Tras las huellas del arriero chileno que salvó a los rugbiers de la tragedia de los Andes

Don Sergio Catalán falleció a los 91 años. Fue el arriero chileno que encontró a los dos rugbiers que habían caminado 10 días por la cordillera en busca de ayuda para rescatar al resto de los sobrevivientes del avión uruguayo que se estrelló en la montaña. Hace dos semanas Dardo Gobbi estuvo en ese lugar y aquí cuenta sus primeras impresiones. En las próximas ediciones del Voy, el relato completo y todas las fotos de la travesía.

El martes 11, a los 91 años, murió don Sergio Catalán, el arriero chileno que en 1972 hizo más de 100 km a caballo para avisar a las autoridades que había sobrevivientes entre los rugbiers uruguayos que viajaban en el avión que se estrelló en la montaña. Dos semanas atrás, Dardo Gobbi, colaborador del suplemento de viajes y turismo Voy del Río Negro, hizo la travesía hasta los restos de la nave y aquí comparte sus primeras impresiones. En las próxímas ediciones del Voy, su relato completo y las fotos de la travesía.   

El arriero chileno con Fernando Parrado y Roberto Canessa en 1972.

Febrero 2020

Las primeras líneas de Dardo Gobbi: “Un mes atrás recibí la invitación de un grupo de montañistas. ‘Vamos al avión de los uruguayos en Mendoza, ¿Querés venir?’ No pude resistirme. Hice el viaje, con la finalidad de escribir sobre esta travesía. Acabo de regresar, comienzo a redactar mis primeras líneas y a seleccionar y editar el material fotográfico del recorrido. Hoy, 11 de febrero, a 48 años del hecho, la tragedia se hace noticia nuevamente. Uno de los protagonistas y principal eslabón de esta epopeya, acaba de morir. Don Sergio Catalan, el arriero que encontró a los dos rugbiers en medio de la cordillera, dejo de existir a los 91 años”.

Diciembre de 1972

Caminando hacia el lugar donde cayo el avión. En los dos picos salientes a la izquierda, impactó el Faichild 227, aquel viernes 13 de Octubre de 1972. El fuselaje cayó por un tobogán hacia abajo, en el “Valle de las Lagrimas”.

Roberto Canessa y Fernando Parrado, salieron en busca de ayuda. El rastrillaje del avión, después de varios días, había cesado. Los habían dado por muertos. Dejaron a sus compañeros en el Valle de las Lágrimas y subiendo el glaciar del mismo nombre, a más de 4000 metros de altura, decidieron cruzar los Andes como última oportunidad de vida para todos.

Despues de 72 días, un atardecer de diciembre, este arriero chileno encontró a dos muchachos tirados a la vera de un arroyo. Si don Sergio Catalán no hubiera hecho caso a los gritos desesperados de Roberto y Fernando, 16 personas no hubieran sobrevivido. Si este jinete no hubiera recorrido a caballo más de 100 km por la inhóspita cordillera, buscando auxilio, la historia hubiera sido otra.

Miércoles 20 de diciembre de 1972. 21 hs, Roberto Canessa – Fernando Parrado: “Hicimos el primer fuego de la noche. Encontramos muchos senderos cada cincuenta metros. Descubrimos varias vacas y algunos caballos. Yo sabía que tarde o temprano alguien tendría que venir a mirar esos animales. Cuando estábamos en un bosque, nos pareció ver pasar un arriero a caballo. Parece que fue una visión, un espejismo, tal vez un sueño. Es que por momentos parecía que dormíamos de pie, de puro cansancio. Después nos sentamos a esperar y al calor de las brasas, tratamos de consolarnos uno al otro. ‘Hay que tener paciencia’, recuerdo que le dije a Roberto… Por fin vimos pasar a tres arrieros que venían, y ahí si el griterío fue brutal, pero no nos oyeron. Parecía una burla del destino. Al anochecer, Parrado y yo caímos exhaustos bajo un árbol, junto a un rio”.

Gustavo Zerbino, sobreviviente de la tragedia, con Sergio Catalán, el arriero que encontró a sus dos compañeros. Twitter Gustavo Zerbino

“Allí fue cuando nos percatamos de la presencia de un jinete, del otro lado de la ribera. A pesar de nuestra debilidad, nos pusimos de pie, gritamos haciendo bocina con las manos. El jinete resultó ser Catalán Martinez”.

El arriero Sergio Hilario Catalan Martinez, 44 años, 4 hijos, divisó a dos jóvenes harapientos en el punto denominado, Bajo del Durazno, Potrero la Loma, cordillera El Perejil, 50 km al oriente de Puente Negro en la ribera opuesta del rio Azufre, un afluente del Tinguiririca.

Los dos hombres gritaron. Catalán decidió volver al día siguiente.

Jueves 21 de diciembre de 1972. 9 hs

Catalan regresó. Lanzó un lápiz atado a una piedra. Como respuesta recibe un dramático mensaje de socorro. Sergio Catalán: “Fue un golpe de suerte encontrarme con ellos. Al principio cuando me hacían señales desde un lado del rio Tinguiririca, pensé que eran dos excursionistas que bromeaban. Me tiraron el papel que decía: “Vengo desde un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace diez días estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí. No sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos vendrán a buscar arriba? Por favor no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos? Yo le contesté: “Vuelvo luego”.

La icónica imagen tomada cuando llegan los helicópteros de rescate.

«Al otro día los saqué de donde estaban. Les preparé unos quesitos de cabra, leche y unas tortillas para el viaje a San Fernando. “No se olviden, les dije, que aquí en Los Maitenes, siempre tendrán un hermano chileno que los recibirá con los brazos abiertos. Yo creo que ustedes son como los gatos: tienen 7 vidas”. (Testimonios publicados en el reportaje “Vivir o Morir”- Por Rodolfo Alcalde. Editora Nacional Quimantú).

Febrero 2020

Caminar por la montaña, no es solo caminar por la montaña; sobre todo cuando los senderos por los que uno transita tienen historia o evocan alguna tragedia u odisea, como la que acabo de contar.

“Los Gendarmes o Penitentes” como llaman del lado argentino a estas aristas. Hacia el otro lado debieron cruzar los rugbiers. Al asomarse un mar de otras montañas congeladas, los esperaban. Hacia Chile buscaron la salvación. Luego de varios días, encontraron a Don Catalan.

Al caminar varios días por, quizás los mismos senderos, me hace pensar a cada paso, la dificultad real que vivieron los protagonistas. En este recorrido, nos costó subir cerros, surcar arroyos, orientarnos y hasta nos perdimos en un trayecto. Acabo de estar en el lugar y es verano, casi cincuenta años después. Imaginarme estas mismas dificultades, con temperaturas de menos diez grados, nevando, en medio de un glaciar, heridos, sin ropa adecuada, sin comida y sobretodo sin conocimientos de la montaña, me hace pensar en la palabra milagro”.

Asi fue como Don Catalan, se convirtió en uno de los principales artífices de esta historia de vida. Los 16 sobrevivientes, eternamente agradecidos. En las próximas ediciones del Voy, contaremos la travesía que realizamos al Valle de las Lágrimas, el lugar donde se produjo el accidente y donde están los vestigios de la tragedia.


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