Ver la ciencia a través de un cristal: cómo un concurso escolar con materiales de cocina despierta vocaciones
Sebastián Klinke es doctor en Química, investigador del CONICET y preside la Asociación Argentina de Cristalografía, que desde hace 10 años lleva a cabo un concurso con el objetivo de “que los chicos y las chicas vean la ciencia desde otro lado”. Más de 4.000 estudiantes de Nivel Secundario han participado, aunque, al margen de un número, son las historias individuales las que testimonian la eficacia del método.
“El concurso despertó mi interés en la ciencia, pero no en el sentido de seguir una receta, sino de ponerme un objetivo y tratar de ver qué se puede modificar, por qué las cosas no salen cuando no salen y por qué sí cuando salen. En ese aspecto, fue una de las primeras veces que me enfrenté a la curiosidad científica”. Juan Manuel Rey participó del Concurso de Cristales en su primera edición en 2014, cuando estaba en el último año de la escuela secundaria. Hoy está haciendo el doctorado en Química en un instituto de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y hace ciencia fundamental, aquella “con el fin principal de avanzar en el conocimiento”, según cuenta.
“El concurso despertó mi interés en la ciencia, pero no en el sentido de seguir una receta, sino de ponerme un objetivo y tratar de ver qué se puede modificar, por qué las cosas no salen cuando no salen y por qué sí cuando salen. En ese aspecto, fue una de las primeras veces que me enfrenté a la curiosidad científica”. Juan Manuel Rey participó del Concurso de Cristales en su primera edición en 2014, cuando estaba en el último año de la escuela secundaria. Hoy está haciendo el doctorado en Química en un instituto de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y hace ciencia fundamental, aquella “con el fin principal de avanzar en el conocimiento”, según cuenta.
Como Rey, alrededor de 4.500 chicos y chicas han participado del concurso impulsado por la Asociación Argentina de Cristalografía (AACr), auspiciado y financiado por el CONICET. Comenzó cuando la Organización de las Naciones Unidas y la UNESCO declararon al 2014 como el Año Internacional de la Cristalografía. “Ese año nos llegó la propuesta de la ONU a través de la Unión Internacional de Cristalografía de salir del laboratorio a difundir esta rama de la ciencia. En ese momento yo era el secretario de la asociación y mi colega, el doctor Diego Lamas, era el presidente, así que dimos charlas en varias universidades, colegios, bibliotecas y más. Pero nos faltaba una actividad principal, algo sistemático que durara en el tiempo. Entonces, colegas de España nos dieron la idea del concurso, que ellos ya venían haciendo, para enseñar a los chicos de la secundaria a crecer cristales. Nosotros no teníamos ni idea cómo organizarlo, fue una aventura”, cuenta Sebastián Klinke, actual presidente de la asociación e investigador independiente del CONICET en la Fundación Instituto Leloir de Buenos Aires.
Según la quinta Encuesta Nacional de Percepción Pública de la Ciencia (2021), los temas científico-tecnológicos generan un elevado interés para la sociedad argentina. El 80 % de la población considera prestigiosa a la profesión científica, valoración en ascenso
desde la primera medición en 2006. Además, 8 de cada 10 argentinos cree que la profesión científica es prestigiosa y 6 de cada 10 también considera que la ciencia es una opción profesional atractiva para las nuevas generaciones. “Aunque no tenemos estadísticas oficiales, tenemos muchísimas historias de chicos que han despertado su vocación científica gracias al concurso de cristales. De hecho, hoy tengo colegas que comenzaron su carrera de esa manera”, destaca Klinke.
Para sostener e incrementar estas percepciones, un equipo de alrededor de 10 científicos de la AACr (que, a su vez, está conformada por 200 especialistas que aplican Cristalografía en sus investigaciones) visita colegios durante todo el año para capacitar a los docentes y que sean ellos quienes motiven a participar del concurso a sus alumnos. En líneas generales, los chicos deben realizar una experiencia de crecimiento cristalino (hacer crecer un cristal) con sacarosa (azúcar común), sulfato de cobre, cloruro de sodio (sal común), alumbre de potasio, fosfato diácido de potasio (KDP) o bórax. Los trabajos tienen que ser documentados en un video de unos cuatro minutos o un informe que se envía al Comité Organizador para su evaluación. Después, seleccionan los trabajos ganadores para participar de la final, que cada año cambia de sede. “Este año la hicimos en la UBA y vinieron más de 100 chicos de 11 provincias, acompañados por docentes, familiares y directivos. Organizar eso hoy en día, con un presupuesto muy chico, no es fácil, pero salió hermoso”, expresa Klinke.
.
Del laboratorio a las aulas
Según el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación, en el CONICET (el principal organismo de producción de ciencia de la Argentina) actualmente se desempeñan más de 11.800 investigadores, más de 11.800 becarios de doctorado y postdoctorado, y más de 2.900 técnicos y profesionales de apoyo. Desde la Antártida hasta la Puna y desde la Cordillera de los Andes hasta el Mar Argentino en diversos centros, institutos y universidades.
Sin embargo, “a la rama de la ciencia de la Cristalografía no la conoce mucha gente. Además, muchos la confunden con la cristalería”, aclara Klinke entre risas. “La Cristalografía es el estudio de la materia ordenada, esa es la verdadera definición, y tiene múltiples aplicaciones. Ese orden cristalino lo dan las moléculas, átomos o iones uno al ladito uno del otro colocados perfectamente”, describe el investigador, cuya vocación científica comenzó por una actividad similar, la Olimpíada Argentina de Química. “El primer viaje grande que hice en mi vida fue representando a mi país en la Olimpíada Internacional de Química y es algo que jamás voy a olvidar. Competí una vez en China y otra en Rusia, con menos de 19 años. Después del colegio, no tuve ni que pensar qué quería estudiar”, comenta.
.
Rey relata que, aunque ya sabía que le interesaba la ciencia, en el marco del concurso hizo una visita a la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA: “Ahí conocí a los que organizaban el concurso, los laboratorios, los equipos. Y todo eso me impactó, me gustó y me motivó aún más a seguir la carrera de Química. Desde ahí, a todo lo que sea cristalización, cristales y cristalografía le puse un poquito más de atención, ya sea en las clases o en los laboratorios. De hecho, terminé trabajando en el grupo de Cristalografía”.
Viviana Gavilán es docente en el Instituto Secundario Juan Pascual Pringles de Vicuña Mackenna, en Córdoba. Ella guió durante el concurso a un estudiante con discapacidad. “Desde su paso por la primaria, era retraído y no socializaba, por lo que requería hacer adecuaciones significativas en sus apoyos. El concurso le brindó las herramientas suficientes para superar las barreras que se le presentaban y le dio la posibilidad de participar al igual que otros estudiantes”, asegura la profesora. Incluso, aclara cómo el concurso de ciencia lo ayudó a mejorar otras habilidades personales: “Las técnicas propias del crecimiento cristalino fueron la guía: aprendió la importancia del orden, la independencia en la toma de decisiones siendo consciente de la consecuencia de sus actos, asumiendo riesgos. También mejoró en la lectoescritura y en la oralidad. Muchas de estas cosas eran impensadas para nosotros al principio. Con el transcurrir del tiempo, incluso dejó de asistir a una escuela especial”.
De hecho, el alumno pudo participar, junto a otros chicos, de la Feria de Ciencias y Tecnología a nivel provincial y obtuvo una mención destacada. “Encontró su lugar, pasó de ser el ‘integrado de la escuela especial’ a ser el chico ‘que sabe bocha’ de los cristales”, relata Gavilán. “Fue el primero de toda su familia en terminar el secundario y este título se lo debemos a los cristales”, asevera.
.
Ver la ciencia desde otro lado
Con la convicción de su experiencia y la riqueza del conocimiento sobre los cristales, Klinke resalta que, al igual que lo hace en los talleres de capacitación que brinda, estudiar esta ciencia “sirve para hacer energías más limpias; para mejorar la calidad de ciertos alimentos (por ejemplo, el chocolate); para hacer que las alas de los aviones sean más resistentes y livianas; para conocer por qué una bacteria resiste mejor un antibiótico que otra; para descubrir nuevos medicamentos; para generar oxígeno en otro planeta; entre tantas aplicaciones más”, enumera y enfatiza: “¿Sabías que hay casi 30 premios Nobel que aplicaron cristalografía en sus descubrimientos?”.
Klinke y su equipo de la AACr no están solos en el camino de la divulgación de esta ciencia. De hecho, la asociación es parte de la Unión Internacional de Cristalografía, “equivalente a la FIFA para el fútbol”, ilustra el investigador. De esta organización tomaron el modelo del concurso, que tiene un referente a nivel mundial (International Crystal Growing Competition), el cual estudiantes argentinos ya han ganado. “Es el país que más trabajos envió todos estos años al concurso mundial y el que más medallas ganó. El trabajo más famoso de la historia del concurso, que hicieron chicos de San Juan en el 2015, fue un zapatito de Cenicienta hecho de policristales de alumbre de potasio, que les valió la medalla dorada”, celebra Klinke. En las 10 ediciones, los talleres de capacitación ya se brindaron en las 23 provincias del país y la Ciudad de Buenos Aires, “siempre intentando ir a lugares nuevos, a pueblos, que no sean solo las ciudades principales”.
.
Según Gavilán, el concurso “es una magnífica oportunidad pedagógica para el ‘empoderamiento educativo’ porque brinda no sólo la posibilidad de despertar vocaciones científicas, sino las herramientas para que los estudiantes sean artífices de sus propios aprendizajes. Es un espacio donde se puede sacar el mejor brillo a las personas que participan de él, si les brindamos las condiciones y dedicación adecuadas, como sucede con los propios cristales”.
Más allá de la parte científica, concluye Klinke, “los mensajes de agradecimiento y de alegría que nos mandan, tanto los profes como alumnos, son muy emotivos y gratificantes. Muchos de los chicos cuentan que la primera vez que conocieron una universidad, que visitaron un laboratorio y que hablaron con científicos fue gracias a esta actividad”. Y resume: “Nuestra misión es hacer que los chicos vean la ciencia desde otro lado, desde la belleza de un cristal. Y detrás de esa belleza, entiendan los cálculos, los experimentos y la historia de esta rama fascinante de la ciencia”.
Comentarios