Victorio Aurelio Walz, un ferroviario valletano de ley
En su casa se luce la cantidad de trofeos ganados a lo largo de su vida que Victorio mira con orgullo.
Las historias ferroviarias y valletanas engalanan cualquier relato de vida por lo trascendente que fue la construcción del puente ferroviario -que une a la provincia de Río Negro y la capital neuquina- a principios del Siglo XX y que permitió el arribo de migrantes a trabajar la zona. La historia de vida, de Victorio, comenzó cuando su papá José Reynaldo Walz viajó desde Alemania, en el vientre de su madre María Rodríguez Álvarez, española. Primero se asentaron en Bahía Blanca, donde José trabajó en el ferrocarril: lo enviaron a Neuquén en 1928.
Victorio nació en Ing. White el 1 de marzo de 1930, fue el tercero de 5 varones: Guillermo, Federico, Victorio, Antonio y Ramiro. Realizó la escuela primaria en Bahía Blanca, y la secundaria en la escuela de Artes y Oficios, donde se recibió de carpintero, ebanista y mueblero. A los 12 años jugaba al fútbol en el Club Bella Vista de Bahía Blanca, en divisiones inferiores y superiores.
En 1949 fue a Buenos Aires a rendir examen de maquinista y recordó lo exhaustiva que era la revisación médica para ingresar al ferrocarril por parte de la empresa inglesa. Nos contó que el 23 de marzo de 1950 fue transferido del Ferrocarril en Bahía Blanca a Neuquén. En un baile del Club Ferrocarril Sud, en calle San Martín al 700, conoció a su esposa, Celia Cabrera, nacida en Allen el 5 julio 1930, pero que pasó su infancia en Cutral Co, debido a que su padrastro se trasladó por razones de trabajo a esa localidad.
Ya casados, habitaron la Colonia B7 de calle Mitre: fueron vecinos de recordados ferroviarios como Campión, Lacoste, entre otros. Tuvieron dos hijos, Roberto José y Marcelo Fabián: varios nietos completan la historia. Celia estudió en Junín de los Andes y trabajó en Obras Sanitarias de la Nación. Siendo muy joven, Victorio se afilió al partido radical: conoció al Dr. Víctor Peláez, con el que compartió grandes momentos. La sede del partido estaba frente a la cancha del Club Pacífico, sobre calle Intendente Linares y Ramos Mejía. Recordó a afiliados radicales como Jorge Nievas, José Sanfilippo, Armando Errecart, entre otros.
Con orgullo nos narró sus estudios de maquinista de máquinas diésel y a vapor. En esa carrera de conducción de locomotoras, hay diferentes estadios para rendir y ascender: aspirante, efectivo, autorizado, foguista y el examen para ser maquinista. En La Fraternidad se reunían los conductores del ferrocarril: tuvieron como profesor a Aurelio Fentini. Un 23 de noviembre de 1952 se afilió al Club Social y Deportivo Ferrocarril Sud.
Numerosas actividades completan su labor: fue Secretario del Club Pacífico cuando estaba el contador Oscar Hernández; vicepresidente de Lifune con De Antoni; vicepresidente y presidente del Club Reencuentro de Jubilados de Villa Farrell; campeón de bochas en pareja con Félix Notaro en Puerto Madryn; Secretario de la Fraternidad para personal de conducción con Norberto Paz y Hugo Giovenitti; vicepresidente de la Comisión Vecinal con Rosana Heredia. Integró además la comisión vecinal con Tolo Rodríguez. Cuando Carlos Marcial Molina-otro reconocido ferroviario- era presidente de la Federación de Bochas organizaron el Campeonato Nacional: vinieron diecinueve provincias a competir. Para la ocasión construyeron la cancha en el gimnasio del club por un día. Formaban el equipo Rafael Mayer, Rubén Tenaglia, Juan Carlos Daniel.
En su casa se luce la cantidad de trofeos ganados a lo largo de su vida que Victorio mira con orgullo. También tuvo como actividad el remo por el río. Entre sus recuerdos están sus amigos Coco Arnaudo, Enrique Macanelli, entre otros. Historia de vida ferroviaria que conforma la gran cofradía de los trabajadores del riel, que hermanaron y ligaron los pueblos del Alto Valle del Río Negro y Neuquén: historias que se entrecruzan porque nacieron conjuntamente. Hoy, Victorio, las evoca y revive los gratos momentos vividos con su compañera de toda la vida- que hace unos meses partiera a otra vida- en este camino que comenzaron hace muchos años, un camino de crecimiento y prosperidad, y también de amor por una tierra y una profesión.
En su casa se luce la cantidad de trofeos ganados a lo largo de su vida que Victorio mira con orgullo.
Las historias ferroviarias y valletanas engalanan cualquier relato de vida por lo trascendente que fue la construcción del puente ferroviario -que une a la provincia de Río Negro y la capital neuquina- a principios del Siglo XX y que permitió el arribo de migrantes a trabajar la zona. La historia de vida, de Victorio, comenzó cuando su papá José Reynaldo Walz viajó desde Alemania, en el vientre de su madre María Rodríguez Álvarez, española. Primero se asentaron en Bahía Blanca, donde José trabajó en el ferrocarril: lo enviaron a Neuquén en 1928.
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