Tres historias vinculadas con el chocolate
Un pionero en el mercado, un emprendedor que logró su pequeña fábrica artesanal y un matrimonio que realiza huevos de pascua para sumar ingresos a su hogar.
EMBLEMA DE BARILOCHE
El chocolate se transformó en uno de los emblemas de Bariloche. En la ciudad hay miles de historias vinculadas al dulce sabor que provino de la lejana Italia y que conquista a residentes y turistas. Y no es casual que Bariloche sea la capital del chocolate y a partir de este año tenga su fiesta nacional.
“DeBariloche” eligió tres historias muy distintas vinculadas al chocolate: un pionero, un trabajador devenido en emprendedor y un matrimonio de barrio que busca en él un ingreso extra para el hogar.
Hijo de pioneros
Diego Fenoglio se hizo cargo a los 20 años de la chocolatería que instalaron sus padres Inés y Aldo en 1948, tras la sorpresiva muerte de su padre quien inventó el chocolate en rama y desarrolló el mercado del chocolate en Bariloche con recetas traídas de Turín, Italia.
“Llevo 40 años haciendo chocolate”, dice Fenoglio al comenzar a contar su historia que tuvo varios quiebres. Primero con la decisión de dejar de comprar el chocolate a grandes empresas foráneas y elaborarlo en una fábrica propia que entre 1982 y ´83 desarrolló la cobertura de chocolate. “Abarató los costos de la materia prima y hago mi propio chocolate con los porcentajes de cacao que quiero sin necesidad de volver a licuarlo”, explicó.
Lograr un producto de calidad fue su objetivo más allá del volumen, por eso a mediados de los ´90 se desvinculó de la empresa familiar y montó su propia fábrica en 1996 con el nombre de “Rapa Nui”, en alusión a una casa donde vivió de chico.
Los primeros años fueron difíciles, de reinversión constante, hasta que una década después logró que la marca tome posición en el mercado como un “chocolate de calidad”. Hoy tiene tres locales de venta en Bariloche (en calle Mitre, el cerro Catedral y el aeropuerto) y uno en Buenos Aires que se expandió con mucho éxito. Emplea a más de cien personas y fabrica 350.000 kilos de chocolate al año, los que se consumen en un promedio de 20 días por lo que la producción es constante.
“Somos obsesivos con la frescura del producto y estamos en permanente innovación sino te quedás en tecnología y calidad”, señaló Fenoglio que en los últimos años dejó en manos de sus hijos Leticia y Aldo la tarea diaria de la fábrica para dedicarse al conjunto de la empresa que también fabrica helados artesanales.
De cadete a emprendedor
Adrián Inostroza tiene 40 años y más de 20 en el rubro del chocolate. Cuando aún era adolescente ingresó a una fábrica de chocolate descargando camiones pero su curiosidad lo llevó a aprender rápidamente el oficio del chocolatero con la tarea artesanal y luego industrial, con la llegada de las máquinas a las fábricas.
“Siempre tuve un cariño especial por el chocolate sobretodo con lo rústico por eso intentamos seguir esa premisa en la actualidad”, dijo Inostroza desde su pequeña fábrica a la vista de calle Elflein que instaló hace seis meses luego de 5 años de iniciarse con su propio emprendimiento “Chocolate Patagónico” que hoy tiene además un local de venta en calle Mitre.
Pero para llegar a este logro con 10 empleados y una producción promedio de 10.000 kilos de chocolate al año, Inostroza pasó por un intento fallido en 1996 y retomó en 2009 con una inversión inicial de 20.000 pesos y con el empuje de su esposa Andrea con quien fabricó día y noche chocolate en los primeros años del emprendimiento.
“Esto es un esfuerzo permanente pero me gratifica y vale la pena, este tipo de emprendimiento aunque sea chico mueve una industria importante”, relató el emprendedor nativo de Bariloche que se arriesgó en el año que la ciudad tuvo escaso movimiento turístico producto de la expansión de la gripe A.
La chocolatería artesanal tiene como objetivo conquistar al público local “porque son los que compran todo el año y además son los que recomiendan a los turistas”, dijo Inostroza quien apuesta a “mantener la calidad y la frescura del chocolate”.
Huevos de pascua de barrio
En su casa de El Frutillar, Susana Molina y Elías Barrientos, decidieron tres años atrás fabricar huevos de pascua para vender entre sus conocidos y lograr así un ingreso extra para su hogar. ¿Cómo surgió? Fue casual. “Un día le dije a mi marido qué podemos hacer para tener unos pesos más y ahí se me ocurrió hacer huevos de pascua y él me acompañó como siempre”, contó la mujer que realiza tareas domésticas para ayudar con los ingresos de su marido carpintero.
“Los primeros nos salieron horribles porque no sabíamos, fuimos aprendiendo, compramos los moldes y empezamos, pero mejoramos y el primer año vendimos 100 huevos de pascua”, admitió Susana que aún en el jueves santo sigue preparando y decorando huevos de pascua que le encargaron.
Este año la fabricación casera mejoró y ya hicieron 300 huevos de pascua, conejos y gallinas de chocolate, todos a pedido con la promoción del “boca en boca” como principal aliada. Y el emprendimiento también sumó la fabricación de bombones de chocolates para el Día de la Madre.
“A nosotros nos suma un aporte importante y tratamos de venderlo más barato que en un supermercado”, relató la mujer que tiene 5 hijos y 4 nietos, y que encontró en sus vecinos los primeros compradores y que ahora se expande por otros barrios.
DeBariloche
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