Claves para pasar un día en Lago Barreales, el clásico con onda del verano
Muy cerca de Neuquén capital, a 70 kilómetros que se transitan en aproximadamente una hora de viaje, este embalse artificial es un gran lugar para pasar un día al aire libre. El agua cálida y la playa de arena hacen que cada fin de semana se llene de jóvenes, familias y niños.
Una buena canción cuando se va a la playa, siempre tiene como protagonista a Luis Miguel. No importa si sos rockero, heavy metal o cumbiero, ir por ruta 7 con “cuando calienta el sol” a todo volumen, puede ser el prólogo de un día inolvidable. Pero si no estás de acuerdo, poné el tema que más te guste y acelerá hacia Los Barreales, que cerca de Neuquén, el lago siempre le pone el sello de agua al verano.
Simón y Silvina se encontraron temprano en Neuquén con Darío y Tamara, su pequeño hijo y Rocío una amiga de la pareja que se sumó al viaje. Se subieron a la camioneta cuatro por cuatro como cada fin de semana y salieron antes que nadie para disfrutar el día que prometía sol.
Pasaron la villa, doblaron en la casa abandonada, y a los dos kilómetros giraron por un camino que se abre a la derecha. La manera de reconocerlo es que hay un palo clavado, donde hay que doblar (mirá la foto más abajo). Al llegar, en la costa armaron un gazebo rojo de hierros firmes antiviento.
“Venimos siempre. El domingo se llena. A las 10 empieza a caer gente para agarrar lugar y están hasta las nueve de la noche. Traen motos de agua, lanchas, kayak”, Silvina hablaba desde la reposera. Habían llevado unos sandwichs de milanesa para compartir y en el mediodía de un sábado sin multitud, descansaba a la sombra, con los pies en el agua.
No hay parador, ni un mercado cerca, por lo tanto, los que van deben llevar todo lo que consumirán en el día y después, llevarse su basura.
A metros de ahí Maxi, Franco y Gabriel se sinceraban y decían que van siempre desde Neuquén, les gusta cuando está vacío, pero también, cuando es un mundo de gente. “El agua es tranquila, templada, lo único malo es que corre un poco de viento, y se siente mucho”, relataba Gaby mientras preparaba unos tragos.
La noche anterior en el grupo de WhatsApp de amigos, los mensajes organizaban qué llevar, el horario de salida. Escapar de la ciudad y el cemento era la misión.
“Es un día hermoso”, gritaba Maty con energía y sin dudarlo, agarraba el kayak, los remos y al pasar al lado de Mike y Germán, salpicaba a sus amigos que, parados con el agua hasta las rodillas, charlaban con una copa de Campari y jugo de naranja en mano.
El sol pegaba sobre la tierra rojiza y alguna brisa, de a ratos, daba unas caricias calientes. Nicolás estaba sentado en el agua con Baltasar, su hijo de tres años, que llenaba una regadera de plástico para mojarlo. A pocos metros, Rayén con el celular capturaba el momento en una foto.
Venían de Centenario y era la primera vez que iban a pasar el día. “Nos perdimos, nos pasamos de largo, llegamos hasta el puente pero preguntamos a alguien que pasó y nos dijeron que acá está la bajada más conocida. Nos reíamos al pensar lo cerca que estamos, yo nacida y criada acá y nunca había venido, es un lugar muy lindo”, decía ella.
Los que estaban en familia por allí, con niños pequeños, festejaban que en esa playa el lago es poco profundo, por lo que no hay riesgo para los chicos.
Tres amigas, se ponían protector entre ellas y aseguraban que para ir no puede faltar sombra, agua para beber y ganas de pasarla bien.
Desde el centro de Neuquén, habían tardado una hora en el auto y lo habían dejado arriba. Muchas veces fueron testigos de cómo algunos que intentan dejar el vehículo cerca del agua, se encajan y deben ser ayudados para salir, por lo que prefieren caminar un poco, con las cosas a cuestas.
Otro grupo más pequeño había salido temprano pero desde Cinco Saltos. En su caso, se organizaron para pasar sábado y domingo. Cargaron las carpas, algo para comer, una muda de ropa y bastante para tomar.
“Vimos que los días iban a estar lindos y nos vinimos. Estamos en el camping a uno 10 kilómetros de acá. Nos cobran 600 pesos a cada uno y 300 la carpa”, decía Daniel, sentado en la conservadora con los ojos rojos, mientras el sol del mediodía se acostaba en su espalda.
Tres gazebos eran el refugio de unos veinte amigos de Neuquén, Cabildo, Buenos Aires, Bahía, Cipolletti. Hablaban todos juntos a los gritos, mientras en un parlante sonaba Maluma a todo volumen.
“Compartimos amistad desde hace años, algunos trabajo y cuando nos juntamos, venimos a pasar el día”, decía Pablo con la arenga de sus amigos de fondo.
A metros, el humo y las brasas comenzaban a perfumar el ambiente, el hambre llegaba pero se calmaba con papitas y maní. Sobre una parrilla el chivito con las patas abiertas estaba muerto de frío, “pero no había apuro”, sostenían los chicos relajados.
Cómo llegar: registrá estos dos lugares que te marcan donde doblar
– Tomar la Ruta 7, pasar Centenario y empalmar con la Ruta 51. A 45,5 kilómetros hay un cartel de “Gerencia Sierra Colorada”(YPF). A la izquierda, hay una casa abandonada.
– Debés doblar en donde está la casa y tomar un camino de ripio, transitable. Hacer dos kilómetros y a la derecha está la entrada, la distinguirás por ese palo parado. Es antes de llegar al Yacht Club Neuquen. Si avanzás y pasas el Yatch, o llegás al puente, volvé para atrás que te pasaste.
– Cuando ves el lago, dejá el auto arriba y bajá caminando si no tenés una 4×4.
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