Vio el hambre, juntó a sus amigas y abrió sus puertas en Picún Leufú: «Lo hacemos con amor»

Las ollas en la cocina de Claudia no dan abasto los martes y jueves, cuando se forman largas filas de personas que esperan su plato caliente. Con donaciones de vecinos, alimento o dinero, llegan a las panzas de muchos.

«Mejor abramos un comedor que va a servir más», fue lo que le dijo Claudia a sus amigas luego de un largo tiempo de ayudar a sus vecinos más necesitados con una huerta hace más de un año, en Picún Leufú. Así comenzó el comedor Manitos Solidarias, que tuvo que reducir los días por la situación económica. Sin embargo, las cuatro amigas no se rinden y todos los martes y jueves le alcanzan un plato caliente a niños y adultos mayores.

Son más de 13 familias las que llegan los martes y jueves por la noche a la casa de Claudia con un recipiente para llevarse la cena. Muchos son adultos mayores, pero la mayoría son familias con niños. «Ellos están felices», manifestó Claudia, la impulsora del merendero.

Todo comenzó hace más de un año cuando, luego de ayudar a los vecinos con una huerta, pensó que un comedor tendría más alcance. «Vi que necesitaba ayudar, hay muchos niños de bajos recursos y adultos mayores con hambre, y opté por poner un comedor charlando con mis amigas», relató Claudia.

«¿Y si nos ponemos a trabajar y entregamos la cena?», les preguntó a Daniela, Vanesa y Tania. Ahí comenzaron a golpear puertas pidiendo donaciones de alimentos para poder cocinar en la casa de Claudia. Ella pone la luz, el gas y los servicios, pero todas juntas transforman los alimentos en un plato caliente «con muchísimo amor».

Las comidas se entregan los martes y jueves a las ocho de la noche. Foto: Gentileza Claudia Castillo.

Ellas no están solas en este proyecto, es que algunos comerciantes y vecinos también aportan algún sustento. «Un señor nos da pollo los martes, otro, carne picada los jueves y una panadería aporta con pan», contó.

Cuando está la comida, Claudia les avisa a los vecinos y lo pasan a buscar. Largas filas se forman afuera de su casa y nadie se queda sin su cena. «A veces, cuando se me pierde algún anciano, salgo a buscarlo a ver que le pasó porque no se puede quedar sin su comida», afirmó.

Antes, la comida se repartía tres días, pero el aumento de los costos y la demanda complicó la situación. Claudia contó que además bajó la donación de algunos alimentos y que «antes con la plata podía llevar más paquetes de fideo que ahora», dijo.

Por eso, además de aceptar las donaciones como fideos, arroz, harina y polenta, también recibe dinero para quienes quieran colaborar. «Gracias a Dios me ha llegado algún dinero para poder comprar y si alguien quiere ayudar es bienvenido», expresó. Su alias de Mercado Pago es: claudia.casti.

Cada vez llegan más personas a la casa de Claudia y todas comentan la increíble labor que realiza junto a sus amigas. «Hay algo especial en ayudar a los demás, lo hacemos de corazón», finalizó.


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