Un riñón le cambió la vida a Nicolasa, después de diez años
La mujer vive en Viedma y se sometía a diálisis tres veces por semana.
Nicolasa Condorí recibió el riñón en el hospital de La Plata. “Fue una bendición”, dice.
VIEDMA (AV).- “Se puede todo. Hay que ser paciente nomás”, aseguró Nicolasa Condorí tras diez largos años de diálisis día por medio. “Nunca perdí la esperanza. Fue larga la espera, pero llegó”, dijo al recordar a quienes siguen rogando ser los próximos, sin dudar de que “eso sólo es posible si la gente se anima a donar órganos”. Como tantas otras tardes, Nicolasa participaba de la reunión de mujeres de la iglesia evangélica del San Martín de Viedma, barrio donde vive junto a su marido, cinco hijos e igual cantidad de nietos. “Nico, ¡salió la posibilidad de un trasplante para vos en La Plata! Armá un bolso y nos encontramos a las 22 en el aeropuerto”, le anunció el médico nefrólogo Carlos Ochoa, quien estuvo puntual al pie del avión con toda la documentación clínica de la mujer y para darle ánimo que todo saldría bien. “Mi gran agradecimiento para este doctor, porque gracias a él estoy trasplantada, y también a Salud de la provincia, por la contratación inmediata de un avión que me llevó a Buenos Aires, donde me esperaba una ambulancia que me trasladó hasta el hospital San Martín de La Plata”, sostuvo Nicolasa. Apenas ingresó a ese nosocomio le practicaron una serie de estudios y rápidamente al quirófano, sin dar tiempo a tener cabal conciencia de lo que estaba sucediendo. A las tres de la madrugada del 7 de noviembre salió de la sala de cirugías y a las pocas horas se despertó con el aplauso de varios médicos que la visitaron en la sala. Por primera vez en diez años Nicolasa hacía pis, para alegría y festejo de los profesionales, porque esa era la gran señal que el riñón cadavérico trasplantado estaba funcionando en el cuerpo de esta mujer de 54 años, que quedó huérfana de padre y madre a los 12 y empezó a trabajar. Nació en Bolivia. Se casó a los 17 y con su primer hijo en brazos partió con su marido hacia la Argentina en busca de mejores horizontes. Pasaron por algunas provincias del norte pero eligieron Viedma hace 30 años. Luego de casi un mes y medio en La Plata regresó a casa hace unos días con más fuerzas que nunca y una extensa lista de agradecimientos, principalmente a la familia que tuvo ese incomparable gesto de solidaridad ante la pérdida de un ser querido. Ahora la vida es totalmente distinta. Atrás quedó la dieta limitada al arroz, fideos, chuletas y pollo sin sal, casi nada de fruta, el alejarse de la mesa de cosas prohibidas para “no desearlas” y, sobre todo, las cinco horas de cada diálisis tres veces a la semana. Nicolasa no hace más que agradecer y disfrutar de recuperar sabores, aunque aseguró que hay cosas que no dejará de hacer. Una de ellas visitar a su médico Carlos Ochoa “aunque no me duela nada, porque no hay otro igual con ese sentido de la humanidad que tiene. Si no fuera por él yo no estaría sentada aquí, porque vive para sus pacientes, sin feriados ni vacaciones”. Para Nicolasa y su familia el trasplante “fue una bendición” que esperan que se extienda a tantos que esperan.
Donación de órganos
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