«Un Chile que no nos gusta», con desigualdad y corrupción
El sitio trasandino El Observador de Quillota exige al presidente Piñera y a todo el arco político "medidas concretas" para cambiar desigualdades. "Si siguen sordos y ciegos todo este estallido volverá a crecer".
Algunos medios de comunicación de Chile expresaron su clamor al presidente Sebastián Piñera para que actúe en consonancia con los demás líderes políticos y plantee medidas concretas contra la desigualdad, germen de la crisis que lleva casi una semana en el vecino país.
Uno de ellos, El Observador de Quillota, sostuvo en su editorial que “los encargados de corregir esa desigualdad son los políticos: el presidente de la República, los ministros, los senadores y los diputados. Son responsables todos los políticos de todos los partidos y tendencias. Ellos andan haciéndose zancadillas entre gobierno y oposición, olvidándose que tienen que unirse para derrotar a las desigualdades, que son las que verdaderamente nos dividen”.
Y agrega: “No solo este gobierno, sino todos los gobiernos desde el retorno de la democracia hasta hoy han sido responsables, porque se quedaron cómodos con la economía de libre mercado, sin ajustarla a las nuevas condiciones de la sociedad chilena. Creyeron que el libre consumo era todo en la vida, y nos hicieron pasar de ciudadanos a consumidores. Nuestros políticos han pecado de sordos”.
Se pregunta el sitio: “¿Quién podría tener apuro si reciben ocho millones de pesos al mes y viven una vida ajena a todos los trajines del pueblo? ¿Cuál fue la última vez que uno de ellos anduvo en micro?”
Continúa: “Nuestros políticos están dormidos, o mejor dicho, adormecidos por una vida cómoda, peleándose por las candidaturas, sosteniendo luchas internas en los propios partidos, reformas urgentes para modificar la ley y poder postularse un mes antes de la elección y seguir ganando el sueldo, jugando a quién hace mejores declaraciones por twitter, mezclándose con el mundo de la farándula y viviendo una vida que asombra y llena de rabia a sus electores”.
Sostiene que esta crisis no es un problema económico “sino un claro problema político” y recuerda que “Chile tiene una economía robusta, pero una política desnutrida, con pensadores raquíticos, que no pueden programar a futuro, que solo miran su pequeño presente en el que ellos son protagonistas”.
Puntualiza cuáles son las desigualdades:
“Elevadísimos precios en los medicamentos debido a los acuerdos entre las cadenas de farmacias y los laboratorios; abusivas isapres haciendo discriminaciones de género, alzando unilateralmente el valor de los planes y obligando a miles de juicios de los afectados en los tribunales, además de la cruel preexistencia; aumentos en los pasajes para el sistema de transporte público; cambio en las condiciones de educación universitaria gratuita; alzas en las tarifas de agua y luz; mala atención en la salud pública, listas de espera infinitas, falta de medicamentos y angustia por el avance de una enfermedad que en una clínica privada la frenarían de inmediato; falta de legislación para detener a la delincuencia que sigue asolando a las familias; AFP que pagan pensiones de miseria mientras ellas tienen millonarias utilidades que usan para seguir haciendo negocios, logrando que una persona jubile con menos de un tercio de lo que ganaba estando activo.
Y como telón de fondo a toda esta desigualdad los chilenos vemos con impaciencia mucha impunidad y mucha corrupción. Colusión de farmacias y papeleras; malversaciones en el Ejército y Carabineros; pudrición en la Iglesia Católica y la Iglesia Evangélica; políticos de todos los colores imputados por diversos tipos de fraudes, hasta porque les pagaron las empresas para que escribieran la ley conforme a sus pequeños intereses; coimas increíbles en la dirigencia del fútbol; corrupción en las cortes de justicia, con ministros acusadores que ahora son acusados”. En definitiva, “un Chile que no nos gusta”.
Concluye que “la tarea pendiente es muy clara para los políticos: buscar acuerdos nacionales y proponer medidas concretas para cambiar las desigualdades por oportunidades para todos. Si siguen sordos y ciegos (¡nunca mudos!) todo este estallido social que hemos vivido, en vez de calmarse, volverá a crecer de manera aún más impredecible”.
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