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Villa Mascardi no está en la campaña


Las discusiones transcurren entre chicanas y falsos dilemas éticos. Mientras tanto, en esa zona de la provincia la violencia no deja de dar noticias.


Ya que la campaña electoral transcurre entre asuntos que van de las simples chicanas a los falsos dilemas éticos, los precandidatos a diputados nacionales podrían dedicarle estas últimas dos semanas al conflicto irresuelto en Villa Mascardi. El paso del tiempo no cambia la situación y los protagonistas de esta historia no pueden por sí solos encontrar una salida; debe ser el Estado.

Claro que se trata de un conflicto tan complejo que no se soluciona con un desalojo violento de los jóvenes mapuches que iniciaron allí una ocupación que lleva cuatro años ni con el reconocimiento de la propiedad de esos lotes a la comunidad que formaron. Es mucho más profundo.

Pero no deja de ser paradojal que estos jóvenes (y no tan jóvenes) mapuches desconozcan al Estado, a sus autoridades, a sus jueces, y por otro lado reclamen a los gobiernos una salida mediante un diálogo que, por otro lado, viven boicoteando.

La historia del reparto de tierras en la Patagonia y en Bariloche en particular está plagado de episodios que se repiten, tanto en la primera oleada “colonizadora” de Roca como en las que le siguieron, la de los europeos y la de Exequiel Bustillo y la Década Infame. Tienen un común denominador: la desaparición, simbólica y real, de los seres humanos que habitaban estas tierras.

El ataque que Diego Frutos, uno de los dueños de las casas vandalizadas en Villa Mascardi, denunció esta semana de parte de encapuchados en su terreno, ocurrió horas después de que un llamado Consenso Bariloche se reuniera en un hotel del centro de la ciudad que lleva el nombre de Modesto Inacayal, un jefe indígena que terminó sus días exhibido como un objeto en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Allí, en ese foro, se volvió a hablar de los “mapuches buenos” y “mapuches malos”.


Ese discurso de Juntos Somos Río Negro que dice que las peleas son “allá” porque “acá nos ponemos de acuerdo” se hace trizas contra esta realidad por más que no se la quiera ver.


Habló allí el exsenador Miguel Pichetto por videoconferencia. “Los mapuches fueron un pueblo invasor proveniente de Chile, que además asolaba la pampa argentina”, dijo en sintonía con los discursos que en ese foro se escucharon y que lejos están de sentar las bases de un nuevo entendimiento.

El intendente Gustavo Gennuso no se sintió muy cómodo al cerrar ese encuentro (la misma incomodidad la tuvo la gobernadora Arabela Carreras al abrirlo) y quiso marcar diferencias. Pidió respeto y justicia, pero “reparación”, un sustantivo con el que el Estado tiene una enorme deuda.

Pero así como hay un sector muy grande (y con mucho poder) de la sociedad que desconoce a los mapuches como pueblo originario de nuestra Patagonia, en Villa Mascardi el enclave rebelde no reconoce al Estado. “Les preguntamos la nacionalidad y dicen ‘mapuche’, así no se puede”, suele quejarse una funcionaria judicial que enfrentó varias audiencias en las que este diálogo empantanó los avances.

Cuando el Estado tomó medidas drásticas, murió un joven de 22 años, Rafael Nahuel, nacido y criado en el Bariloche del Alto. Recibió en 2017 un disparo por la espalda de parte de un integrante de Albatros, el grupo de elite de Prefectura. El gobierno de Mauricio Macri reivindicó esa avanzada como una muestra de dureza, pero la mayor consecuencia fue el fortalecimiento de los encapuchados.

Ese sector de Villa Mascardi se parece muy poco a la propiedad comunitaria que dicen defender. Esa tierra está en poder de ellos y el que pretenda asomarse a través del alambrado corre el riesgo de ser alcanzado por una pedrada.

El presidente Alberto Fernández envió hace ocho meses a dos ministras, Marcela Losardo (Justicia, que fue reemplazada por Martín Soria) y Sabina Frederic (Seguridad), a negociar a Bariloche. Si hubo avances, son invisibles para el común de la gente.

“Allá la pelea nacional avergüenza. Allá no se ponen de acuerdo en nada. Acá nos ponemos de acuerdo”, taladran los avisos de los candidatos a diputados nacionales de Juntos Somos Río Negro en las redes. Deberían revisar el eslogan porque acá, en los pagos de la gobernadora y de Agustín Domingo, primero en la lista, hay violencia y pelea.


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