Trump, un estilo que erosiona la democracia y hará escuela global


Los exabruptos, los tuits, lo disruptivo, la batalla contra algunos medios y periodistas o el desenfado en decir públicamente y sin filtro lo que diría cualquiera ya no son zonas prohibidas.


Donald Trump ayer en su cuartel general, desde donde lanzó denuncias de fraude

Mientras todos los ojos del mundo están puestos en los votos por correo y los eventuales recuentos en los estados reñidos, independientemente de quién sea el próximo presidente, lo cierto es que se llegó a este escenario porque Trump hizo una elección mucho mejor de la proyectada por el promedio de las encuestas.

De entrada se sabía cuáles eran las claves para dar vuelta el color de la presidencia: que Biden sorprendiera en Arizona, quizá imaginar en imponerse en Texas y Florida, y sobre todo focalizarse en “el cinturón oxidado” con Michigan, Wisconsin, Ohio y Pensilvania. Sin eso, el magnate se quedaría en la Casa Blanca por cuatro años más.

Obsérvese qué sucedió con el conteo hasta ahora: en 27 distritos sobre 51 Trump se mantuvo aproximadamente en el mismo porcentaje que en 2016 (+/- 1 punto), en 17 superó su desempeño por 2 puntos o más y solo en 7 perdió espacio. De esos siete solo uno era previamente republicano (Arizona). Tuvo avances importantes en varios estados demócratas: Hawai, Illinois, Nueva York, Nuevo México y Nevada. Y ni hablar de los más de 10 puntos porcentuales de progreso en Alaska y Utah.

Mucho se habló en la semana previa sobre la posibilidad de que hubiera un voto oculto hacia el actual presidente, dado que mencionarlo en los estudios preelectorales no era políticamente correcto. Está claro que ese fenómeno se produjo, y tiende a suceder habitualmente cuando en la contienda hay un candidato antiestablishment político.

En América Latina tenemos bastante experiencia al respecto (acaba de suceder en Bolivia hace dos semanas). Más allá de eso, está claro que los sondeos tienen cada vez más dificultades en todo el planeta para detectar escenarios que salen del radar, ya sea porque la gente miente el voto o porque cierto segmento de electores rehúye responder encuestas de este tipo.

Por lo que arrojan las encuestas a boca de urna hasta aquí, se confirmaron los clivajes centrales que dividían a sirios de troyanos.

Trump se impuso entre quienes consideraban que reactivar la economía era más importante que el control de la pandemia, les importa la seguridad, los blancos y los que se dicen haber decidido su voto en la última semana.

Por su lado, Biden se impone entre los no blancos, los afroamericanos, latinos y asiáticos, quienes creen que controlar la pandemia es más importante que la economía, les preocupa la desigualdad racial, las mujeres y los menores de 30 años.

Por último, gran llamado de atención sobre el impacto de un liderazgo como el de Trump en una democracia sólida como la americana.

Los exabruptos, los tuits, lo disruptivo, la batalla contra algunos medios de comunicación y los periodistas, o el desenfado en decir lo que diría cualquier ciudadano de a pie, ya no parecen zonas prohibidas en la democracia americana.

Muchas cosas están crujiendo en la política contemporánea. Aunque pierda Trump, seguramente será imitado conceptualmente en varias partes del planeta. El laboratorio está a la vista.

*Consultor político, especialista en opinión pública, campañas electorales y comunicación de gobierno, presidente de Carlos Fara & Asociados


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