Y Messi dijo: “No mando audios” 

Esta semana se inundaron las redes y sitios de noticias con la entrevista que Lionel Messi dio en su casa al humorista Migue Granados para su programa de streaming “Soñé que volaba”. Entre los muchos comentarios que circularon hubo uno que llamó mi atención. El mejor de todos dijo: no mando audios. Lo dijo como respuesta a su uso de WhatsApp y cuánto tiempo le dedicaba al celular. Es posible que la decisión de no enviar audios tenga que ver con evitar que esos archivos –privados- comiencen a circular y quede expuesto en una situación que no desea. Es posible que ésta sea una razón, aunque no lo sabemos. 


En las redes sociales, que tiene tiempo y espacio para debatir sobre cada reflexión que hizo el mejor de todos, muchos usuarios se sumaron a la iniciativa de no mandar audios. Y más aun: no escuchar audios. Algunas razones leídas: la gente no sabe mandar audios, empieza a grabar sin saber qué va a decir y completa todo con ehhh… ehhh. Otro: ¡recién te conozco y me enviás un audio de 5 minutos! ¿Por qué mandan audios tan largos? Y hay más: es práctico mandar audios, pero si me vas a decir “Sí” u “OK”, escribilo por favor. 


Lo que en algún momento parecía una solución para agilizar la comunicación, al parecer tiene muchos detractores. Y como la aplicación WhatsApp no tiene una opción para evitar recibir audios o dejar de enviarlos, esos mismos detractores decidieron seguir su campaña en los estados, esa descripción que aparece debajo de sus nombres. Allí colocaron la frase: “No escucho audios”. Una forma directa de decirle a todos sus contactos que no se gasten, digan lo que tengan para decir por texto o foto o video, que son los otros formatos permitidos. 


Los defensores ultra de los audios -porque los hay- dicen que es lo más práctico. Que mientras hacen tareas en su casa o están trabajando no tienen tiempo de estar tipeando tanto en esos teclados diminutos que no respeta ni los tamaños de los dedos. Que los escuchás cuando quieras y si es muy largo apretás el botoncito para acelerarlo. 


Ese botón, que nos convierte a todos en las ardillitas de los dibujos animados, acelera lo que decimos a velocidades más rápidas o mucho más rápidas (técnicamente es 1x como normal y luego sigue 1.5 o 2x como el más rápido). 

Del lado de los que militan los audios, hay un argumento que terminó de convencerme. Las voces son de los recuerdos más difíciles de retener. Tener la voz de esa persona guardada para siempre en una conversación cotidiana no se iguala con nada.    
 


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