Un zar en dificultades
Desgraciadamente para aquellos empresarios que se han acostumbrado a aprovechar las oportunidades brindadas por el llamado “capitalismo de amigos”, a menos que tengan mucho cuidado cualquier cambio de gobierno podría llevarlos a la ruina. Ya lo saben Lázaro Báez y Cristóbal López, dos prohombres notorios de la burguesía nacional que, merced a su relación con los gobiernos de los presidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, lograron acumular fortunas inmensas. Privados del apoyo del Poder Ejecutivo, no les será fácil conservar sus riquezas. De los dos, el “zar de los juegos” y magnate petrolero López parece ser el más capaz de mantenerse a flote, puesto que antes del encumbramiento de los Kirchner ya era un empresario próspero y movedizo. En cambio, el excajero bancario Báez siempre ha dependido por completo de la benevolencia de sus padrinos políticos que, mientras pudieron, retribuían su presunta lealtad con contratos jugosos para construir obras públicas. Así y todo, López se encuentra en graves apuros. Puede que, como señalan voceros del Grupo Indalo que regentea, no haya violado ninguna ley al ahorrarse la necesidad de abonar inmediatamente la friolera de 8.000 millones de pesos en impuestos a la AFIP en el transcurso de los años últimos, lo que le aseguró fondos suficientes como para permitirle probar suerte en el negocio mediático, pero el presidente Mauricio Macri se afirma resuelto a poner fin a lo que considera un abuso intolerable y ha pedido a la Justicia embargarle sus bienes. Si sólo fuera una cuestión de ética, el destino del imperio armado por López, un experto en mercados regulados –para emplear el eufemismo usado por la empresa española Repsol para justificar su sociedad con representantes argentinos de la cofradía–, ya estaría decidido: es claramente inaceptable que un multimillonario tan opulento, sobre todo uno que se especializa en una actividad socialmente negativa como los juegos de azar, como él, haya podido mofarse así del sistema impositivo con la colaboración de funcionarios del gobierno anterior. Sin embargo, no sólo aquí sino también en el resto del mundo es habitual que los más ricos, rodeados como están de abogados habilidosos, se las ingenien para mantenerse alejados del fisco acatando la letra chica de la ley mientras violan con impunidad todos los principios supuestamente vigentes. Será interesante, pues, ver cómo avanza el caso en contra de López. Macri y los demás miembros de su gobierno quieren que todo quede innegablemente legal, de suerte que tendrán que asegurar que a López no le sea dado presentarse como una víctima de una campaña de persecución política. Puesto que de acuerdo común es un “empresario kirchnerista” y no cabe duda de que tal condición ha incidido en la actitud que han asumido muchos dirigentes políticos hacia el asunto de los impuestos evitados, cuando no evadidos, tendría derecho a atribuir sus problemas a prejuicios motivados por sus vínculos con el matrimonio santacruceño. La modalidad conocida como “capitalismo de los amigos” es inherentemente corrupta. Siempre acarrea el intercambio de favores, ya que de otro modo los políticos no soñarían con colmar a empresarios determinados de contratos, privilegios impositivos y así por el estilo. Lo que pretendían los Kirchner era crear una rama empresarial de su propio movimiento que, además de ayudar a financiar su proyecto particular, podría contribuir a defenderlos si un pueblo ingrato votara por sus adversarios. Además de ser corrupto, el “capitalismo de los amigos” atenta contra el desarrollo económico al permitir que algunos empresarios se enriquezcan por motivos que no tienen nada que ver con su eventual aporte al bienestar del conjunto. Las economías de todos los países en que dirigentes poderosos suelen repartir favores según criterios políticos o, como sucede a menudo, personales funcionan llamativamente mal. No sólo la Argentina sino también países como Brasil, Rusia y, huelga decirlo, Venezuela no son competitivos en buena medida porque casi todos los empresarios han aprendido que les sería mucho mejor hacerse amigos del presidente de turno, sumándose a un coro de aplaudidores adulones como aquel que siguió a Cristina a todas partes, de lo que sería intentar producir bienes o servicios comercializables.
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