Una confitería que supo dar algo más que cosas

A 75 años de su apertura, "El Molino" recuerda su historia.

Detrás del mostrador, Mirta Susana Arias saluda a sus clientes de siempre y les comparte su alegría: la confitería «El Molino», creada por su abuelo Miguel, cumple hoy 75 años en la vida de Roca. En respuesta a su anuncio una de sus clientas le hace un reconocimiento merecido: «Soy de Allen -le informa- y cuando mis hijas eran chicas varios sábados viajaba 45 kilómetros en colectivo hasta Roca sólo para llevarles masas de esta confitería».

«El Molino fue inaugurada por mi abuelo Miguel Arias el 15 de mayo de 1930 en un local chiquito -cuenta Mirta, actual titular de «El Molino»-. El abuelo había nacido en Benavides de Orbigo, de la provincia española de León, cuando decidió emigrar a Argentina en 1927″.

«Mi abuelo se instaló primero en Carlos Pellegrini, una ciudad de la provincia de Buenos Aires pero cuando estaba allí, unos familiares suyos que vivían en Cipolletti le avisaron que en General Roca se vendía una confitería -continúa Mirta-. El abuelo era de oficio repostero en España así que decidió comprarla e instalarse en Roca».

«La confitería quedaba en la calle Tucumán 747 y el abuelo decidió anexarle un salón de té además de las facturas y la venta de repostería. Esta confitería fue la primera donde los vecinos de Roca podían sentarse a charlar mientras comían una torta», explica Mirta.

«Papá contaba que el primer pedido grande que tuvieron fueron las masas secas para el chocolate del 25 de mayo de 1930, diez días después de abrir el local, que encargó para la ocasión el municipio de Roca», asegura.

«Al abuelo al principio lo ayudaba mi abuela Anacleta y mi padre que en ese momento

tenía sólo 10 años -afirma Mirta-. Papá contaba que, como era muy chico, le ponían un cajón para que llegara a la mesa y de esta forma se encargaba de hacer las medialunas».

«En 1942, cuando mi padre Miguel, a quien siempre llamaron Miguelito, se casó con mi madre, Aurora Bermejo, el abuelo les cedió la confitería para que la trabajaran. Así mi padre se hizo cargo del Molino desde 1942 hasta 1994».

En 1942, además de cambiar de dueños, El Molino cambió de local mudándose en frente, a Tucumán 776, donde permaneció hasta 1979. Fue en ese año en el que los Arias consiguieron su local propio en Avenida Roca 930, donde aún hoy funciona la confitería.

Este nuevo local tiene 600 metros, es de 14 por 50. «Son instalaciones amplias por que se necesita mucho espacio para trabajar y para tener las materias primas como corresponde, el azúcar y el harina sobre tarimas y apoyadas en paredes de azulejo. La calidad de nuestros productos es muy importante para nosotros», explica su dueña.

Mirta cuenta que el alejarse del centro no afectó las ventas. «Al contrario, en la calle Tucumán generalmente nuestros clientes no tenían lugar donde estacionar sus vehículos, en cambio aquí siempre tienen donde hacerlo -asegura-. Además este lugar es más cómodo para nuestros clientes de otras ciudades ya que el Molino vende mercadería a todo el Alto Valle de Río Negro y Neuquén y a la Línea Sur. Tengo clientes que vienen desde más de trescientos kilómetros para llevar nuestros productos».

«En 1969 papá decidió cerrar el salón de té y vender sólo repostería pero el hábito de tomar un café en El Molino ya era parte de la vida diaria roquense y en el 92, a pedid de los clientes, se volvió a abrir el salón de té», explica.

«Nada es porque sí -dice Mirta-. Tenemos muchos clientes y amigos y eso es por que se ha mantenido una trayectoria comercial igual, nunca tuvimos altibajos, desde 1930».

En las paredes de la confi

tería siempre hubo fotos de Roca. «Cuando me hice cargo del negocio -afirma Mirta- aumenté el número de fotografías sobre todo por dos motivos: primero que me encanta ver las fotos de mi ciudad y su crecimiento con el paso del tiempo, y en segundo lugar porque creo que es el mejor homenaje que un comercio con una trayectoria como ésta puede hacer a su ciudad: reconocer la historia de Roca, que es también la historia del Molino».

En su libro «Todo pasó y se fue…» el historiador roquense Pablo Fermín Oreja dedica un capítulo a la confitería «El Molino». Allí, el escritor cuenta que cuando las salas de cine terminaban las mesas de la confitería «superpobladas, convocaban a la tertulia plural de la trasnoche».

Oreja cuenta que era en esas mesas en las que se discutían, entre facturas, café y masas secas, cuestiones políticas de «una sociedad con resabios todavía del viejo pueblo, y aprestos de la ciudad futura que llegaba».

Una de las características principales de la confitería E Molino, y que la ha llevado a perdurar y crecer durante 75 años entre los negocios de Roca es la incorporación de nuevos servicios y productos.

«El Molino siempre picó en punta -asegura Mirta-. Tratamos de ir incorporando cosas todo el tiempo. Esta fue la primer confitería que tenía espectáculos en vivo. Por una pequeña tarima instalada en el salón de té pasaron orquestas como la del Cholo Perego y hasta cantantes de tango que venían desde Buenos Aires como Arrieta. Además fuimos, hace 20 años, la primer fábrica de chocolates artesanales y bombones del Valle que aún hoy continúa en funcionamiento».

La preocupación por innovar continúa a través de las generaciones de esta familia. «Fuimos los primeros en crear los regalos empresariales -afirma Mirta-. Y en el 94 comenzamos a realizar también la organización integral de eventos que hasta entonces no se hacía en Roca y que aún seguimos haciendo. Hoy el encargado de esta tarea es mi hijo José Luis Beneitez».

En este intento de no estancarse, «El Molino» ofrece, además de los artículos de repostería, confituras especiales para las fiestas de Navidad y Año Nuevo como garrapiñadas de maní y almendra. «En Pascuas vendemos también huevos y figuras de chocolate. Hemos llegado a hacer hasta tres mil figuras de chocolate para Semana Santa», asegura con orgullo Mirta.

«También tenemos artículos de regalería como canastitas de mimbre -continúa la productora-. Para nosotros tener éstos productos es un complemento ya que tratamos de que lo que haya para regalar sean cosas que sirvan para contener nuestros productos».

La confitería El Molino ha crecido con el paso del tiempo, en este momento la empresa tiene nueve empleados que realizan tareas de fabricación y venta de los productos, pero conserva la característica de ser un emprendimiento de familia.

«Este es un negocio netamente familiar. Eso le pone la cuota de amor que hay que ponerle a todo trabajo. Mi padre nos decía que en la repostería no hay recetas mágicas, que hay que ponerle los ingredientes correspondientes en las cantidades justas y con mucho amor», dice Mirta.

Mariana Benítez

Nota asociada: Cumpleaños y reconocimiento oficial

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