Tijuana, el bar de los ceniceros con cadenas

Funcionó desde los años 70 en avenida Argentina, frente a la Catedral. Fue punto de reunión dominguero y la “previa” para el boliche los sábados por la noche. En la década del 90 cerró.

Un chicano recostado sobre un cardon pintado en una de las principales paredes del lugar, una estética de ladrillo a la vista y madera y sus mesas con pedazos de cerámicos encastrados fueron los símbolos con los que se identifica a la confitería Tijuana de los años 70. Pasaron dos décadas desde que cerró sus puertas, pero aún “la neuquinidad” la recuerda con cariño y nostalgia.

Fue parte de la niñez, adolescencia y juventud de miles de nacidos y criados que pasaban allí horas enteras.

Funcionó desde principios de 1970 hasta la década del 90 en avenida Argentina frente a la Catedral, convirtiéndose con el paso del tiempo en uno de los puntos de encuentro más concurridos. Logró conquistar a clientes vitalicios gracias a la creación de un ambiente cálido y ameno. Su arquitectura influyó mucho en eso. Y también una anécdota sobre inauguración y ceniceros.

Tijuana abrió sus puertas por primera vez con una fiesta abierta a los vecinos. Ese día luego de los festejos desaparecieron todos los ceniceros metálicos estampados con una marca de un aperitivo.

Desde ese día, los dueños resolvieron atar a las mesas cada uno de los ceniceros repuestos. Así se convirtió Tijuana en la “confitería de los ceniceros encadenados”.

Era la cita obligada a la salida de misa, luego del trabajo y en las noches de verano. Fue el lugar elegido por las abuelas para invitar a sus nietos con un submarino calentito. Fue la previa al boliche de entonces. Los jóvenes de los 70 se encontraban en Tijuana y de allí luego de cafés y tragos partían hacia Gente o Pirkas, las discotecas más reconocidas de la época.

“Domingos, salida de misa a las 11 y cafecito en Tijuana donde revoloteaban los muchachitos de Don Bosco y la Enet. Solo mirábamos y nos sonreíamos”, escribió Gladys en una página web que recopila momentos y lugares históricos de la ciudad capital.

Se sumó Walter con una confesión: “A veces nos íbamos a Tijuana a jugar al pool escapados de los actos patrios que se hacían en calle Roca”.

“Yo recuerdo al personal, mozos y las chicas de la cocina. En las tardes de mucho frío trabajando en el kiosco Catedral con solo una seña me cruzaba por un cafecito o por una jarrita de cobre con chocolate”. Alicia también dejó estampado su recuerdo. Y vaya uno para Luis, German y Betancur, los queridos mozos de la confitería.

En los años 90 Tijuana levantó su chicano y se fue. Luego vendría otra con nombre Marron’ s, también un gran punto de encuentro. Y después otra, otra y llegó Havanna con sus alfajores marplatenses…. como si ese edificio estuviera predestinado solo a ser un bar que reúne neuquinos de todas las décadas.

El día que se inauguró la confitería desaparecieron todos los depósitos metálicos de colillas. Su dueño tuvo una ingeniosa idea.

Lugar de encuentro: Neuquén

Datos

El día que se inauguró la confitería desaparecieron todos los depósitos metálicos de colillas. Su dueño tuvo una ingeniosa idea.

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