Una nueva épica para la deuda
A excepción de las presentaciones protocolares, fue el primer acto de gobierno que el presidente compartió con la vicepresidenta desde su llegada al poder.
La teoría enseña que la pregunta fundamental para hacerle a la política es “quién decide”. No cómo ni qué: quién decide es la pregunta política por excelencia. Este interrogante se presentó desde el origen mismo del Frente de Todos, cuando la expresidenta Cristina Kirchner escogió como su candidato a presidente a Alberto Fernández. Desde que fue sellado ese contrato cuyas cláusulas desconocemos (será tal vez en el futuro materia de investigación histórica), la cuestión sobre quién toma las decisiones se actualiza en el gobierno frente a cualquier coyuntura. Hoy, ante los desafíos que presentan la pandemia y la renegociación de la deuda.
El presidente ha construido un liderazgo a partir del coronavirus. Las encuestas de opinión muestran un significativo salto en su imagen positiva -que supera largamente los índices con los que inició la gestión- desde que la pandemia desembarcó en la Argentina. El caso se repite con otros líderes, curiosamente incluso con aquellos que se mostraron despreocupados y hasta vacilantes, y parece vinculado a la perplejidad y el temor que despierta la aparición de un fenómeno desconocido. Deberán desentrañarlo los sociólogos. No hay debate sin embargo acerca del acierto de Fernández en haber decretado una cuarentena temprana para contener la expansión del virus, siguiendo los consejos de su comité de expertos. El presidente enfrenta en estas horas un reto aún más difícil: cómo evitar un colapso económico sin que de ello resulte una catástrofe humanitaria. La flexibilización de las medidas de aislamiento es un desafío en agenda en todo el mundo. En el caso de la Argentina, con la particularidad de que la cuarentena se impuso antes de que el virus creciera de manera exponencial y de que el pico de contagios se espera para cuando el aislamiento empiece a relajarse.
Los antecedentes llevan a pensar que la vicepresidenta no habría participado del acto en Olivos si no fuera una pieza activa en el diseño de la estrategia por la deuda.
También la renegociación de la deuda ha sido territorio de Fernández. Es habitual escuchar que la solución al problema del endeudamiento es una responsabilidad que el presidente asumió como una condición necesaria, aunque no suficiente, para sacar a la economía de la larga década que lleva de estancamiento. Este fue el principal motivo, por otra parte, por el que resultó electo. Desde el primer día, aunque sin mayor fundamento, se aseguró además que la vicepresidenta habría delegado la gestión de la economía y la deuda en el presidente en una suerte de reparto de esferas de trabajo. Incluso se especuló con que la estabilidad de la coalición de gobierno, y la del propio Fernández hacia el interior de la coalición, dependerían de cuáles fueran los resultados en esos dos frentes.
El anuncio, el jueves, de la oferta a los acreedores de deuda bajo legislación extranjera mostró sin embargo una particularidad que escapa a esa lógica. A excepción de las presentaciones de carácter protocolar, fue el primer acto de gobierno que el presidente compartió con la vicepresidenta desde su llegada al poder.
Igual que la significativa participación de Horacio Rodríguez Larreta y la de los gobernadores del oficialismo y la oposición, la presencia de la vicepresidenta en el acto de Olivos incorpora un elemento adicional a la compleja negociación que seguramente se pondrá en marcha con bonistas y fondos de inversión para evitar caer en las próximas semanas en un nuevo default. Si es eso lo que de verdad se desea. Economía anunció a comienzos de abril la reprogramación unilateral de otro tramo de la deuda, bajo legislación local, días después de anticipar que cumpliría con los vencimientos de este mes. Fue un default “virtual”, como lo llamó el presidente, igual al que produjo Hernán Lacunza en el gobierno de Mauricio Macri en septiembre de 2019 y Martín Guzmán en diciembre con el “reperfilamiento” de letras de Tesoro.
Los antecedentes llevan a pensar que la vicepresidenta no habría participado del acto en Olivos si no fuera una pieza activa en el diseño de la estrategia sobre la deuda, que por lo demás está inspirada en las recomendaciones del Nobel Joseph Stiglitz, uno de los economistas que más respeta. Podríamos estar frente al nacimiento de una nueva épica.
A excepción de las presentaciones protocolares, fue el primer acto de gobierno que el presidente compartió con la vicepresidenta desde su llegada al poder.
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