear las 24 horas, con sol, lluvia, viento o frío. No se suspende por mal tiempo, aclaraba el primer afiche, de 1998. Y eso siempre se cumplió.

En el 2015 lo recaudado fue para la Fundación Miradas, en el 2016 para el Hospital, en el 2017 repitió el Centro Amuchen, en el 2018 fue para el Taller Protegido Apandi que asiste a niños con capacidades especiales. En el 2019  para el Hogar de Ancianos, Lalcec Villa Regina y el centro comunitario Jesús Buen Pastor

En el 2020, la pandemia interrumpió la secuencia virtuosa. 

Y para la edición 2021, Julio le propuso  al Club de Leones sumar los disfraces al cierre de la pedaleada para hacer algo distinto, pero nunca imaginó que se sumaría tanta gente, ni que despertarían tantas sonrisas, ni que la pasarían tan bien.


La idea le vino de una imagen, la de aquella vez que lo sorprendieron en la calles los Payatletas en la edición 2015, esos colores, la alegría, la energía, los silbatos, ese cadencia bullanguera.

“Eso me inspiró”, dice Julio. Y volvió a proponerles a Gabriel y Alejandro hacer una movida. Los dos se prendieron, como siempre. Si en el primer encuentro eran diez, pronto se fueron multiplicando.

Consiguieron espectaculares disfraces en Villa Regina y en Allen. Y a medida que se sumaban participantes crecían las ganas y la alegría. “¿Y si bailamos?» se preguntaron en una charla con Daniel y Pola.

Así empezaron a ensayar la coreografía  en el salón de Adrián.  Muchos no se conocían o no se habían tratado. “Pero es un grupo tan humano y tan sano, que parecían que se conocían de toda la vida. Es que todos vamos por lo mismo”, dice  Julio.

También se sumaron las Valkirias, un grupo de mujeres que han padecido cáncer de mama, lo padecen o están en tratamiento, que se reúnen para ayudar y ayudarse, como se definen. Fue Liliana Pagliaricci, enfermera y alma mater del grupo, quien contactó a Julio para contarle que también tenían la idea de festejar con  disfraces y que estaría bueno hacerlo juntos. “Fue muy fuerte, muy lindo, hacerlo con ellas, verlas  disfrutar”, dice Julio.


El 21 de noviembre el plan era salir del cine y caminar hasta la plaza para el cierre de las 24 horas de bicicleta. Y aquellos diez se hicieron más de 100 y la fiesta fue inolvidable.  Lograron juntar un millón de pesos para el Hospital.

Entre los asistentes estaba Luis Zgaib, ministro de Salud de Río Negro, que comprometió un aporte de cinco millones de pesos de la provincia para que sumados a lo que recaudaron en el evento se llegara  a la suma requerida para comprar los equipos de última generación para  la flamante cabina de audiometría del Hospital, como propuso la Cooperadora y aceptó la comisión organizadora al elegir entre los proyectos presentados.

Todos los años, el Hospital, cuya área de influencia hoy va desde Roca a Valle Medio, deriva unos 3.000 pacientes al sector privado, en especial de la provincia de Neuquén por enfermedades vinculadas a estas patologías.

Un gasto del Estado que a partir de ahora se evitará con la adquisición de tres equipos digitales :un audiómetro clínico, un aparato de emisiones acústicas y un impedanciómetro para poder realizar diagnóstico y tratamiento de patologías auditivas, calibración de audífonos, entre otras funciones, como explica en detalle el doctor Martín Torres, actual presidente del Club de Leones.

“Salió redondo, nosotros pusimos una parte y el ministerio de Salud pondrá el resto. Un plus  es que se pidió también un fibroscopio, un aparato de mucha utilidad, en especial para sacar cuerpos extraños de la vías aéreas que no teníamos en el Hospital pese a contar con dos otorrinolaringólogos que lo necesitaban y ahora lo tendrán”, señaló entusiasmado el doctor Torres.


Fue el propio ministro Zgaib quien los felicitó por la iniciativa. “Ustedes empujen, sigan empujando. Todo llega, pero con estas acciones, llega más rápido”, les dijo.

Abrazos del alma.

La euforia y el impacto que generaron los disfraces y los bailes tuvieron una segunda presentación cuando el grupo se apareció al ritmo de una cumbia en el cierre del año del Centro Amuchen, donde contienen y asisten a chicas y chicos y los invitaron para sumar sus sonrisas.

Y un tercero, por idea de las Valkirias, con otra irrupción a puro ritmo en el Hospital, la Clínica, la plaza y el Hogar del Niño Jesús para Navidad y bailar, celebrar con todos. Porque de eso se trata, de celebrar, como dice Julio.  “De bailarle a la vida”, agrega.

La caravana más divertida.

Él y sus amigos saben que los héroes de esta historia son las que ponen las manos y el corazón todos los días para que muchos otros la pasen mejor. En el Hospital, en Amuchen, en la Casa Oncológica, en tantos otros lugares. Y están felices de aportar su granito de arena para que el mundo sea un lugar más agradable. Ya hay planes de otras salidas y proyectos solidarios para el 2022. El camino de la vida está ahí, esperando su alegría. Como recuerda Julio que nacieron las 24 horas por un sueño: «Todos los días se nos presentan situaciones en las que podemos ayudar a los demás».


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