Fruticultura: 20 años de decadencia
Está terminando la temporada frutícola y de otros cultivos de los valles irrigados de Río Negro y la curva descendente de los integrantes de los sectores no ha dejado de parar. Diría más, este año se agravará: no sólo por la crisis internacional y los altos costos (a causa de distintas circunstancias), sino que además la concentración en la comercialización en la oferta y la demanda, más la posibilidad de tener financiamiento, ha sido determinante este año. En el cual es muy notorio que el quiebre de la cadena será sobre los eslabones más débiles.
Siendo optimista, creo que lo que va a suceder en un par de temporadas es que quedará un universo de 1.000 productores como máximo y 60 empacadores, de los cuales solamente dos estructuras comercializarán la gran mayoría.
La constante histórica es haber dejado que el mercado decida quién se va y quién se queda en el sector, siendo en general estables los productores integrados hasta los canales finales de venta y los productores que en una agricultura por contrato, aunque en forma desigual, generalmente logran pactar con la gran empresa la continuidad de los ciclos productivos.
El gobierno actúa prestando las oficinas para que los actores pacten en una situación desigual, propia de una posición dominante de una de las partes y subsidiando con los dineros públicos (a veces muy mal utilizados), buscando solucionar problemas de coyuntura que en muchos casos, hasta van en contra de mantener esta actividad, con la mayor cantidad de actores posibles.
¿A esta altura todavía no nos hemos dado cuenta de que el tema es estructural?
A mediados de la década del 80 existían unos 8.000 productores y 450 galpones de empaque. La zona norte de la Patagonia era realmente un privilegio en la nación. Existían dos entidades que contenían al productor, la Federación de Productores y Corpofrut. La primera se dedicaba al hombre productor (gremial) y la segunda a la fruta, entidad pública de gestión privada sostenida por todo el sector productor, fuera éste integrado o no. La misma daba cada vez más servicios al productor, como el operativo de remedios y fertilizantes en canje por fruta de industria, alquiler de bins, servicio de frío en Cipolletti, Bahía Blanca y puerto SAE. (Corpofrut tenía el 40% del único frigorífico inicial), estimación de cosecha, estadísticas y boletín, tren frutero, puesto en el Mercado Central, etc., etc. Servicios que hoy reclama con justicia el productor no integrado, pero que no visualizó para defenderla oportunamente y perdió por desguace una de las herramientas más importantes de su historia.
A partir de allí se comenzó a visualizar una competencia muy importante en el mercado externo con otros países del hemisferio sur y, por ende, una disputa importante entre comercializadores y productores: los que creían que con la reconversión de las plantaciones solamente se solucionaba el problema de la competencia internacional, y los que creíamos que la reconversión era insuficiente si no se intervenía en las demás etapas llegando a la venta de producto final en los mercados. Claro, los que creían solamente en la reconversión ya estaban integrados, es como creer que la solución de la actividad para todos sus integrantes pasa hoy solamente por la supresión de la carpocapsa.
En ese momento Corpofrut junto con el INTA y la UNC trabajaban en estos temas para enfrentar esta situación, pero no hubo tiempo para concientizar al productor independiente y el integrado en su segunda etapa. Los comercializadores veían que las entidades de los productores comenzaban a trabajar dificultando sus intereses, no permitiéndoles tener seguridad sobre las condiciones en las que recibía la materia prima en cantidad y calidad, por lo que comenzaron a integrarse hacia abajo. El gobierno provincial, que en algunos casos no quiso y en otros no supo retener a lo largo de la historia, de no menos de 20 años, la desaparición del productor y empacador, débiles en la cadena. Esto fue esencialmente por ocuparse de la coyuntura, cosa que le permitía además hacer política.
Frente a la situación actual, pongo como elemento de discusión para que los ciclos dejen de ser viciosos para transformarse en virtuosos e ingresen nuevos actores al sector:
a) El gobierno provincial, con una fuerte decisión política debe hacer un plan para los valles irrigados de Río Negro (incluyendo una política de diversificación), posibilitando que todos los actores estén integrados hasta llegar a los canales finales de venta, priorizando llegar con productos industrializados. Este plan debe estar dirigido y consensuado con «exclusividad» con los sectores no integrados, ya que los que están cubriendo todo el ciclo de producción y comercialización no solamente no les interesa participar (muestra de ello es su intervención en el PFI), sino que lo que pretenden es que, una vez que se tengan las reglas de juego, el Estado intervenga lo menos posible.
b) Tener una clara decisión del gobierno nacional de apoyar a la provincia en una política hacia el productor independiente y el integrado parcialmente. Sin dejar de lado el resto de los actores que han demostrado que son los que han soportado y soportan los vaivenes de esta Argentina.
c) Todas las entidades del sector deben ser realmente representativas, utilizando como única herramienta válida hoy: el voto directo.
d) Es imprescindible la participación efectiva de los actores del sistema, principalmente los afectados. Si es necesario debe incentivarse la creación de nuevas entidades que respondan a este objetivo.
e) Todas las acciones que ya se hayan hecho en este sentido, como el plan frutícola integral, supresión de la carpocapsa, etc. deben ser revisados e incorporados al plan.
Como conclusión puedo decir que después de lo que hemos visto estos últimos veinte años, el productor no integrado totalmente ya no tiene fuerza ni puede generar herramientas que le den solución definitiva a su actividad y a todo su entorno que otrora desarrolló.
El único camino que queda, a mi juicio, es que el Estado tenga como prioridad absoluta (en este tema) rescatar el productor no integrado, evitando la caída de la calidad de vida de los habitantes de esta zona, que ya asumen haber dejado de pertenecer a la región virtuosa de la Argentina.
RICARDO RAÚL EPIFANIO (*) Especial para «Río Negro»
(*) Ingeniero agrónomo
RICARDO RAÚL EPIFANIO
Está terminando la temporada frutícola y de otros cultivos de los valles irrigados de Río Negro y la curva descendente de los integrantes de los sectores no ha dejado de parar. Diría más, este año se agravará: no sólo por la crisis internacional y los altos costos (a causa de distintas circunstancias), sino que además la concentración en la comercialización en la oferta y la demanda, más la posibilidad de tener financiamiento, ha sido determinante este año. En el cual es muy notorio que el quiebre de la cadena será sobre los eslabones más débiles.
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