Subsidios «a la carta»
Si bien es cierto que hay sectores que no pueden pagar los servicios de luz y gas, los subsidios generalizados benefician a los más ricos y se dan además sobre productos que no sobran.
Por Rubén Etcheverry (*)
Reza el refrán: “lo barato sale caro”. Nada más apropiado a los subsidios indiscriminados que cómo vimos no son lineales sino exponenciales. Con lo cual la principal premisa debiera ser asignar con las tarifas una señal de escasez (y por lo tanto de no gratuidad o escaso valor) a la provisión de gas, agua y electricidad.
La frazada es corta. Mantener a Argentina con gas costará el doble de lo que costó el año pasado o el cuádruple en la medida que se van a importar el doble de cargos de LNG (gas natural licuado) al doble de precio. Y se ha demostrado que un subsidio “al voleo” no resulta sostenible (se disparan los subsidios y no hay presupuesto que alcance), ni justo (se benefician los hogares de mayores ingresos), ni eficiente (se alienta el derroche).
Sin lugar a dudas hay familias que no pueden afrontar el costo de los servicios públicos, más allá de la discusión conceptual si los energéticos son servicios públicos o derechos sociales porque hacen a las necesidades básicas y es el Estado quien debería prestarlos con libre acceso para todos.
Lo cierto es que se topan con la triste realidad de la limitación cuantitativa en lo que se refiere a la creación de riqueza de la sociedad. Aunque parezca de Perogrullo cabe recordarlo: los bienes son escasos, no infinitos. Y muchas tendencias discuten sobre su distribución sin saber cuánto es lo que se tiene para repartir.
Luego de los cortes del suministro de gas a las industrias y a las estaciones de GNC del mes pasado, el sentenciado deterioro se hizo explícito y formal al autorizar el Enargas a no invertir a las empresas porque no les han actualizado las tarifas. Para compensar el freno a las tarifas de gas, el gobierno aceptó que las empresas suspendan formalmente su plan de inversiones. Dejando la inversión en obras y tecnología para un mejor momento.
Análogamente en generación eléctrica los usuarios cubren cada vez menos los costos. Los efectos del congelamiento prologando de tarifas son cada vez más agudos a tal punto que en abril de este año los usuarios cubrieron solo el 40% de los costos de generación mientras que Cammesa mantiene una deuda insostenible con las empresas eléctricas de $ 137.000 millones.
Según Jimena Latorre Diputada de Mendoza: “El único criterio que se toma en cuenta para ampliar el subsidio patagónico es el electoral”. Pretendemos con esta propuesta aportar algo más creativo, eficiente y sostenible y a su vez brindar señales palpables a los consumidores acerca del costo económico real que implica toda la cadena de provisión y reposición.
Recursos
En Argentina somos 45 millones de habitantes distribuidos en 13,5 millones de hogares según el último censo; de los cuales 4.725.000 de hogares son pobres (35% de la población) y un 15% de indigentes (2 millones los hogares).
Hemos adoptado márgenes conservadores para los siguientes cálculos: si asumimos que debemos subsidiar la mitad de los costos de las facturas de los hogares pobres y regalar (subsidiar el 100%) todo el consumo racional de gas y energía de las personas indigentes, y por otra parte disponemos de los us$ 10.000 millones de los subsidios energéticos del presupuesto anual, significa que contamos para repartir unos $ 14.000 por mes por hogar pobre y $ 28.000.- por mes para cada familia indigente!
Se trata de montos muy altos para los costos actuales y está asociado a la enorme ineficiencia en la asignación del recurso “subsidio” y los derroches asociados a una ausencia de política tarifaria.
Si destinásemos la mitad de esos montos: unos $ 7.000 por mes por hogar pobre y otros $14.000 a los núcleos indigentes, podemos disminuir el subsidio en unos us$ 5.000 millones anuales, que podrán en parte ser destinados a programas e inversiones de eficiencia energética y lograr el acceso a las redes de aquellos usuarios no conectados, mientras que disponemos igualmente de suficiente dinero para hacer cargo de los energéticos de las familias vulnerables.
Esta primera aproximación nos indica que disponemos de los recursos para poder “regalar” el gas y la energía en volúmenes y precios razonables bajo la hipótesis de reducir a la mitad el monto total de los subsidios.
Iniciativa
Por eso el desafío es asistir a los que no pueden, pero sin dejar de dar señales de carencia y costos elevados para el resto de la sociedad. La tarifa es una herramienta poderosa. Hemos visto en la gestión anterior que se comienzan a cuidar los consumos antes de los efectivos aumentos; se fueron bajando los consumos invernales, más allá de la temperatura, cuando la gente percibió que se quitarían los subsidios.
El esquema actual destruye valor y pretendemos reemplazarlo por otro que permita concentrar los subsidios en forma eficiente en los sectores que realmente los necesitan. Hasta ahora la segmentación y las tarifas sociales han sido paliativos, pero se debe focalizar más aún hasta que sean nominativos.
Es por ello que proponemos una política de subsidios personalizada y acotada. Asignaciones al titular o cabeza de hogar y a un suministro determinado cómo lo es la AUH (Asignación Universal por Hijo). Conceder determinados m3 de gas, kilos de gas licuado y/o kWh de energía eléctrica que correspondan a un consumo razonable en cada zona y cada época y entregar sin costo sólo esas cantidades.
Esta limitación en la cantidad de energía gratuita condiciona el consumo indiscriminado puesto que únicamente dispondrá en forma gratuita de ese volumen, mientras que los consumos restantes fuera de ese cupo serán facturados y cobrados a tarifa plena. Así acotamos los montos a subsidiar mientras brindamos una fuerte señal de eficiencia.
Por supuesto que no es sencillo, pero es una apuesta responsable que pretende optimizar nuestros recursos. Hoy disponemos de sistemas de información y tecnología más que suficientes y data en el Anses para una implementación ágil y eficiente, que se irá puliendo, optimizando, ajustando y corrigiendo.
Podría ser una especie de “Canasta Energética” a través de una “tarjeta Energiz.Ar” de forma análoga a la tarjeta Alimentar. Existen experiencias exitosas cómo la del Bono Gasífero a fines de los años 90 de la subsecretaría de Energía de Neuquén, con el EPEN e YPF Gas que ganó la licitación para la distribución de cilindros y garrafas con los primeros controles con código de barras. Logramos reducir a la mitad los fondos asignados al plan.
El tema no es simplista de dejar a la gente sin energía, sino como todo recurso insuficiente, valorarlo y cuidarlo. La eficiencia es el punto, y el bolsillo sigue siendo un órgano muy sensible en este aspecto. Aplicar una política de subsidios explícitos, públicos y nominativos, con nombre y apellido. Y aunque suene contradictorio se trata de “regalar para no derrochar”.
(*) El autor es exsecretrario de Energía de Neuquén.
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