Los últimos artesanos naturales del cuero

La familia Valdés realiza la curtiembre en un pequeño galpón en La Adela, con la fórmula tradicional de los antepasados. Desde hace tres generaciones mantienen sello propio en la Patagonia.

El pequeño taller en el fondo de la casa emana olores a un ácido especial. Se pueden ver pilas de cueros para ser curtidos, otros con la mitad del proceso y otra pila de los ya terminados, listos para su comercialización.

Hoy, en la Curtiembre San Tomás, la tercera generación de la familia Valdés trabaja enteramente en forma artesanal, natural como ecológica, los cueros de animales obtenidos en campos de la zona, con un sello propio de calidad de casi cien años que tiene reconocimiento a lo largo y ancho de la Patagonia.

Aldo (59 años), su hijo Lucas (28) y uno de los sobrinos Rodrigo (28) trabajan con las fórmulas y un largo método totalmente casero heredado de don Antonio Valdés (fallecido en el 2004), aún comprometidos en mantener estrictamente la tradición de los antepasados en una actividad donde los que no utilizan equipos industriales modernos ni maquinarias tecnológicas están prácticamente extintos en el país. Sin dudas sería más rápido hacer todo el proceso con tecnología, acortando los tiempos, “pero haciéndolos de esta forma, cada uno de los cueros es, para nosotros, especial y único”, enfatizó Aldo.

Aldo muestra los productos terminados.

Lograr un suave y esponjoso cuero demanda un extenso proceso de dieciséis pasos y casi veinte días, dependiendo del clima y la época del año. Para las tareas del lavado, el amasando y el ablande sólo se utilizan las manos y hasta los pies, en distintos respaldos en tablas de maderas, con algún cepillo de acero, en un viejo lavarropas a paleta, en tambores de 200 litros. “Trabajar para curtir cada cuero demanda mucho trabajo, con un proceso de varias semanas y unos quince o dieciséis pasos que hay que hacerlos metodológicamente respetando ‘la receta’ y usando nuestras manos y en ocasiones los pies para ablandar los cueros”, explicó Lucas.

El emprendimiento familiar produce, en una simple habitación, cueros de una amplia variedad de animales que están permitidos por Fauna, como chivos, corderos, vacunos, liebres, zorro, pumas, alguna nutria y hasta de chachos jabalíes.

Cada cuero puede ser utilizado para el adorno de las casas o en las habitaciones. Los más esponjados, los campesinos o amantes de caballos los emplean en los recados, y también llegan a ser adquiridos por familiares que tienen personas con alguna enfermedad o traumatismo y que están postradas en la cama.

“Es un orgullo dedicarnos a esto”, destaca Rodrigo.

Durante el encuentro con “Río Negro”, los Valdés repasan cada uno de los pasos para lograr un producto final de calidad, las marcas en las manos o huellas en los pies que muestran con gran orgullo y satisfacción al recordar algunos los elogios que reciben con cada venta realizada. “Es una satisfacción que no se puede contar cuando vemos este cuero terminado en alguna estantería o cuando ves a la gente tocándolo y enamorándose de lo suave que es. Esos momentos te hacen olvidar todo el largo y cansador proceso”, contó Lucas.

La tarea de curtir en forma totalmente artesanal y natural comenzó varias décadas atrás, cuando don Antonio Valdés capitalizó, a orillas del río Colorado, los conocimientos adquiridos en trabajos en los campos de la Línea Sur. Y esa misma práctica, que tienen en la actualidad, contiene algunas técnicas para mejorar que se fueron perfeccionando con el paso del tiempo, cuando la “fórmula” fue pasando de generación en generación, teniendo como principal punto un arduo trabajo y paciencia.

Lucas y Rodrigo aseguran sin titubear que fueron bendecidos en la profesión que eligieron seguir, que a pesar de las dificultades que en acciones se presentan, tratarán persuadir y enseñar el arte a sus descendientes.

Ver el producto terminado “te hace olvidar todo el largo y cansador proceso”, cuenta Lucas.

La actividad, que exige esfuerzo personal y familiar, se transformó en principal fuente de ingreso económico. “No es fácil, no es muy rentable la actividad, pero es un orgullo, dedicarnos a esto”, destacó Rodrigo. La familia sostiene que el emprendimiento podría llegar a crecer para ampliar los horizontes y hasta ocupar más mano de obra. Además se le podría agregar valor agregado a la actividad confeccionando alguna ropa de vestir, gorros o otros artículos, si pudieran lograr algún acompañamiento de los gobiernos provinciales de Río Negro o La Pampa, pero hasta el momento los distintos intentos fracasaron.

La “receta secreta” del abuelo Antonio

La historia detrás del nombre

Fotos Jorge Tanos

Nacimos sobre los cueros curtidos y fuimos aprendiendo el trabajo con nuestros viejos o abuelos, que utilizaban distintas técnicas para curtir y mantener los cueros sanos y saludables con los elementos naturales que usaban los pueblos primitivos, sin la necesidad de herramientas o equipos modernos”.

Aldo Valdés sigue la tradición que su padre Antonio llevó a la comarca.

Datos

Los responsables del emprendimiento revelaron algunos de los pasos para lograr un cuero flexible, limpio y suave.
Lo primero y principal es adquirir cueros de buena calidad.
En caso del cordero (lana) o chivo (pelo) se procede a quitar el sobrante que no se va a usar, que es la cabeza y las patas del cuero.
Se pone en remojo en los tambores con agua para ablandarlo y sacarle barro y entonces, para secarlo, se deja escurrir sobre caballetes.
Luego se lleva a un lavarropas a paleta con jabón en polvo, para profundizar la limpieza de la lana o el pelo.
Se descarna el cuero con un cuchillo, quitándole toda la grasa o sobrante de carne que pueda tener.
Una vez limpio se pone en tambores con agua, sal y alumbre, donde se deja un par de días. Eso evita que el cuero se pudra o pierda el pelo.
Se deja escurrir y se procede al estaqueado en hormas, dejándolo bien estirado. Entonces se distribuye una mezcla de alumbre y sal en todo el cuero.
Se aplica una parte de agua y aceite de pata (se extrae del hueso de la pata de la vaca) en un recipiente y se moja todo el cuero. Se deja secar al aire libre.
Luego se retiran los restos con una espátula y se procede al último lavado del pelo o la lana, a mano en una mesa inclinada, para que corra bien el agua.
Se escurre y se deja colgado en cordeles para que se seque por completo.
Llega el momento del ablandado y para eso se soba de forma natural.
Luego se procede al cepillado para quitar abrojos o basura y se raspa con una lija de tela esmeril para eliminar todos los sobrantes del curtido, dejándolo bien terminado.
Finalmente se hace un desorillado del cuero, sacando todo sobrante en las orillas, y se pasa un cepillo de acero de mano dejando totalmente limpio el pelo o la lana.
De esta forma queda terminado el trabajo del curtido.
La curtiembre lleva el nombre de San Tomás como una forma de homenajear a Marcos Tomás Valdés, de 17 años, que tiene una parálisis cerebral por asfixia intrauterina, no puede caminar ni tampoco ver. Sin embargo estas limitaciones físicas no le han impedido encarar la vida diaria con mucho optimismo y entusiasmo y hoy cursa el tercer año del secundario.

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