Una prisión de Estados Unidos brinda herramientas para internos con autismo

Los reclusos con neurodivergencia enfrentan desafíos únicos. Una unidad especial en la prisión de Albion, en el estado de Pensilvania, Estados Unidos, cuenta con un espacio para que transiten sus crisis alejados del resto de la población carcelaria. Sin embargo, hay especialistas que desaconsejan la experiencia al afirmar que el aislamiento no ayuda a su reinserción social y proponen capacitar al personal penitenciario para un mejor tratamiento.


El autismo “tiene manifestaciones muy variables entre las diferentes personas y puede presentar alteraciones en la iniciación, reciprocidad y mantención de la interacción y comunicación social al relacionarse con diferentes entornos, así como también en conductas o intereses restrictivos o repetitivos”, aclara el Decreto 777/2019, que reglamentó la ley 27.043, conocida como Ley Argentina de Autismo. Esto conlleva desafíos en algunos contextos, como el carcelario, donde las reglas no suelen estar adaptadas para que las comprendan personas privadas de su libertad que están dentro del espectro autista.

Estas personas “tienen menos recursos para hacer frente a un entorno carente de privacidad y corren un mayor riesgo de deterioro emocional”, señalan desde la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.

Como muchos guardias ignoran cómo se comporta una persona neurodivergente, con frecuencia emplean una fuerza excesiva, que incluye el uso de agentes químicos, restricciones físicas y violencia que provoca lesiones graves, según un informe de Human Rights Watch. Además, las  personas con autismo son más vulnerables al abuso, la violencia o la manipulación en prisión, dijo a AP Steven Soliwoda, creador de la Unidad de Tratamiento Residencial de Neurodesarrollo de Albion, un espacio creado para garantizar la estabilidad de esta población.

La combinación de todos estos factores hace que la prisión represente un peligro especial para las personas con autismo. Para aquellos con sensibilidad sensorial, los espacios ruidosos y abarrotados y las luces brillantes de la prisión pueden exacerbar su ansiedad y otros rasgos. 

A esto se suma el hecho de que las prisiones tienden a estar mal equipadas para acomodar a los reclusos del espectro autista. La mayoría de las instalaciones tienen escasez de profesionales de la salud mental para tratarlos, porque tienden a dar prioridad a la esquizofrenia y otras condiciones que presentan un mayor riesgo de seguridad que el autismo. 

Un oasis en el encierro

Algunas prisiones del Reino Unido, Australia y los Estados Unidos, entre otros países, han trabajado para mejorar el cuidado de los reclusos con autismo a través de “unidades de necesidades especiales”, que les dan albergue y los separan del entorno penitenciario general. Los reclusos de estas unidades tienden a ser menos agresivos que los demás reclusos, dice William Attwood, un australiano con autismo que eligió mudarse a una de ellas durante los últimos diez meses de su condena después de que le diagnosticaran autismo.

Entendiendo las dificultades que atraviesan los reclusos con autismo, la unidad de la Institución Correccional Estatal de Pensilvania en Albion, ubicada aproximadamente a 32 kilómetros a las afueras de Erie, cuenta con una serie de habitaciones «sensoriales» que ofrecen relajantes paredes azules con iluminación tenue.


La unidad especial de Albion alberga a 45 hombres neurodivergentes privados de su libertad.

Se trata de una unidad que comenzó a funcionar hace tres años, alberga a 45 hombres con autismo y es la única instalación de este tipo en un estado que tiene más de 36.000 personas encarceladas. Para ilustrar el tipo de experiencias que enfrentan personas neurodiversas vale leer lo que Attwood escribió en su libro El síndrome de Asperger y la cárcel. Ahí cuenta sus vivencias marcadas a sangre y fuego, como la vez en que otro recluso lo acusó, sin razón, de espionaje y cuando intentó defenderse fue brutalmente golpeado. Luego, otros privados de libertad lo ayudaron a limpiarse para asegurarse de que la sangre de sus heridas no atrajera a los guardias.

Para ilustrar el tipo de experiencias que enfrentan personas neurodiversas expresión, vale leer lo que Attwood escribió en su libro El síndrome de Asperger y la cárcel. Ahí cuenta sus experiencias marcadas a sangre y fuego, como la vez en que otro recluso lo acusó, sin razón, de espionaje y cuando intentó defenderse fue brutalmente golpeado. Luego, otros privados de libertad lo ayudaron a limpiarse para asegurarse de que la sangre de sus heridas no atrajera a los guardias.

En un entorno carcelario habitual, muchos de estos prisioneros con autismo y discapacidades similares “normalmente superarían su encierro en silencio”, dijo Soliwoda, quien también es gerente de programas en Albion. Según explicó, en la prisión donde trabaja, los presos con autismo “son escuchados y desarrollan esa independencia y las habilidades sociales que necesitan para sobrevivir cuando salgan de aquí”.

En esta unidad, hay un patio de ejercicios al que no puede acceder la población general de la prisión. Ahí los reclusos con autismo pueden usar rompecabezas, colchonetas de yoga o materiales de dibujo que los ayudan a afrontar los momentos abrumadores.

Soliwoda señaló el caso de un prisionero que pasa horas todos los días haciendo malabarismos en el área común para calmar su mente, algo que no está permitido en el resto de las unidades.

A su vez, en Albion, ante ciertos comportamientos, el personal utiliza “células de transición” como herramienta de intervención: son celdas sencillas, equipadas con elementos de seguridad, a las que los prisioneros pueden acudir para recuperar el control de sus emociones antes de que se les permita estar en el resto de la unidad.

Randy Kulesza, especialista en servicios psicológicos de la unidad, dijo que las celdas son de gran ayuda para los prisioneros. “Podés calmarte y reflexionar durante el tiempo que el personal considere que necesitás estar con vos mismo”, dijo Colin, un prisionero diagnosticado con autismo y esquizofrenia. “En lugar de recibir una infracción inmediata, se genera una comprensión y un mayor crecimiento”, agregó Kulesza.

Integración social

Soliwoda espera ampliar el programa. Sin embargo, los funcionarios del departamento penitenciario no tienen planes de expandir el modelo a otras prisiones del estado porque no están de acuerdo con el aislamiento que implica una unidad especial como la de Albion.

Ocurre que hay especialistas que dicen que separar a los prisioneros neurodivergentes no es una solución.

Americans with Disabilities Act (ADA) tiene como objetivo garantizar que las personas puedan integrarse con otras, incluso durante la detención. Para ello es fundamental “proporcionar al personal penitenciario herramientas para comunicarse con los presos autistas”, indicó el coordinador de ADA Nick Stellema.

En la misma línea que ADA, otras ONG buscan alternativas como la capacitación a la Policía y al personal penitenciario sobre mejores formas de identificar e interactuar con los presos con discapacidades.


En Albion, los internos neurodivergentes cuentan con herramientas para mitigar los momentos abrumadores.

 La necesidad de una Justicia más justa

La Convención de los Derechos de las Personas con Discapacidad establece que “los Estados Partes promoverán la capacitación adecuada de los que trabajan en la administración de justicia, incluido el personal policial y penitenciario”.

En el Reino Unido, la Sociedad Nacional de Autismo promueve el entrenamiento del personal sobre cómo interactuar con prisioneros autistas y hacer cambios en el ambiente, como la creación de tiempos o espacios dedicados a la recreación. 

En la Argentina, “no existe un tratamiento especial por la ley penal. Eventualmente se aplican disposiciones sobre personas con discapacidad”, indica la abogada Paola Jelonche, presidenta y cofundadora de la Fundación Visibilia. En colaboración con la Asociación Civil PANAACEA (programa argentino para niños, adolescentes y adultos con condición del espectro autista), dedicada a mejorar la calidad de vida de las personas con condiciones del espectro autista y de sus familias, Visibilia, brindó una capacitación a la Policía de la Ciudad de Buenos Aires sobre cómo tratar a gente con autismo en situaciones callejeras y trabajó en la reformulación de los botones antipánico para mujeres dentro del espectro autista.

Luego desde PANAACEA hicieron algunas capacitaciones en el Instituto Superior de Seguridad Pública porteño (INSUSEP).

Lejos de haber una sistematización en la capacitación de los funcionarios penitenciarios y judiciales o en la confección de protocolos, “las acciones en la Argentina sobre estos temas, en definitiva, fueron llevadas adelante en conjunto por madres de distintos lugares del país que estamos vinculadas con la Justicia por nuestras profesiones de policías y abogadas”, concluye Jelonche.

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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.


Este contenido fue originalmente publicado en RED/ACCIÓN y se republica como parte del programa «Periodismo Humano», una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN.



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