“Una suerte de ilegítima apropiación”
En su edición del sábado 19 de diciembre , “Río Negro” informa acerca de la primera sesión del Concejo Deliberante de Cipolletti y, más allá del aumento de tasas y otras medidas, señala como un dato destacable la presencia de un libro religioso –la Biblia– en la mesa de sesiones, enlazando esta insólita presencia con la actitud de exagerada religiosidad del intendente al asumir el cargo, que llegó al extremo de invocar salmos y rezar plegarias. Se suman así los municipales cipoleños a la troupe de funcionarios de distintos niveles que invaden –o consienten– en los diferentes ámbitos públicos estatales, signos de las religiones que cada uno de ellos practican, lo que constituye de alguna manera una suerte de ilegítima apropiación personal de ese espacio. Y así tenemos juzgados, escuelas, hospitales, universidades, cuarteles y oficinas plagados de toda clase de símbolos religiosos, llámense libros, crucifijos, santos, imágenes, íconos, estampitas, todo lo que el “merchandising” religioso es capaz de producir y comercializar. El caso tal vez más paradigmático se da en la vecina Neuquén, donde su Constitución la proclama como una provincia laica. Importante definición es ignorada sistemáticamente por todos los estamentos estatales y ello se observa en sus oficinas y reparticiones adornados con signos religiosos al gusto de sus ocasionales ocupantes. Así, estos funcionarios hacen primar sus creencias –que de ninguna manera se cuestionan y para los que existen sobradamente ámbitos de práctica– por sobre las normas expresas tanto de la Constitución nacional como de los tratados internacionales que sostienen que el Estado argentino es un estado no confesional. En nuestro país, Estado e iglesia están separados, no existe una religión oficial y por principio todos las religiones son iguales, aunque por tradición la católica tenga determinados privilegios. La reforma del 94 reafirmó el principio de la separación al eliminar retrógradas disposiciones tales como el requisito de ser católicos el presidente y vice de la Nación. Esta caracterización del estado argentino como aconfesional debe ser respetado por todos los ciudadanos, entre ellos los concejales de Cipolletti, que no deben olvidar que esta ciudad está integrada por habitantes católicos, protestantes, evangélicos, judíos, mahometanos, budistas y de otras religiones así como agnósticos y ateos. Y tampoco olvidar que sus mandatos no tienes origen divino o religioso sino que provienen del voto de la diversidad de mujeres y hombres cipoleños, pluralidad que se debe respetar por ser una condición básica de la democracia. Por otro lado –y no es un dato menor– para tareas tan terrenales como levantar la basura, arreglar el asfalto o solucionar la problemática de las tomas, no alcanza y poco tienen que ver las invocaciones divinas. No hay que irse tan lejos, alcanza y es suficiente actuar eficazmente en función de la magnitud de los problemas y en beneficio de la población. Carlos Segovia, DNI 7.304.065 Cipolletti
Carlos Segovia, DNI 7.304.065 Cipolletti
En su edición del sábado 19 de diciembre , “Río Negro” informa acerca de la primera sesión del Concejo Deliberante de Cipolletti y, más allá del aumento de tasas y otras medidas, señala como un dato destacable la presencia de un libro religioso –la Biblia– en la mesa de sesiones, enlazando esta insólita presencia con la actitud de exagerada religiosidad del intendente al asumir el cargo, que llegó al extremo de invocar salmos y rezar plegarias. Se suman así los municipales cipoleños a la troupe de funcionarios de distintos niveles que invaden –o consienten– en los diferentes ámbitos públicos estatales, signos de las religiones que cada uno de ellos practican, lo que constituye de alguna manera una suerte de ilegítima apropiación personal de ese espacio. Y así tenemos juzgados, escuelas, hospitales, universidades, cuarteles y oficinas plagados de toda clase de símbolos religiosos, llámense libros, crucifijos, santos, imágenes, íconos, estampitas, todo lo que el “merchandising” religioso es capaz de producir y comercializar. El caso tal vez más paradigmático se da en la vecina Neuquén, donde su Constitución la proclama como una provincia laica. Importante definición es ignorada sistemáticamente por todos los estamentos estatales y ello se observa en sus oficinas y reparticiones adornados con signos religiosos al gusto de sus ocasionales ocupantes. Así, estos funcionarios hacen primar sus creencias –que de ninguna manera se cuestionan y para los que existen sobradamente ámbitos de práctica– por sobre las normas expresas tanto de la Constitución nacional como de los tratados internacionales que sostienen que el Estado argentino es un estado no confesional. En nuestro país, Estado e iglesia están separados, no existe una religión oficial y por principio todos las religiones son iguales, aunque por tradición la católica tenga determinados privilegios. La reforma del 94 reafirmó el principio de la separación al eliminar retrógradas disposiciones tales como el requisito de ser católicos el presidente y vice de la Nación. Esta caracterización del estado argentino como aconfesional debe ser respetado por todos los ciudadanos, entre ellos los concejales de Cipolletti, que no deben olvidar que esta ciudad está integrada por habitantes católicos, protestantes, evangélicos, judíos, mahometanos, budistas y de otras religiones así como agnósticos y ateos. Y tampoco olvidar que sus mandatos no tienes origen divino o religioso sino que provienen del voto de la diversidad de mujeres y hombres cipoleños, pluralidad que se debe respetar por ser una condición básica de la democracia. Por otro lado –y no es un dato menor– para tareas tan terrenales como levantar la basura, arreglar el asfalto o solucionar la problemática de las tomas, no alcanza y poco tienen que ver las invocaciones divinas. No hay que irse tan lejos, alcanza y es suficiente actuar eficazmente en función de la magnitud de los problemas y en beneficio de la población. Carlos Segovia, DNI 7.304.065 Cipolletti
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