Una salida a la crisis: vender el oro de la abuela, qué sucede en las joyerías de Neuquén
Son muchas las personas que deciden vender sus objetos preciados para pagar deudas o hacer frente a gastos inesperados. Tres joyerías de la ciudad cuentan qué situación se vive en épocas de inflación alta y aumento del costo de vida.
Detrás de la vitrina hay 18 anillos. Uno al lado del otro. La pana bordó hace que el oro blanco, amarillo y rosé se destaquen. Las piezas, enfiladas esperan que una pareja de enamorados los elijan, o alguien quiera hacer un regalo. Todos fueron hechos por las manos del joyero, dueño del local, con el oro de anillos, aros o cadenas que otras personas le vendieron.
“La gente vende por necesidad y también por miedo a que le roben”, cuenta el joyero de Neuquén. Las personas venden sus medallitas, cadenitas, dijes, o incluso sus anillos de casados. «Hay de todo», dice.
En Buenos Aires, se sabe, el gramo de oro se paga mejor. El joyero con trayectoria estima: “Y más o menos unos $50 mil el gramo”. Pero, en Neuquén la situación es otra: entre $35 mil y $40 mil se paga en las joyerías del centro. «En Buenos Aires es más peligroso, será por eso que es más caro», explica.
Sin consultar, el joyero hace el cálculo: “Ponele, una alianza pesa 3, 4 gramos. Si viene alguien a vender un par de anillitos, puede que se lleve entre $120 y $160 mil”. Una alianza nueva cuesta, en promedio, $490 mil. “Igual, no se vende mucho, imagínate”, dice el joyero, «¿Quién tiene dinero hoy para casarse?”.
En esta joyería del centro de Neuquén en promedio entran dos personas por semana a vender sus joyas. “Siempre hay que ver qué traen, hay mucha es fantasía”, explica el joyero. Si bien no ve cambios abruptos en esta coyuntura (el Indec estimo un 8,8% de inflación en abril, y un incremento interanual de 289,4%) asegura que “siempre hay gente que vende oro. Siempre hay necesidad. No hay mucha diferencia de épocas”.
A varias cuadras de ahí, en otra joyería de Neuquén el análisis es similar, aunque con diferencias: “Ahora la venta está decreciendo, porque la gente ya vendió todo cuando empezó la debacle del gobierno de Fernández. Hace un año y medio la gente se empezó a desprender de sus cosas”.
De entrada explica una diferencia fundamental en el mundo de la compra/venta de oro: una cosa es la chafalonía y otra cosa son las alhajas. “La diferencia es que vos tenés un anillo y lo querés vender y si se compra para fundir se llama chafalonía. En cambio, cuando vos lo vendes como alhaja porque tiene un brillante, porque tiene una esmeralda o porque tiene un trabajo de elaboración muy bueno, que tiene un valor adicional, es joyería”.
En esta joyería entran entre dos y tres personas por día intentando vender sus reliquias. Y este joyero, con tanta experiencia en la materia, toca el anillo, la cadenita o los aritos y se da cuenta del material, si vale la pena o si es fantasía. Hoy fue una señora que le dijo: “Mire, tengo este collar que es francés”. El joyero, lo miró, lo tocó, lo analizó y le dijo: “Esto es cristal de Murano, véndalo como alhaja en otro local”.
“Yo compro chafalonía, envío a Buenos Aires y me mandan mercadería. Tengo para fundir acá en Neuquén, pero no lo hago. Pero, ahora no se vende, entonces no compro oro, no lo necesito”.
“Si uno se pone a escuchar las historias de las personas que vienen a vender es tremendo”, cuenta el joyero. Le venden alianzas, pulseritas, aritos. “Algunos me dicen tengo que vender esto porque tengo que pagar una cuota del auto, otros tienen una intervención quirúrgica u otros algún gasto que no tenían previsto«.
Este joyero tiene un límite: la angustia de las personas. “Si yo llego a ver a alguien que se le llenan los ojos cuando quiere vender su anillo o su cadenita, no se lo compro. Aunque me insista y llore el doble. No se lo compro. Soy yo así, me hace mal. No voy a comprar alguna cosa que lo dejó llorando al cliente”.
El valor del oro:
El precio del oro “depende de la cotización de la onza y del dólar blue”, explica este mismo joyero. Detrás del mostrador, desenfunda el celular. “Ves, primero vos te fijas acá”, abre la aplicación de Houston Gold and Silver, “la página del oro de Europa”, explica, “mirá, hoy bajó 20 dólares, fíjate vos ehh, estaba la onza a 2415, hoy está en 2395. Yo me fijo en esta página y tengo un panorama. Ves ahí dice -20, que significa que bajó el precio de la onza”.
Cierra esa página y abre la app del banco. Scrollea hasta llegar al dólar blue. “¿Ves? 1230, está hoy. Bueno, en realidad es 1200 porque se toma un promedio entre compra y venta”. Y redondea la idea: “Si a mí me dicen que la onza en Europa está X dólares, yo lo traigo al precio argentino y lo calculo”.
A varias cuadras de allá otro joyero, detrás del mostrador, atiende a una clienta: “¿En que la puedo ayudar?”, pregunta, “Vengo a retirar dos cadenitas y dos dijes que dejé para arreglar”, contesta la señora.
Este señor comparte el panorama con sus colegas: “La crisis se siente». Y suma algunos datos más. Para este caballero el negocio decayó porque «las personas ya no tienen qué vender”. Y aunque aumentó la cantidad de personas que se acercan a vender», explica, «son pocos los que lo terminan haciendo. Hay mucha fantasía”.
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