Villa La Angostura, el paraje, el telégrafo y la historia de sus tres nombres

La fundación en 1932 sólo vino a poner en documentos lo que ya se vivía en la práctica desde antes del 1900. Un repaso del proceso, sus protagonistas y experiencias.

“Correntoso” es el nombre del lago y del pequeño río que lo conecta con el Nahuel Huapi, casi en el límite entre Río Negro y Neuquén. Por sus apenas 300 metros, se dice que ese curso de agua es el más corto del mundo, y por sus condiciones, también el Edén de los pescadores de truchas. “Correntoso”, a su vez, fue el nombre del primer hotel que activó la posibilidad de un desarrollo turístico, a cargo del italiano Primo Capraro, en 1904. El pueblo que se formó en sus cercanías también se llamó así en sus inicios, el primero de tres nombres que sus colonos le eligieron a lo que hoy conocemos como la hermosa aldea cordillerana. “Paraje Correntoso”, “General Agustín P. Justo” y el definitivo “Villa La Angostura”, son las denominaciones que marcaron su historia hasta nuestros días.

La zona se encuentra habitada “desde hace aproximadamente 10.000 años. Desde entonces indígenas, conquistadores, misioneros y colonos dejaron su impronta”, señala el apartado histórico de la Secretaría de Turismo Municipal en su sitio web. Y bien vale la aclaración para ampliar mucho más la línea de tiempo a tener en cuenta, a la hora de pensar en los procesos que formaron estos asentamientos de población.

Lo que se plasmó como fecha de fundación en este caso, recién en 1932, 28 años después que Neuquén, la capital del territorio, y 30 años después que su vecina Bariloche, sólo vino a poner en documentos lo que ya se vivía en la práctica desde antes del 1900, cuando el paso de las tropas nacionales incorporó “administrativamente” esas tierras indígenas al Estado argentino.

Para eso hizo falta que la campaña militar del coronel Conrado Villegas completara la expansión de la frontera en 1882 “a toda la provincia de Neuquén, defendida ahora por 15 nuevos fortines y fuertes”, dato que ratifica el Museo de la Patagonia, dependiente de la Administración de Parques Nacionales. Ese despojo a los habitantes originarios habilitó la llegada de otros pobladores, nacidos en tierras lejanas, los que se animaron a la rigurosidad del clima y al enorme esfuerzo que demandó poder desarrollar la actividad agrícola-pastoril y a la explotación forestal. Muchos habían solicitado hectáreas, pero pocos se animaron a quedarse.

Crisol de nacionalidades


Es en esos años que la zona era conocida como “Paraje Correntoso”. Allí, en el verano de 1903, el historiador, periodista y escritor Carlos “Yayo” De Mendieta ubicó como primer poblador con lote legalizado a Federico Baratta, seguido por Primo Capraro, con quien se asoció para la explotación de madera y los primeros cultivos. La estancia de este último, llamada Estanzuela «La Bellunesse» (de cuatro mil hectáreas), frente al lago Espejo, facilitó la llegada de otros habitantes, como los hermanos Colletti, que administraron ese campo. Desde entonces, se sumaron familias como los Paisil, Antriao y Quintuparay, éstas últimas llegadas desde Chile. Después, la población en 1909, según una inspección de Tierras y Colonias arrojó un crisol de nacionalidades: 21 argentinos, 24 chilenos, 14 alemanes, ocho suizos, tres italianos, dos españoles, tres uruguayos, dos franceses, dos escandinavos, un belga y un sirio. En el medio, la firma del presidente Julio Argentino Roca, el 9 de abril de 1902, quedó estampada para crear la Colonia Nahuel Huapi.

Con ese panorama se fueron organizando estos vecinos, hasta que ocurrió el hecho que más se recuerda en los archivos como el inicio de las gestiones que derivaron en la fundación: la compra de dos lotes por parte del abogado porteño Exequiel Bustillo, en 1931. Esa adquisición y su necesidad de conectarse con Bariloche, al que se llegaba después de cuatro horas en bote avanzando desde sus tierras por el lago, promovieron otro paso para salir del aislamiento: la instalación de un radio – telégrafo en su propiedad. Para eso realizó el pedido formal y la solicitud avanzó pero destinada al paraje “Correntoso”, donde los pobladores habían mostrado interés en poder contar con ese servicio.

«Se instalaría una oficina con una torre, en combinación con otra de mayor potencia en la localidad de Bariloche», afirmó De Mendieta. Los equipos de radio utilizados fueron armados en Buenos Aires, por personal técnico de la Dirección General de Correos y Telégrafos de la Nación, con el dinero enviado por los vecinos, 3000 pesos de la época. A esa repartición se cedió el terreno, que era de condición «fiscal», y los materiales los dispuso el Ministerio de Agricultura, entre ellos, habilitando el uso de 100 toneladas de madera.

Foto: Revista Más Neuquén.

***

El espacio, con el típico estilo cordillerano, fue construido por Capraro, que ya para entonces era el principal contratista del ferrocarril. Con su mano de obra, este italiano tuvo listo el trabajo en apenas 90 días, gracias a su vez, al apoyo económico de otros vecinos. Apenas 10 meses después de este gesto de impulso, en medio de la crisis financiera que se vivía y de las deudas que la empresa del tren mantenía con su aserradero, se supo que Capraro optó por quitarse la vida.

Con el proceso iniciado, en los escalones de ingreso a la casona del radio telégrafo, se leyó el acta de inauguración el domingo 15 de mayo de 1932, a cargo de Emilio Frey, según se puede ver en el recuerdo fotográfico. Eran las 11 de la mañana y el acto se desarrolló ante un numeroso grupo de vecinos, incluida la presencia de los alumnos de la Escuela 104. Un señor de apellido Rodríguez fue el único jefe – empleado que estuvo a cargo de la atención hasta 1945.

El Pueblo de Justo


Es en el texto leído en aquella mañana de otoño donde queda en evidencia la denominación del lugar con el segundo nombre que portó. «A los quince días del mes de mayo del año mil novecientos treinta y dos, en el territorio del Neuquén, departamento «Los Lagos», Pueblo General Agustín P. Justo, se procedió a inaugurar esta oficina radiotelegráfica denominada «Correntoso», construida por la contribución de la Dirección General de Correos de la Nación y vecinos (…) queda librada al servicio público». Ese mismo domingo, una nota en el diario “La Prensa”, anticipaba sobre la realización del evento desde Buenos Aires.

Gracias a los archivos, se sabe que valoraban el nombre de Justo, militar y funcionario, porque ya había elevado el pedido de instalación de la línea telegráfica tras visitar la zona en abril de 1928. Por eso Capraro pidió la designación, para diferenciar a esta angostura de otras que existían en la región de este lago, propuesta que los demás vecinos participantes aceptaron por unanimidad. El acto incluyó placa y pergamino para la piedra fundamental de lo que confiaban que sería una “ciudad industrial”.

La Angostura de la península


Cumplido el homenaje, el propio Justo agradeció el honor pero declinó de que se llamara con su nombre al nuevo pueblo y a la Estación Radiotelegráfica allí inaugurada. Así, cuatro años después de ese momento, fue Exequiel Bustillo, ya como presidente del directorio de Parques Nacionales, quien le impuso el actual «Villa La Angostura» al lugar, precisamente por la ubicación donde tuvo orígen, en la angostura o istmo de la península Quetrihué (Ketrihué), antes llamada Península Beatriz.

Lo llamativo de todo esto es que pese a la importancia del proceso, esta fecha que cortó con el aislamiento no fue automáticamente establecida como una efeméride local, ni un día de festejo. De Mendieta relata en su libro “Una aldea de montaña”, que aportó para esta nota Romina Bercovich, desde la Biblioteca Popular Osvaldo Bayer, que tras el «Angosturazo», una revuelta popular ocurrida a comienzos de los ’70, fue Carlos Alberto Fracassi, el entonces presidente de la Comisión Municipal quien decidió organizar una gran fiesta que reuniera a la población en su conjunto, sin las divisiones que habían quedado. Se consideraron varias opciones de fecha, como el 15 de Agosto (Día de la Patrona de la Asunción de la parroquia local), el 16 de enero (cuando se reunió la primera Comisión de Fomento) y el 27 de diciembre (cuando se firmó la resolución que la creaba).

Finalmente, triunfó la opción del 15 de mayo,en la Resolución 112/73 del Municipio local, firmada el 24 de abril, porque esos vecinos que se reunieron representaban el «núcleo humano» de lo que hoy es la localidad. “Querían transmitir a los que vendrán, cuando sus corazones hayan cesado de latir, todo el amor a esta tierra que guardan en ellos, como el más puro de sus sentimientos», anticipó Frey esa mañana de 1932. 92 años después aún se los recuerda.

Foto: Archivo.


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