Un español, entre compatriotas e italianos, el pionero del teatro en Patagones

A 92 años de la última vez que Eduardo Vázquez pisó el suelo de la comarca, todavía se valora el legado que dejó. Símbolo de pasión por el arte, su figura está conectada al primer teatro lírico de la Patagonia, que pide volver a llenarse de público.

Cuesta encontrar “puerta de entrada” para abordar el repaso de una vida como la de Eduardo Vázquez, que tuvo tantas aristas. Su horizonte como inmigrante español ya incluía suficientes desafíos, su rol como padre de una decena de hijos también, pero a eso le agregó carisma, para no dejar de alimentar la vocación que lo encendía por dentro: el teatro. Gracias a ese empeño, hoy la localidad de Carmen de Patagones, su museo “Emma Nozzi” y la Escuela de Educación Secundaria N° 8, pueden identificar en su obra, la semilla del amor por el escenario, la magia de los personajes y la música, sensaciones que aún persisten en la comunidad, porque los estudiantes de ese colegio artístico eligieron a Vázquez para bautizar a la institución en 2019, tantos años después. Su trayectoria lo vinculó, además, a los inicios de un espacio emblemático como es el Teatro italiano “Garibaldi”, con 114 años de historia, que sigue en pie desde el esplendor de aquellos años, en los que el entretenimiento se disfrutaba sin streaming ni plataformas.

Nacido en La Coruña, España, el 24 de agosto de 1877, se sabe que Eduardo llegó a Buenos Aires y de allí a Patagones acumulando algo de experiencia artística en su haber. Una crónica de Mayo de 1898, citada en los datos que guardó el Museo, ya lo ubicaba como director de un cuadro lírico – dramático en la gran Capital Federal, al frente de una sociedad titulada «Submarino Peral». Y sobre sus virtudes, se sabe que “como actor representaba con idoneidad papeles cómicos y dramáticos, cantaba con atiplado registro (agudo) y podía interpretar tanto canciones melódicas como rítmicas zarzuelas. Esa voz de tenor alto le permitía componer sobre el escenario los roles de personajes femeninos, generalmente en situaciones humorísticas, logrando cautivar al público con sus imitaciones”, contó el periodista bonaerense Carlos Espinosa en un artículo web.

Como es escaso el material recopilado en torno a la vida del artista, son los aportes de sus descendientes los que facilitan la reconstrucción de su trayectoria, como por ejemplo, un escrito realizado por su nieto, Jorge “Coco” Linares, trompetista e hijo de la pianista María Esther Vázquez, una de tantos hijos que Eduardo tuvo junto a su esposa Carmen Guerrero, con quien se casó el 22 de Noviembre de 1902. Españoles como él, tanto Carmen como sus suegros, Abelardo Guerrero y Tomasa León, eran de origen maragato.

Algunos hablan de nueve, otros de 11 herederos en total, que Eduardo logró mantener gracias a otros trabajos por fuera de la actuación, como el de martillero público y el de secretario del Consejo Escolar de Patagones, entre 1908 y 1925. Ese puesto le permitió acceder a las escuelas y ayudar coordinando los actos patrios, pero también hay quienes afirman que primero fue mozo en el servicio de los vaporcitos de la Escuadrilla Nacional del río Negro y que llegó a oficiar de sastre en un salón de la vivienda que ocupaba, en la esquina frente a la casa que se conoce como “La Carlota”, sobre calle Bynon casi Biagetti.

Vázquez «era tan generoso que aún siendo español, puso su grupo teatral a disposición de la Sociedad Italiana», recordaron.

Dos años después de su casamiento, una nota del 28 de abril de 1904 del impreso La Nueva Era, citada por Espinosa, ya destacaba: “El segundo número del programa fue el pasacalle de la zarzuela ‘Niña Pancha’, en el cual nuestro aplaudido Eduardo Vázquez nos demostró imitar a la perfección a una de esas hermosas y pícaras andaluzas, que con su característica gracia hacen que sean admiradas en todo el mundo”.

Eran tiempos donde, cabe decirlo, la presencia de mujeres sobre el escenario estaba cuestionada, como bien lo explicó María Ester, la propia hija de Eduardo, en una entrevista realizada por la profesora Nancy Pague en 1996. Integrante de los elencos que su padre dirigía en la comunidad de su época, la mujer reconoció que estaba “mal visto” que las mujeres trabajaran en el teatro.

“Ahora recuerdo con una sonrisa que algunas compañeras del [Instituto ]‘María Auxiliadora’ llevaban al colegio los programas de las funciones para que las monjas supieran que yo era artista. ¡Y eso que durante la interpretación todo era casto! En una obra los protagonistas teníamos que darnos un beso, papá me hizo poner los dedos pulgares cruzados frente a la cara, parada de espaldas al público, y el varón, tomándome del rostro, besaba esos dedos. ¡El público creía que nos besábamos de verdad!”, contó.

Reafirmando las ideas y el contexto social de la época, otro de los archivos que guarda el Museo reconoce que Vázquez “debió haber gozado de una alta consideración en la comunidad, pues en una época en que las “niñas” sólo podían salir a la calle bajo condiciones muy estrictas, los padres dejaban que actuaran sin acompañarlas a los ensayos y puestas en escena”.

Manos a la obra


La integración de Eduardo Vázquez a la comunidad de Patagones hizo que el centenario de la Revolución de Mayo lo encontrara al frente de la inauguración de la sala perteneciente a una colectividad vecina: la italiana. El Teatro Garibaldi, definido como el primer teatro lírico de la Patagonia, abrió sus puertas el martes 24 de mayo de 1910, con una obra a cargo del protagonista de esta nota. Lleva un nombre imponente en honor al marino y revolucionario que luchó por liberar a su tierra de dominio extranjero y unificarla.

El frente original del «Garibaldi», con el águila sobre el ingreso, símbolo representativo de Italia.

Según contó el periodista Carlos Espinosa, Vázquez había iniciado sus presentaciones en el escenario de sus compatriotas, sobre calle Olivera, entre las actuales Dr. Baraja y Gaucho Molina. Pero como en esos años, “todas las funciones se hacían a beneficio de las más diversas instituciones de la ciudad”, [Vázquez] era tan generoso que aún siendo español, puso su grupo teatral a disposición de la Sociedad Italiana, con funciones a beneficio para la concreción de la inauguración”, agregó el material aportado por Alejandro Zangrá, investigador del “Emma Nozzi”. La comedia titulada ‘La cuerda floja’, fue la elegida para la esperada gala, según figuró en una nota de archivo de RÍO NEGRO, show “que obtuvo un éxito remarcadísimo, lo mismo que otros selectos números de canto y música con que se amenizó el acto”.

Los años pasaron y mientras se terminaban de ultimar detalles de la construcción del “Garibaldi”, como su artístico cielorraso, en 1917, y el importante frente con molduras, hacia 1924, la trayectoria de Vázquez le permitió postularse en la licitación para conducirlo, en sociedad con Justo Rica, por el término de tres años, con opción de prórroga por un lapso similar. Según el nieto de Eduardo, Jorge “Coco” Linares, “la nueva sociedad intercaló las funciones de teatro, ya sean líricas o musicales, con proyección de películas [mudas], estas últimas tres veces a la semana”. El lugar llegó a tener capacidad para más de 300 espectadores y tal como indicó el arquitecto Fernando Córdoba, fue diseñado por Guido Bufalini, que tenía sus oficinas en Buenos Aires.

Arriba el telón


Según recordó María Ester, hija de Eduardo, cuando ella empezó a conocer el ambiente teatral siendo una adolescente, las presentaciones consistían en los llamados “cuadros filodramáticos”, con aficionados, en su mayoría de entre 12 y 16 años que ya trabajaban, aunque algunos no habían terminado siquiera la escuela primaria. Los ensayos eran a la salida de sus respectivos turnos, pero aún así cada uno iba con su libreto bien aprendido, para recibir las indicaciones de Eduardo. “Algunas obras estaban escritas en verso, como ‘El rosal de las ruinas’ y ‘Espinas de una flor’. En prosa o en verso, lo cierto es que los papeles de cada uno eran extensos y exigían horas de estudio. Mi padre nos enseñaba a interpretarlos y nosotros poníamos mucha voluntad para que todo saliera bien”, contó la mujer, en esa charla de archivo.

“En la Patagones de la década del ‘20”, relató la pianista, “había dos teatros: el ‘Garibaldi’, que tenía palcos, y el ‘España’. En Viedma, en esa década, se inauguró también el teatro ‘Argentino’ (1926). Mi padre era el empresario del ‘Garibaldi’ (…) Interpretábamos comedias, sainetes, dramas y zarzuelas. Los autores que más recuerdo son Vacarezza, Benavente y Méndez Caldeira y la mayoría de las obras tenían muchos personajes. Recuerdo una que representaba una fiesta campestre: había guitarreada, llegaban muchos invitados y hasta un Ford T subía al escenario. En la obra ‘Melgarejo’ también subía un caballo”, contó.

Para quienes no hemos participado de funciones de este estilo, el programa constaba de dos partes: en la primera una obra corta o varios números de baile, recitado, coro, monólogos y escenificación de canciones. “De éstas, una que me conmovió mucho fue ‘Perdón, viejito’. Mi papá hacía de viejito y lloraba, y yo, que llegaba arrepentida con una bolsita colgada de un palito, pensaba ‘¿qué hago, me voy?’. Él vio que titubeaba, me tocó la cabeza y me dio fuerzas para seguir. Todo era muy sencillo, pero muy emotivo”, relató la hija de Eduardo.

La sala del «Garibaldi», con los palcos que se quitaron para el ingreso de más butacas.

***

La segunda parte era momento para una obra larga, que se componía de varios cuadros, junto a músicos y cantantes locales. “Creo que no se concebía el teatro sin la participación de los músicos. Los entreactos eran amenizados por orquestas que tocaban los tangos, polcas, pasodobles, marchas y valses de moda en ese momento”, sostuvo la mujer.

El broche de ingenio lo constituían los montajes escenográficos y de vestuario. “Para cada obra, el escenario se armaba con muebles prestados, y en el caso de las que dirigía mi padre, con los muebles de mi casa, que a veces quedaba desmantelada. Los trajes los hacía mi madre, casi siempre transformando los de obras anteriores. Era una época de recursos escasos y se necesitaba mucho ingenio y creatividad”. A veces, para números especiales, se pedían prestados o se encargaban en Buenos Aires. “Por ejemplo, cuando canté el fox trot ‘Y tenía un lunar’, el conductor del coche fúnebre de la empresa Melluso me prestó el frac y la galera”, compartió María Ester, mientras que Guillermo Parisio afirmó que los pedidos de trajes a la capital corrían por cuenta de Eduardo, que prefería relegar sus finanzas con tal de armar el mejor espectáculo posible.

La llegada de la década del ‘30 y su dictadura, algunos problemas económicos y diferencias ideológicas motivaron la partida del director Vázquez rumbo a Punta Alta. Lo despidieron con dos veladas a beneficio, una medalla y el reconocimiento de un pergamino firmado por todos aquellos que lo estimaban. Tiempo después, Aníbal Barilá, uno de sus discípulos, fundó el Cuadro Filodramático “Eduardo Vázquez”, a modo de homenaje. Según confirmaron desde la familia, el pionero artístico falleció el 26 de abril de 1948, a los 71 años, en San Telmo, Buenos Aires.

“Interpretábamos obras sencillas, que exaltaban valores humanos y entretenían, produciendo emoción. Al recordar vuelvo a aquellos escenarios y siento la alegría de entonces. Creo que cumplimos una función social necesaria”,

concluyó María Ester en su momento.

Que reabra el Teatro Garibaldi


Sobre la situación actual de ese valioso edificio que supo dirigir Vázquez, RÍO NEGRO dialogó con Rosa Spampinato, presidenta de la entidad que lo tiene a cargo, la Sociedad Italo Argentina de Carmen de Patagones. La referente contó que en el último tiempo la sala, ya dedicada solo a proyectar películas, fue designada como Espacio INCAA y reequipada, pero se encuentra cerrada desde mediados de 2017, por la inactividad de la comisión anterior.

Eso provocó la pérdida de la matrícula y la correspondiente personería jurídica, trámite que en el último tiempo reactivaron desde un grupo de socios autoconvocados. Desde entonces, hace dos años aguardan la aprobación por parte del INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social), para poder retomar la gestión de aportes y lograr la ansiada reapertura del teatro. Mientras tanto, gracias al Municipio local, lograron volver a funcionar como entidad de bien público, con el apoyo de 130 vecinos.


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