Un mundo hipnotizado por el coronavirus: la distancia, el beso… ¿y el mate?
Imaginemos la aplicación de este decreto: las personas no podrán estar a menos de un metro de distancia en un subterráneo, un museo o un bar. “Francamente ridículo”, dicen no pocos italianos sobre las nuevas medidas anti-contagio tomadas por el gobierno italiano de Giuseppe Conte.
Todos conocemos el nivel de apiñamiento humano que suele haber en los vagones de una estación central. Surrealista cuadro que permite suponer la inútil puesta en marcha de una medida así. ¿Y en un restorán o bar? ¿Cómo hace el mozo para acercar el plato pedido?
No besarse, saludarse de lejos, son las otras recomendaciones. Ahora que sabemos que el virus desembarcó en Argentina, ¿cómo sería vista afuera -y aquí mismo ahora- la inveterada costumbre del mate circulando de mano en mano?
“En medio de esta laceración global, nosotros los italianos estamos pagando uno de los precios más altos”, dice un editorial del influyente diario italiano La Repubblica. Clama para que “alguien le hable a este país angustiado, con ciudadanos metidos dentro de un túnel, que necesitan salir rápido para convivir y trabajar”. Particularmente enfático fue el título principal del diario Libero, de Milán: “Basta, no se puede más”, bajo la volanta: “Terminémosla con el terrorismo”. La apelación de los habitantes del norte italiano, en cuyos pueblos fue declarada la “zona roja” desde el gobierno, es que se haga una vida normal, de lo contrario la actividad económica, el turismo, la misma convivencia social terminaría destruida. Muchos italianos lombardos admiten que las escuelas deberían estar cerradas, pero exigen rápidamente reabrir negocios, locales… Las empresas tienen necesidad de trabajar, de lo contrario colapsarán junto a sus trabajadores, que necesitan del sueldo.
“Que ustedes, los medios, empiecen dando la cifra de los curados, no la de los muertos”, pedía anoche por la RAI un activo dirigente empresarial del Veneto.
“Muchos asuntos importantes que merecerían un gran debate público van a pasar de largo porque estamos hipnotizados por el coronavirus”, dice en España Iñaki Gabilondo, periodista, en el diario El País.
El coronavirus “tiene el potencial de causar turbulencias políticas, sociales y económicas graves”, había advertido días atrás la Organización Mundial de la Salud. Las pruebas están a la vista: mercados bursátiles espantados y hundidos, tasas de interés estadounidenses bailando al ritmo del virus, cancelación de grandes eventos, ni hablar de las reservas turísticas, e incertidumbre por China, la fábrica del mundo, aislada y parada.
En medio de la falta de información por el origen e incertezas sobre la forma de cura de la enfermedad, y de «fake news» (como la que está perjudicando seriamente a la cerveza Corona de México), se alzan también voces más templadas que apelan a la tranquilidad y, sobre todo, demandan información no alarmista, consistente y contrastada, para evitar la generación de más miedo a la población. Es la tesis del ministro de Salud, Ginés González García. De todos modos, la misma cartera le dice a la población que no subestime síntomas, cumpla con los protocolos y viva con la mayor tranquilidad “porque las posibilidades de contagios son aquí muy bajas” y el sistema de salud “está preparado”.
Por lo pronto, ¿no sería deseable que el mate se mantenga a prudente distancia de -al menos- bocas ajenas a los afectos más íntimos? Esto combinado con las cosas que deberíamos hacer siempre -haya o no coronavirus-: lavado frecuente de manos, cuidado al toser (usar pañuelos descartables o el codo), y vacunación para gripe y neumonía de las personas con factores de riesgo.
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