Tiempo de sensatos
El contundente respaldo a la fórmula opositora en las recientes primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) derivó en un fuerte debilitamiento del gobierno y profundizó la volatilidad económica que vive desde hace años nuestro país, lo que obligará a todos los actores políticos relevantes a un ejercicio extra de responsabilidad para evitar una crisis institucional severa, como las que tanto daño han ocasionado a nuestro país en el pasado.
El resultado mostró uno de los efectos colaterales negativos de este diseño electoral, pensado para fortalecer y democratizar la elección de candidatos por parte de los partidos políticos, en un sistema tan presidencialista como el argentino. La enorme diferencia de respaldos del 47% de los votos y casi 15 puntos de diferencia que obtuvo la fórmula del Frente de Todos de Alberto Fernández y Cristina Kirchner por sobre el binomio Mauricio Macri-Miguel Pichetto generó una situación paradójica.
Anticipó los tiempos políticos y dejó al presidente muy debilitado, aunque todavía no perdió formalmente y tiene chances, aunque escasas, de revertir el resultado y además la obligación de seguir la campaña para sostener a sus candidatos al Congreso y a cargos ejecutivos locales en las generales. Y fortaleció al líder opositor, que se siente legitimado por las urnas y es visto por muchos como virtual presidente electo, pero que recién empieza como candidato formal y todavía no detalló su plan económico ni su equipo para una eventual gestión. Se dinamitó así el objetivo de la Constitución de 1994, que redujo el plazo entre las elecciones y la transmisión del mando para evitar una transición tumultuosa como entre Alfonsín y Menem en 1989.
Los mercados tomaron nota de que la mayoría de los argentinos, así como en el 2015 dieron por concluido el ciclo kirchnerista, ahora decidieron castigar a Macri por los malos resultados de su gestión económica y abrirle un crédito a Fernández y al peronismo moderado que dice representar. Como señalaron varios analistas, la pérdida de ingresos de amplios sectores de la población por la inflación acelerada y la recesión económica profunda, sumada a la unificación del peronismo terminaron por cancelar la apuesta del oficialismo por mantener la “grieta” con el kirchnerismo.
En las horas siguientes a las PASO se dispararon el valor del dólar y el riesgo país, la venta de acciones de empresas argentinas en la Bolsa y la salida de capitales, poniendo en vilo al país.
La reacción inmediata del presidente, desequilibrado, emocional y culpando a los votantes y al probable retorno del kirchnerismo al poder por la corrida financiera, empeoró la situación.
Un gesto ayudó a morigerar la estampida financiera más efectivamente que la batería de regulaciones y de alivio al ajuste que anunció el gobierno para paliar la situación.
Afortunadamente, en las horas siguientes cambió de actitud y entabló un primer diálogo con Alberto Fernández y ambos transmitieron mensajes conciliadores. Ese simple gesto ayudó a morigerar la estampida financiera más efectivamente que la batería de regulaciones y de alivio al ajuste que anunció el gobierno para paliar la situación.
Aún así el dólar cerró la semana con un 10% de suba y las dudas sobre la credibilidad del plan económico no se han disipado, más aún cuando varias de las medidas implican un relajamiento de disciplina fiscal pactada con el FMI y complicarán el pago de la deuda.
Las próximas horas serán decisivas para definir si la clase política es capaz de acordar medidas de emergencia para estabilizar la economía y conducir la campaña hacia octubre con un mínimo de responsabilidad, grandeza y racionalidad política. El diálogo es tan necesario como complejo en plena competencia electoral.
De parte del gobierno, debe mostrar estar al mando de la situación y mostrar que aún puede “escalar el Aconcagua” electoral, como definió el propio presidente, sin caer en la irresponsabilidad política. Fernández deberá combinar las críticas y diferenciación del modelo de Cambiemos, que le exige su electorado, con una actitud colaborativa que le obligará a desoír a quienes le piden apostar a un deterioro acelerado del gobierno. Deberá explicitar cuanto antes su programa y equipo de colaboradores, ante factores económicos muy desconfiados.
Como bien resumió en Twitter el politólogo Andrés Malamud: “Todo partido competitivo tiene talibanes y moderados. La democracia es estable cuando los moderados conducen”, algo poco frecuente en la política argentina.
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