Todo lo que sucede al momento de sentarnos a comer en familia
Qué bueno que es reivindicar siempre la mesa y la comensalidad como escenario de estar bien cerca uno de otros. Así es que se comparte mucho más que una comida.
Por Victoria Rodríguez Rey, especial para Yo Como
“Compartir la comida es la mejor manera de comer”. Así lo sostiene la antropóloga, Patricia Aguirre, especialista en alimentación. Una reflexión sobre lo que sucede al momento de sentarnos a comer en familia.
@victoriarodriguezrey
Es temprano aún para conocer qué sucedió en las cocinas de este periodo de confinamiento. Con estadísticas de especialistas en sociología y antropología se podrá analizar cómo nos alimentamos, cuáles fueron los alimentos más consumidos, los menos. Lo que sí se puede confirmar es que este aislamiento nos invitó a revisarnos desde la alimentación. Y se cocinó más. Se ocuparon las cocinas, ese lugar vapuleado y menos preciado por un sistema de consumo que modificó aspectos culturales, y centrales, de las comunidades. Cocinar y comer con quienes integran el clan es transformador.
Cuando uno se sienta a comer con otros no se está exclusivamente comiendo sino que se está principalmente con otros. Y además se come mejor porque compartir la comida es también compartir los valores que dan sentido a la vida.
Patricia Aguirre , doctora en Ciencias Antropológicas de la UBA
La mesa, que no es solamente un mueble, es un espacio con gran carga simbólica que reúne y acompaña lo que dure el encuentro. Independientemente de lo que se coma se trata de un evento complejo atravesado por un sistema de valores y sentidos sociales. En la mesa se comparte y se reproduce identidad cultural. En la mesa y mesadas de las cocinas sucede la comensalidad.
Desde los inicios de la humanidad, el control del fuego, la actividad de caza y de recolección y la forma de consumo, fueron actividades que se realizaban mancomunadamente y dieron lugar a la construcción cultural. Sin embargo, posterior a la revolución industrial, se comenzó a generar un formato de sociedad heteronormativa, que hoy se encuentra atravesada por patrones de consumo modernos. Así se fundó una población de consumo de alimentos producidos fuera de la vista y conciencia del comensal, y de consumo individual. Lo que entra a las ollas es una radiografía social. Lo que comemos, cómo lo comemos, con quién lo comemos, da cuenta de un sistema cultural que nos constituye.
Patricia Aguirre es doctora en Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires. Es investigadora y docente en temas vinculados a la alimentación. En relación al compartir la comida, Aguirre sostiene que “la comensalidad es cómo se debe comer, compartiendo con otros, es nutricional y socialmente importante. Nutricionalmente importante porque cuando comemos con otros, comemos menos, porque no solo se intercambia la comida sino comunicación, sentimientos, historias. Cuando uno se sienta a comer con otros no se está exclusivamente comiendo sino que se está principalmente con otros. Y además se come mejor porque compartir la comida es la mejor manera de comer, porque a la vez se comparte los valores que dan sentido a la vida. Nos contamos quiénes somos, quiénes queremos ser y qué es lo que nos pasa. En esa instancia no sólo se construyen saberes sino nos construimos a nosotros mismos, es parte de nuestra identidad”.
Si hay algo que sucedió en este periodo de aislamiento fue cocinar (y comer). Esa actividad relegada, dejada de lado, como si no fuera vital y reproductiva de la vida, fue recuperada y habitada. Si hay algo que se añoró en este periodo de aislamiento fue compartir, comer juntos/as. “Cuando una familia está compartiendo la mesa, con la excusa de la comida, se transmite la manera de como la vida tiene que ser entendida de acuerdo a los valores de esa familia. En la mesa se transmiten las relaciones de género, las relaciones sociales, los valores de la democracia, la historia y la justicia, tal como la entiende esa familia. La mesa es un potente lugar de socialización”, sostiene Aguirre.
En la mesa se transmiten las relaciones de género, las relaciones sociales, los valores de la democracia, la historia y la justicia, tal como la entiende esa familia. La mesa es un potente lugar de socialización.
Patricia Aguirre, docente universitaria e investigadora
Demasiados ingredientes sociales y compromisos culturales entran en las mesas como para que dejemos esa responsabilidad en manos de la industria alimentaria enlatada que nos despoja de toda identidad. Que se estiren las lonas en los patios, los manteles en los tablones y, distancialmente juntos, nos encontremos brindando, para que la comida en comunidad deje de verse amenazada por el picoteo individualista que merodea cercano.
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