Valen Albornoz: El joven que desafía la gravedad haciendo parkour en Neuquén

Esta disciplina es cada vez más popular en la región.

Primero se pasa la palma de la mano sobre la suela de su zapatilla derecha. Se seca cualquier tipo de líquido que pueda hacerlo resbalar. Después hace lo mismo con la izquierda. Si tuviese Coca Cola o Pepsi, tiraría un poco al suelo y lo pisaría. “Es para que se adhiera al piso”, dice Valen Albornoz, de 19 años de Neuquén que está a punto de hacer parkour.

Está a uno 6 metros de su objetivo. Descansa las manos en la cintura.  Mira al frente. Se concentra, calcula. “Hasta allá”, piensa. Respira. Toma carrera. Uno, tres, cinco pasos cortos, el séptimo ya es largo y con el octavo da el salto que lo empuja hacía el otro lado. Vuela, el aire le pega en la cara. 4,10 metros de distancia, todo en un sólo movimiento. El tiempo para él se detiene. Son solo pocas fracciones de segundos.  En su mente repasa: la posición del cuerpo, las piernas, los pies juntos. Todo al mismo tiempo, llega. Pisa su objetivo: un cantero, un obstáculo nuevo superado.

Tiene 19 años y desde los 12 que indaga en esta disciplina. Foto: Cecilia Maletti

El parkour es una práctica urbana. Jóvenes y no tanto, usan el espacio público para saltar, hacer piruetas. Los obstáculos pueden ser cualquier cosa: una vereda, una estatua, escalones. Se practica tanto en zonas urbanas como en la naturaleza. Lo esencial del parkour es saber adaptarse.

“Traceurs o traceuses”, así se llama a quienes practican esta disciplina. Y tienen una hermosa metáfora para explicar lo que hacen. “Parece que traceurs es trazador en francés”, dice Valen, “todo esto para nosotros es un lienzo en blanco” y señala la vereda, la escalera y maceteros grandes, “y nosotros somos como el pincel que vamos armando el trazo, que pintamos en el lienzo en blanco”.

Valen de chico era muy curioso e hiperactivo. Encontró el parkour en YouTube. “Mamá”, le dijo, “esto quiero hacer”. La madre se puso a buscar. Encontró un profesor, el mismo que él había visto practicar en el Parque Central de Neuquén. Empezó con ellos, de a poco, en un spot pequeño, bajo. Pero, un comienzo al fin. Empezó primero pasando algunos obstáculos con movimiento de gato, después aprendió a hacer algún front flip y otros back flip. Todos saltos acrobáticos, movimientos de giro y salto en el aire.

Entre edificios, bancos o macetas. Este disciplina se practica aprovechando el espacio público. Foto: Cecilia Maletti

A medida que se interesó en el parkuor, la mirada de la ciudad le fue cambiando. Ya no veía juegos en la plaza, ni escaleras, ni bancos para esperar el colectivo. Todo se convirtió en un spot, en un nuevo desafío para saltar de un punto a otro. “En un momento, te das cuenta que es una disciplina de auto superación”, dice, “para aprender a superar obstáculos físicos y mentales”.

“Que día precioso”, dice una vecina que pasará dos veces durante la misma tarde, “chau chicos”. Y tiene razón. El sol brilla y se nota el comienzo del septiembre. Arriba, las ventanas de los departamentos de la calle Santa Fe e Islas Malvinas en pleno centro de Neuquén brillan. Abajo, está el lugar ideal para hacer parkour: escalones y desniveles de todo tipo se regalan frente a Valen.

En el parkour una de las claves es la perseverancia y la tenacidad. “Por ahí capaz que físicamente estás sobrado”, desafía, “pero lo que más te jode es lo mental”. Y a eso, claro, hay que practicarlo, controlarlo, ir de apoco y ejercitarlo. 

“Algunos dicen que el parkour es peligroso”, explica en bermudas, zapatillas y remera blanca, “pero en realidad son las personas lo que lo hacen peligroso, por la ansiedad, por mandarse sin pensar, sin practicar”.

Valen tiene en su historial solo dos fracturas. “Mirá acá una” y se señala la tibia, “y acá la otra” y se toca la clavícula. “Las dos fueron al principio, cuando tenía 13, 14 años”. Cuando entendió el ritmo del parkour, el ser precavido, la necesidad de respirar antes de saltar, se tatuó el brazo izquierdo, como guía y como recordatorio: “ser y durar”. “A veces cuando estoy así muy embalado, lo miro, lo leo y me calmo”.

El nombre de la disciplina viene del francés. Hace alusión a un “recorrido”. Foto: Cecilia Maletti

Valen estudia profesorado de Educación Física en Cipolletti, y cuando puede da clases de parkour. Aunque no lo esperaba, tuvo que poner en juego la filosofía que aprendió de esta disciplina. “Cuando entré a la universidad, con solo 17 años, no entendía nada, me abrumó. Y pensé bueno, vamos de poco, a ver este obstáculo primero, ese otro después. Me dije vamos con el primer parcial, después el otro”.

Ahora Valen hará un salto que llaman gato. No toma distancia. Mira fijo. Toma envión y en segundos se convierte en felino. Apoya los dos brazos extendidos de forma paralela en el cantero y pasa sus pies por el medio”. “Guauuu”, gritan en conjunto tres chicas que pasan por la vereda y festejan la acrobacia.

El parkour para Valen también es su punto de fuga. Cuando está estresado, cuando tiene problemas, cuando no sabe para donde disparar: respira, salta, detiene el mundo, llega al otro punto objetivo y se libera.

Ahora toma carrera, su cuerpo se proyecta para adelante, como una gacela, antes de saltar, junta los dos pies, da un empujón y una vuelta 360. Es un bicho bolita volando. Cae con los pies juntos, garboso. Engolosinado, da otra vuelta sobre el pasto. Se para victorioso y respira.

“Adiósss chicos”, dice por segunda vez la vecina, que al parecer esta disciplina le despertó tanta curiosidad.

¿Tenés una historia para contar? Escribinos:


    Adherido a los criterios de
    Journalism Trust Initiative
    Nuestras directrices editoriales
    <span>Adherido a los criterios de <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

    Formá parte de nuestra comunidad de lectores

    Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

    Quiero mi suscripción

    Comentarios

    Registrate gratis

    Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento

    Suscribite desde $599 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora