Un país desconocido, una elección agónica
Agobiado por el fracaso de la estrategia sanitaria, el país se agita como un océano que va y viene. Es un inmenso y oscuro país desconocido. Sobre todo por aquellos que en noviembre le tocarán el hombro a la ciudadanía para pedirle opinión.
Si fuese por el clima social de las encuestas, los resultados de noviembre ya estarían definidos. El sondeo de la Universidad de San Andrés reveló que sólo un 11% está conforme con la marcha del país. El 72% desaprueba la gestión de Fernández. La aprobación del Gobierno cayó 41 puntos en un año. Es probable que en noviembre el votante se encuentre interpelado por tres preguntas simples: cómo fue la gestión de la pandemia, cómo evolucionó su propia situación económica y cuáles son sus expectativas.
El oficialismo confía en su nueva ecuación asistencialista: vacunas por votos. Pero nadie sabe qué resultará del invierno, de la letalidad acelerada de los contagios y del colapso sanitario.
Sobre la situación económica, las principales preocupaciones pasan hoy por la inflación y la corrupción. Y las expectativas a futuro son muy pesimistas.
Pero el impacto del desasosiego no sólo afecta al oficialismo. También a la oposición. Su intención de voto cayó 15 puntos entre diciembre y mayo. Y se duplicó la propensión al voto en blanco.
Desde que Juntos por el Cambio expuso su fragilidad interna aferrándose a las PASO, quedó en evidencia su agenda desalineada de la urgencia social. Ninguno de sus dirigentes de primera línea sabe qué país existirá realmente a fin de año. Pero ya se ofrecen como redentores para lo incierto más lejano: la elección de 2023.
Esa enajenación es el resultado de la fricción entre dos modelos de armado político. Mauricio Macri ha resuelto apuntalar en cada distrito a los dirigentes que se referencien en su liderazgo. Horacio Rodríguez Larreta propone armar un dream team en cada territorio. Es su modo de disputar el liderazgo. En esa puja, la elección de este año tiende a ser más o menos instrumental. ¿Lo es? Si se observa en detalle lo que estará en juego, se trata más bien de una elección agónica.
El centro de la batalla está en la Cámara de Diputados. El dominio cómodo del kirchnerismo en el Senado lo ha transformado en un museo de cera. De los 118 diputados que tenía originalmente Juntos para el Cambio, al menos cuatro ya se entregaron al Gobierno. Los referentes opositores hacen números en silencio y calculan perder entre siete y ocho bancas. Arriesgan más que el oficialismo, porque tienen que renovar el mapa de 2017.
El centro de la batalla está en la Cámara de Diputados. El dominio cómodo del kirchnerismo en el Senado lo ha transformado en un museo de cera.
Mauricio Macri pasó por Córdoba y la interna quedó más desordenada que antes. En Santa Fe, la oposición no mejoró ni después de fallecido su competidor más fuerte en ese espacio, Miguel Lifschitz. La ausencia de María Eugenia Vidal en territorio bonaerense complica a Macri y a Rodríguez Larreta en tableros simultáneos: Ciudad y Provincia.
Enfrente, Cristina Kirchner tiene en claro que la campaña estará en sus hombros. Tal certeza es la pesadilla de Martín Guzmán. De allí nacen las demandas más intransigentes para la gestión económica. Cristina exige llegar con la inflación en baja y la emisión en alza. Guzmán tiene por delante otra nueva bola de nieve: los pasivos monetarios del Banco Central que se engrosaron para financiar el déficit.
Aumenta la exposición y vulnerabilidad del sistema financiero ante un eventual default de la deuda pública. Que es lo que Cristina le pide a Guzmán.
Todos los gestos de política exterior que realizó en los últimos días el Gobierno tienden a acentuar esa perspectiva. El voto en la ONU funcional al terrorismo de Hamas. El giro diplomático en La Haya para desconocer los crímenes de lesa humanidad de la dictadura venezolana.
O la complicación artificial del vínculo con Colombia: Juan Grabois ensayó un viaje a su propia idea de revolución. Hizo escala en una oficina de migraciones, donde enfundó cruz y espada con iracundia jesuítica. Ante la cruda evidencia de un pasaporte vencido.
Agobiado por el fracaso de la estrategia sanitaria, el país se agita como un océano que va y viene. Es un inmenso y oscuro país desconocido. Sobre todo por aquellos que en noviembre le tocarán el hombro a la ciudadanía para pedirle opinión.
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