Una vacuna politizada
La comedia de enredos y disputas estériles en que se transformó el comienzo de la inmunización contra el coronavirus con la vacuna Sputnik V del laboratorio Gamaleya de Rusia volvió a evidenciar los serios problemas de la comunicación de riesgo del gobierno nacional y podrían perjudicar la lucha contra la pandemia, cuando quedan aún varios meses durante los cuales la única alternativa es mantener medidas de prevención, sostenidas con dificultad.
La excesiva personalización de los mensajes en la figura del presidente complica una estrategia de comunicación profesional, haciéndola improvisada, desorganizada y errática
Esta semana el presidente volvió a tropezar con su ansias de dar “buenas noticias” a una población angustiada y previsiblemente cansada tras 9 meses de pandemia. El promocionado viaje de funcionarios de Salud y Técnicos del Anmat, el organismo que debe fiscalizar la seguridad y eficacia de la Sputnik V, debía concluir con el exitoso envío de las primeras dosis para inmunizar a unas 300.000 personas antes de fin de año. Sin embargo, el presidente ruso Vladimir Putin complicó la estrategia al revelar que no se inocularía (tiene 68 años), ya que hay estudios que determinan que la vacuna no es recomendada “todavía” para mayores de 60, menores de 18, embarazadas o enfermos crónicos. Esto generó un fuerte shock en el gobierno, ya que Alberto Fernández había señalado que el objetivo de la primera etapa de inmunización era precisamente la población en ese rango de edad, la más vulnerable, y que él sería el primero en hacerlo.
No fue su primer error no forzado: el 5 de noviembre había anticipado que “en dos meses” habría 10 millones de personas inoculadas, pero previsibles problemas de evaluación, finalización de estudios y logística fueron postergando plazos y redujeron la cifra a las 300.000 actuales.
Funcionarios de Salud salieron a corregir por enésima vez la información oficial y aclararon que el laboratorio Gamaleya y las autoridades rusas tienen un estudio sobre los efectos del fármaco en mayores de 60, que los resultados preliminares dan bien pero concluirían recién a fines de diciembre, cuando se habilitaría su uso para adultos mayores. Ratificaron el envío de las primeras dosis para antes de Navidad. A esta altura ya circulaban en medios y redes informaciones falsas, denuncias con nulas evidencias, ironías y exageraciones sin base científica que no hacen otra cosa que entorpecer la necesaria confianza que debe construir el Gobierno en torno del proceso de inmunización.
Lo que debería ser un proceso de salud pública, con amplios niveles de consenso y guiado por el saber científico se termina convirtiendo en un elemento más de la “grieta” ideológica que divide al país, donde ya no importa tanto el análisis objetivo de los hechos, sino cuál interpretación beneficia más a determinado sector político.
Ocurrió con las innecesarias comparaciones triunfalistas con otros países que terminaron resaltando errores propios la mala organización de eventos masivos, los viajes de zonas de alta transmisión a otras de baja sin respetar protocolos, actos en sitios cerrados sin barbijos, entre otros. Y la responsabilidad mayor es del Gobierno, pues al convertir una política de salud pública en una herramienta de marketing político complica la concientización frente a la amenaza del virus.
El excesivo optimismo de los anuncios oficiales fomenta el relajamiento de hábitos y conductas de prevención que están detrás del aumento de contagios en la última semana en todo el país, incluyendo Río Negro y Neuquén. Y los errores e imprecisiones dan argumentos fáciles a grupos negacionistas y antivacunas.
Mientras el debate se centra en qué vacuna es mejor (aún no se ha aprobado el uso de ninguna) y en operativos de inmunización que en el mejor de los casos tendrían efectos concretos recién a mediados del año que viene, se descuidan estrategias y mensajes de prevención y cuidado de cara a estas Fiestas, las vacaciones de verano y el probable inicio del ciclo lectivo del 2021.
La excesiva personalización de los mensajes en la figura del presidente generan estas idas, vueltas y contradicciones que complican una estrategia de comunicación profesional, haciéndola improvisada, desorganizada y errática. Todo lo contrario a lo que aconsejan los expertos: un mensaje claro y unívoco que dé certidumbre y un horizonte claro a toda la población.
La comedia de enredos y disputas estériles en que se transformó el comienzo de la inmunización contra el coronavirus con la vacuna Sputnik V del laboratorio Gamaleya de Rusia volvió a evidenciar los serios problemas de la comunicación de riesgo del gobierno nacional y podrían perjudicar la lucha contra la pandemia, cuando quedan aún varios meses durante los cuales la única alternativa es mantener medidas de prevención, sostenidas con dificultad.
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